Wicca se situó ante una gran piedra, colocada allí por sacerdotes celtas. Las hechiceras, con sus ropas negras, formaron un semicírculo a su alrededor.

Miró a las tres mujeres desnudas. Tenían los ojos brillantes.

—Venid aquí.

Las mujeres se aproximaron hasta el centro del semicírculo. Wicca entonces les pidió que se acostaran con la frente tocando el suelo y los brazos abiertos en forma de cruz.

El Mago vio a Brida tumbándose en el suelo. Intentó fijarse solamente en su aura, pero era un hombre, y un hombre mira el cuerpo de una mujer.

No quería recordar. No quería saber si estaba sufriendo o no. Tenía conciencia de apenas una cosa, que la misión de su Otra Parte ante él estaba cumplida.

«Lástima haber estado tan poco con ella.» Pero no podía pensar así. En algún lugar del Tiempo compartieron el mismo cuerpo, sufrieron los mismos dolores y fueron felices con las mismas alegrías. Estuvieron juntos en la misma persona, quién sabe si caminando por un bosque semejante a éste, mirando una noche donde las mismas estrellas brillaban en el cielo. Se rio de su Maestro, que le había hecho pasar tanto tiempo en el bosque, solamente para que pudiera entender su encuentro con la Otra Parte.

Así era la Tradición del Sol, obligando a cada uno a aprender aquello que precisaba y no sólo aquello que quería. Su corazón de hombre iba a llorar mucho tiempo, pero su corazón de Mago exultaba de alegría y agradecía al bosque.