«Wicca sabe organizar un Sabbat», pensó el Mago, a medida que se aproximaba. Podía ver y sentir la energía de las personas circulando libremente. En esta fase del ritual, el Sabbat se parecía a cualquier otra fiesta, era preciso conseguir que todos los invitados comulgasen en una única vibración. En el primer Sabbat de su vida, quedó desagradablemente impresionado con todo aquello; recordaba haber llamado a su Maestro a un rincón, para preguntarle qué estaba pasando.

—¿Has estado en alguna fiesta? —le preguntó el Maestro, molesto porque le había interrumpido una animada conversación.

El Mago respondió que sí.

—¿Y qué es lo que hace que una fiesta sea buena?

—Cuando todos se están divirtiendo.

—Los hombres dan fiestas desde los tiempos en que habitaban en las cavernas —respondió el Maestro.

»Son los primeros rituales colectivos de que se tiene noticia y la Tradición del Sol se encargó de mantener eso vivo hasta hoy. Una buena fiesta limpia las nocivas influencias astrales de la gente que está participando; pero es difícil que suceda, bastan unas pocas personas para estropear la alegría común. Estas personas se juzgan más importantes que las otras, son difíciles de agradar, consideran que están allí perdiendo el tiempo porque no consiguieron comulgar con los otros. Y terminan sufriendo una misteriosa justicia: generalmente salen cargados con las larvas astrales expulsadas de las personas que supieron unirse a los otros.

»Recuerda que el primer camino directo hacia Dios era la oración. El segundo camino directo es la alegría.

Habían pasado muchos años desde aquella conversación con su Maestro. El Mago ya había participado en muchos Sabbats desde entonces, y sabía que estaba ante una fiesta ritual, hábilmente organizada; el nivel de energía colectiva crecía a cada instante.

Buscó a Brida con los ojos; había mucha gente, no estaba acostumbrado a las multitudes. Sabía que tenía que participar de la energía colectiva, estaba dispuesto a ello, pero antes necesitaba acostumbrarse un poco. Ella podría ayudarlo. Se sentiría más cómodo en cuanto la encontrase.

Era un Mago. Conocía la visión del punto luminoso. Todo lo que necesitaba hacer era cambiar su estado de conciencia y el punto surgiría, en medio de todas aquellas personas. Había buscado durante años este punto de luz, ahora se encontraba apenas a algunas decenas de metros de él.

El Mago cambió su estado de conciencia. Volvió a mirar la fiesta, esta vez con la percepción alterada, y podía ver las auras de los más diversos colores, todas, no obstante, acercándose al color que debía predominar aquella noche. «Wicca es una gran Maestra, hace todo con mucha rapidez», reflexionó de nuevo. En breve todas las auras, las vibraciones de energía que todas las personas tienen alrededor de su cuerpo físico, estarían en la misma sintonía; y la segunda parte del ritual podría comenzar.

Movió sus ojos de izquierda a derecha y finalmente localizó el punto de luz. Decidió darle una sorpresa y se aproximó sin hacer ruido.

—Brida —dijo.

Su Otra Parte se giró.

—Se fue a dar una vuelta por ahí —respondió gentilmente.

Durante un momento que pareció eterno, miró al hombre que tenía delante de él.

—Usted debe ser el Mago de quien Brida me habla tanto —dijo Lorens—. Siéntese con nosotros. Ella llegará en seguida.

Pero Brida ya había llegado. Estaba delante de ambos, con ojos asustados y la respiración entrecortada. Desde el otro lado de la hoguera, el Mago presintió una mirada. Conocía aquella mirada, una mirada que no podía ver los puntos luminosos, ya que sólo las Otras Partes se identifican entre sí. Pero era una mirada antigua y profunda, una mirada que conocía la Tradición de la Luna y el corazón de mujeres y hombres.

El Mago giró y se enfrentó a Wicca. Ella sonrió desde el otro lado de la hoguera; en una fracción de segundo, había comprendido todo.

Los ojos de Brida también estaban fijos en el Mago. Brillaban de contento. Él había llegado.

—Quiero que conozcas a Lorens —dijo—. La fiesta empezó a ser divertida de repente, no necesitaba más explicaciones.

El Mago aún estaba en un estado alterado de conciencia. Vio el aura de Brida cambiando rápidamente de color, yendo hacia el tono que Wicca había elegido.

La chica estaba alegre, contenta porque él había llegado, y cualquier cosa que dijera o hiciese podía estropear su Iniciación aquella noche. Tenía que dominarse a cualquier precio.

—Mucho gusto —le dijo a Lorens—. ¿Qué tal si me ofrece un vaso de vino?

Lorens sonrió y extendió la garrafa.

—Bienvenido al grupo —dijo—. Le gustará la fiesta.