El día convenido, Brida se dirigió al bosque. Caminó entre los árboles, sintiendo la presencia mágica de los espíritus de la Naturaleza. Hace seiscientos años, aquel bosque era el lugar sagrado de los sacerdotes druidas: hasta el día en que San Patricio había expulsado a las serpientes de Irlanda y los cultos druidas desaparecieron. Aun así, el respeto por aquel lugar pasó de generación en generación, y hasta hoy los habitantes de la aldea vecina respetaban y temían el lugar.
Encontró a Wicca en el claro, vestida con su manto. Junto a ella habían cuatro personas más, todas con ropas normales, y todas mujeres. En el lugar donde antes había notado las cenizas, una hoguera estaba encendida. Brida miró al fuego con un miedo inexplicable, no sabía si era a causa de la parte de Loni que traía dentro de sí, o si la hoguera era una experiencia repetida en otras encarnaciones.
Llegaron otras mujeres. Había gente de su edad, y gente mayor que Wicca. Eran, en total, nueve personas.
—No convidé a los hombres hoy. Vamos a esperar el reino de la Luna.
El reino de la Luna era la noche.
Se quedaron alrededor de la hoguera, conversando de los asuntos más banales del mundo, y Brida tuvo la sensación de que había sido convidada para un té de comadres, diferente sólo en el escenario.
Cuando el cielo se cubrió de estrellas, no obstante, el ambiente cambió. No fue necesaria ninguna orden por parte de Wicca; poco a poco, la conversación fue languideciendo y Brida se preguntó a sí misma si sería ahora cuando estaban reparando en la presencia del fuego y del bosque.
Después de algún tiempo en silencio, Wicca habló:
—Una vez al año, en la noche de hoy, las brujas de todo el mundo se reúnen para rezar una oración y rendir homenaje a sus antepasados. Así lo manda la Tradición; en la décima luna del año debemos reunirnos en torno a la hoguera, que fue vida y muerte de nuestras hermanas perseguidas.
Wicca sacó de su manto una cuchara de palo.
—Aquí está el símbolo —dijo, mostrando la cuchara de palo a todas.
Las mujeres permanecieron de pie y se dieron las manos. Entonces, levantándolas hacia lo alto, escucharon la oración de Wicca.
—Que la bendición de la Virgen María y de su hijo Jesús caiga sobre nuestras cabezas esta noche. En nuestro cuerpo duerme la Otra Parte de nuestros antepasados; que la Virgen María nos bendiga.
»Que nos bendiga porque somos mujeres, y hoy vivimos en un mundo donde los hombres nos aman y nos entienden cada vez más. No obstante, tenemos aún en el cuerpo la marca de las vidas pasadas y estas marcas duelen todavía.
»Que la Virgen María nos libre de estas marcas y apague para siempre nuestro sentimiento de culpa. Nos sentimos culpables cuando salimos de casa, porque estamos dejando a nuestros hijos para ganar su sustento. Nos sentimos culpables cuando nos quedamos en casa, porque parece que no aprovechamos la libertad del mundo. Nos sentimos culpables por todo, y no podemos ser culpables porque siempre estuvimos distantes de las decisiones y del poder.
»Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos nosotras las mujeres, las que permanecimos junto a Jesús en el momento en que los hombres huyeron y negaron su fe. Que fuimos nosotras quienes lloramos mientras él cargaba la cruz, que permanecimos a sus pies en la hora de la muerte, que fuimos nosotras las que visitamos el sepulcro vacío. Que no debemos tener culpa.
»Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos quemadas y perseguidas porque predicábamos la Religión del Amor. Mientras las personas intentaban parar el tiempo con la fuerza del pecado, nosotras nos reuníamos en las fiestas prohibidas para celebrar lo que aún había de bello en el mundo. A causa de esto, fuimos condenadas y quemadas en las plazas.
»Que la Virgen María nos recuerde siempre que, mientras los hombres eran juzgados en la plaza pública a causa de disputas de tierras, las mujeres eran juzgadas en la plaza pública a causa de adulterio.
»Que la Virgen María nos recuerde siempre a nuestras antepasadas, que tenían que vestirse de hombre, como Santa Juana de Arco, para cumplir la palabra del Señor. Y aun así, morimos en la hoguera.
Wicca apretó la cuchara de palo con las dos manos y extendió sus brazos hacia adelante.
—Aquí está el símbolo del martirio de nuestras antepasadas. Que la llama que devoró sus cuerpos mantenga siempre encendidas nuestras almas. Porque ellas están en nosotros. Porque nosotras somos ellas.
Y tiró la cuchara de palo a la hoguera.