Soy escritor, no lingüista; novelista, y no del todo historiador. Pese a esta salvedad, mientras trabajo pongo mucho empeño en investigarlo todo, desde la ropa hasta las formaciones de las falanges, y a veces no estoy de acuerdo con la docta opinión tanto del mundo académico como de los generales de sillón que escriben vistosos libros ilustrados de gran formato sobre estos temas.
Destructor de ciudades se aparta de la simplicidad de libros anteriores porque Sátiro, que ha alcanzado la madurez y el poder, va a participar en el sitio de Rodas. En realidad, el Rey del Bósforo no estuvo allí. Pero muchas otras personas, con inclusión de un gran contingente de mercenarios, sí que estuvieron y ejercieron una importante influencia sobre lo que fue, probablemente, el sitio más importante del mundo antiguo. Había naves mercenarias en los mares, y estas también tuvieron su impacto, y sospecho que la línea divisoria entre piratas y mercenarios era muy fina. En cualquier caso, espero que los lectores perdonen la intromisión de Sátiro y Melita. El descubrimiento hace pocos años de unas puntas de flecha escitas fosilizadas puede tomarse como justificación; he sonreído al escribir esto.
Y, en última instancia, los errores son culpa mía. Si usted encuentra un error histórico, ¡hágamelo saber, por favor! Aparte de permitir que mis personajes desempeñen un papel principal en el sitio, papel que en el sitio real desempeñaron sucesivos oficiales mercenarios que Tolomeo proporcionó a la ciudad asediada (según Diodoro Sículo, que ha sido, como de costumbre, mi principal fuente de información), he procurado evitar cambiar la historia tal como la conocemos para adecuarla al tempo de la acción o a la trama. La historia de las Guerras de los Diádocos bastante complicada es de por sí sin que yo la altere… Además, mientras escribo sobre esta época aprendo cosas nuevas, gracias a la investigación y a la recreación, y mis ideas sufren cambios, en ocasiones muy profundos. Cuanto más aprendo, las palabras y las ideas pueden cambiar o cambiar de uso. A modo de ejemplo, en Tirano utilicé el Hipárquico de Jenofonte como guía para casi todo. Jenofonte llama machaira al arma ideal. Estudios posteriores han revelado que los griegos eran bastante laxos con la nomenclatura de sus espadas (en realidad, todo el mundo lo es, excepto los entusiastas de las artes marciales), de ahí que la machaira de Kineas probablemente fuese llamada kopis. Por ende, en el segundo libro, la llamo kopis sin ningún rubor. Es posible que otras palabras cambien; desde luego, mi comprensión de la mecánica interna de la falange hoplita ha cambiado. Mientras escribo esta nota estoy aprendiendo más sobre el judaísmo heleno, y eso probablemente afectará a Abraham y a Miriam en el libro siguiente. Cuanto más aprendo…
Pero lo que no quiero dejar de señalar es que ha sido muy divertido regresar al mundo heleno. Echaba de menos a estos personajes y estoy encantado de que vayan a cobrar vida una vez más en Force of Kings. Bien, y quizá de nuevo después de eso. Siempre nos quedan las invasiones celtas.
¡Disfrute!
Toronto, 2012