Cierta tarde, después de una larga clase sobre los rituales que eran utilizados por las antiguas hechiceras para provocar la lluvia y que Brida tenía que anotar en su Libro de las Sombras, aun cuando nunca fuera a utilizarlos, Wicca le preguntó si usaba todas las ropas que poseía.

—Claro que no —fue la respuesta.

—Pues, a partir de esta semana, utiliza todo lo que esté en tu armario.

Brida creyó que no había entendido bien.

—Todo lo que contiene nuestra energía debe estar siempre en movimiento —dijo Wicca—. Las ropas que tú compraste forman parte de ti y representan momentos especiales. Momentos en que tú saliste de casa dispuesta a hacerte a ti misma un regalo, porque estabas contenta con el mundo. Momentos en que alguien te hizo daño, y tenías que compensar aquello. Momentos en que tú creíste que era necesario cambiar de vida.

»Las ropas siempre transforman emoción en materia. Son uno de los puentes entre lo visible y lo invisible. Existen ciertas ropas que, inclusive, son capaces de hacer daño, porque fueron hechas para otras personas y acabaron en tus manos.

Brida entendía lo que estaba diciendo. Había cosas que no conseguía usar; siempre que se las ponía, algo malo terminaba sucediendo.

—Deshazte de las ropas que no fueron hechas para ti… —insistió Wicca—. Y usa todas las otras. Es importante mantener siempre la tierra revuelta, la ola con espuma y la emoción en movimiento. El Universo entero se mueve: no podemos quedarnos paradas.

Al llegar a su casa, Brida colocó encima de la cama todo lo que estaba dentro del armario. Se quedó mirando cada pieza de ropa; había muchas de cuya existencia ya no se acordaba; otras recordaban momentos felices del pasado, pero ya habían quedado fuera de moda. Brida las guardaba, a pesar de todo, porque aquellas ropas parecían poseer una especie de hechizo, en caso de deshacerse de ellas, podría estarse deshaciendo de las cosas buenas que había vivido cuando las vestía.

Miró las ropas que pensaba que tenían «más vibraciones». Siempre había alimentado la esperanza de que estas vibraciones se invirtieran un día y pudiera usarlas de nuevo, pero siempre que decidía hacer una prueba, acababa teniendo problemas.

Se dio cuenta de que su relación con las ropas era aparentemente más complicada de lo que parecía. Incluso así, era difícil aceptar que Wicca estuviera queriendo meterse con lo más íntimo y personal de su vida: su manera de vestir. Ciertas ropas tenían que ser guardadas para ocasiones especiales, y sólo era ella quien tenía que decir cuándo debía usarlas. Otras no eran adecuadas para el trabajo, o incluso para las salidas de fin de semana. ¿Por qué Wicca tenía que entrometerse en esto? Jamás cuestionó una orden de ella, vivía danzando y encendiendo velas, metiendo puñales en el agua y aprendiendo cosas que no iba a utilizar nunca. Podía aceptar todo aquello, formaba parte de una Tradición, una Tradición que no comprendía pero que tal vez estuviese incluso hablando con su lado desconocido. No obstante, en el momento en que se metía con sus ropas, ya estaba metiéndose también con su manera de estar en el mundo.

Quién sabe si Wicca habría perdido los límites de su poder. Quién sabe si no estaba intentando interferir en algo que no debía.

Lo que está afuera es más difícil de cambiar que lo que está adentro.

Alguien había dicho algo. En un movimiento instintivo, Brida miró asustada a su alrededor. Pero estaba segura de que no iba a encontrar a nadie.

Era la Voz.

La voz que Wicca quería despertar.

Dominó su excitación y su miedo. Se quedó en silencio, esperando escuchar algo más, y todo lo que pudo oír fue el ruido de la calle, el sonido de la televisión conectada a distancia y el omnipresente ruido del mundo. Procuró quedarse en la misma posición en que estaba antes, pensar en las mismas cosas que había pensado. Todo había pasado tan rápido que ni siquiera se había llevado un susto, ni quedado admirada u orgullosa de sí misma.

Pero la Voz había dicho algo. Aunque todas las personas del mundo le probasen que aquello era fruto de su imaginación, aunque la caza de brujas volviese de repente y tuviese que enfrentar tribunales y morir en la hoguera a causa de ello, tenía completa y absoluta certeza de que había escuchado una voz que no era la suya.

«Lo que está afuera es más difícil de cambiar que aquello que está adentro.» La voz podría haber dicho algo más grandioso, ya que era la primera vez que la estaba escuchando en esta encarnación. Pero de repente, Brida se sintió invadida por una inmensa alegría. Tuvo ganas de telefonear a Lorens, de visitar al Mago, de contar a Wicca que su Don había surgido y que ella podía ahora formar parte de la Tradición de la Luna. Anduvo de un lado para otro, fumó algunos cigarrillos, y sólo media hora después consiguió calmarse lo suficiente como para sentarse otra vez en la cama, donde estaban todas las ropas esparcidas.

La Voz tenía razón. Brida había entregado su alma a una mujer extraña y —por más absurdo que pudiese parecer— era mucho más fácil entregar su alma que su manera de vestir.

Sólo ahora estaba entendiendo hasta qué punto aquellos ejercicios, aparentemente sin sentido, estaban revolviendo su vida. Sólo ahora, cambiando por fuera, podía percibir cuánto estaba cambiando por dentro.