Brida sabía que su maestra tenía otros aprendices pero e difícil descubrir esto, el perro nunca dejaba de laa la hora correcta. Aun así, ya se había cruzado en la escalera con una señora, una joven casi de su edad y un hombre bien trajeado. Brida escuchaba discretamente sus pasos por el edificio y las antiguas tablas del suelo denunciaban el destino: el departamento de Wicca.

Cierto día, Brida se arriesgó a preguntar sobre los otros discípulos.

—La fuerza de la brujería es una fuerza colectiva —respondió Wicca—. Son diversos los dones que mantienen la energía del trabajo siempre en movimiento. Uno depende de otro.

Wicca explicó que existían nueve dones, y que tanto la Tradición del Sol como la Tradición de la Luna se cuidaban de que atravesaran los siglos.

—¿Qué dones son ésos?

Wicca le respondió que era perezosa, vivía preguntando todo, y que una verdadera bruja era una persona interesada en todas las búsquedas espirituales del mundo. Dijo a Brida que leyera más la Biblia («donde está toda la verdadera sabiduría oculta») y que buscase los dones en la primera Epístola de San Pablo a los Corintios. Brida buscó y descubrió los nueve dones: la palabra de la sabiduría, la palabra del conocimiento, la fe, la cura, la operación de milagros, la profecía, la conversación con los espíritus, las lenguas y la capacidad de interpretación.

Fue sólo ahí donde entendió el Don que estaba buscando: la conversación con los espíritus.