Fue un año de los que pasarán a la historia, como el 79, o como 1346, por nombrar unos pocos. ¿Qué guadaña ni qué ocho cuartos? ¡Maldita sea!, una escoba o trapo bien grande es lo que habría necesitado. Y unas vacaciones.
UNA PEQUEÑA VERDAD
No llevo ni hoz ni guadaña.
Sólo cuando hace frío visto un hábito negro con capucha.
Y no tengo esos rasgos faciales de calavera que tanto parece que os gusta endilgarme, aunque a distancia. ¿Quieres saber qué aspecto tengo en realidad? Te ayudaré. Ve a buscar un espejo mientras sigo.
La verdad es que estoy bastante expansiva en estos momentos, hablándote de mí y nada más que de mí, y de mis viajes, de lo que vi en 1942. Por otro lado, eres humano, así que debes de saber qué es el narcisismo. La cuestión es que existe una razón para que te explique lo que vi entonces. Gran parte de ello tendrá repercusiones para Liesel Meminger.
LISTA ABREVIADA DE 1942
- Los judíos desesperados, con sus espíritus en mi regazo mientras esperamos sentados en el tejado, junto a las humeantes chimeneas.
- Los soldados rusos, apenas llevan unas cuantas balas, confían en que los caídos les abastezcan del resto.
- Los cuerpos empapados en una costa francesa, varados entre los guijarros y la arena.
Podría continuar, pero he decidido que por ahora es suficiente con tres ejemplos. Tres ejemplos, por pocos que sean, te dejarán el regusto ceniciento que definió mi existencia aquel año.
A menudo intento recordar los retazos sueltos de belleza que también vi en esa época. Me abro paso a través de mi archivo de historias.
De hecho, tiendo la mano y escojo una.
Creo que ya conoces la mitad y, si me acompañas, te contaré el resto. Te contaré la segunda parte de la ladrona de libros.
Sin saberlo, a la ladrona le aguardan muchas cosas excepcionales a las que acabo de aludir, pero a ti también.
Está bajando nieve al sótano, ¡precisamente al sótano!
Un puñado de agua congelada puede hacer sonreír casi a cualquiera, pero no puede hacerlos olvidar.
Aquí viene.