«Soy libre. Siento orgullo de mi cuerpo, porque es la manifestación de Dios en el mundo visible.» El calor de la hoguera estaba insoportable. El mundo parecía distante y ella no quería preocuparse más por cosas superficiales. Estaba viva, la sangre corriendo por sus venas, completamente entregada a su búsqueda. Danzar en torno de aquella hoguera no era nuevo para ella, porque aquellas palmas, aquella música, aquel ritmo despertaban de nuevo recuerdos adormecidos, de épocas en las que era Maestra de la Sabiduría del Tiempo. No estaba sola, porque aquella fiesta era un reencuentro, un reencuentro consigo misma y con la Tradición que había cargado a través de muchas vidas. Sintió un profundo respeto por sí misma.
Estaba otra vez en un cuerpo, y era un bello cuerpo, que luchó durante millones de años para sobrevivir en un mundo hostil. Habitó el mar, se arrastró hacia la tierra, se subió a los árboles, caminó con los cuatro miembros y ahora pisaba, orgullosamente, con los dos pies en la tierra. Aquel cuerpo merecía respeto por su lucha durante tanto tiempo. No existían cuerpos bellos o cuerpos feos, porque todos habían hecho la misma trayectoria, todos eran la parte visible del alma que los habitaba.
Sentía orgullo, un profundo orgullo de su cuerpo.
Se sacó la blusa.
No llevaba sostén, pero eso no importaba. Sentía orgullo de su cuerpo y nadie podía reprobarla a causa de ello; aunque tuviese setenta años, continuaría teniendo orgullo de su cuerpo, ya que era a través de él como el alma podía realizar sus obras.
Las otras mujeres en torno de la hoguera hacían lo mismo; esto tampoco importaba.
Se desabrochó el cinturón y quedó completamente desnuda. En este momento tuvo una de las más completas sensaciones de libertad de toda su vida. Porque no estaba haciendo esto por ninguna razón. Lo hacía porque la desnudez era la única manera de mostrar lo libre que estaba su alma en aquel momento. No importaba que otras personas estuviesen presentes, vestidas y mirando, todo lo que quería es que ellas sintiesen por sus cuerpos lo que ella estaba sintiendo ahora por el suyo. Podía bailar libremente y nada más impedía sus movimientos. Cada átomo de su cuerpo estaba tocando el aire, y el aire era generoso, traía desde muy lejos secretos y perfumes, para que la tocasen de la cabeza a los pies.