Durante los dos meses siguientes, Wicca inició a Brida los primeros misterios de la hechicería. Según ella, mujeres aprendían estos temas mas rápidamente que los hombres, porque cada mes tenía lugar en sus cuerpos el ciclo completo de la Naturaleza: nacimiento, vida muerte. «El Ciclo de la Luna», dijo ella.
Brida tuvo que comprar un cuaderno y dedicarlo especialmente a registrar todas sus experiencias psíquicas a partir de su primer encuentro. El cuaderno tenía que estar siempre actualizado, y debía tener en la tapa una estrella de cinco puntas, que asociaba todo lo que estaba escrito a la Tradición de la Luna. Wicca le contó que todas las hechiceras poseían un cuaderno como aquél, conocido como el Libro de las Sombras, en homenaje a las hermanas muertas durante cuatro siglos de caza a las hechiceras.
—¿Por qué tengo que hacer todo esto?
—Tenemos que despertar el Don. Sin él, todo lo que puedes conocer son los Pequeños Misterios. El Don es tu manera de servir al mundo.
Brida tuvo que reservar un rincón de su casa, que no usara mucho, para montar un pequeño oratorio con una vela encendida día y noche. La vela, según la Tradición de la Luna, era el símbolo de los cuatro elementos y contenía en sí la tierra del pabilo, el agua de la parafina, el fuego que quemaba y el aire que permitía que el fuego quemase. La vela era también importante para recordar que había una misión que cumplir, y que ella estaba involucrada en aquella misión. Sólo la vela debía quedar visible —el resto tenía que estar escondido dentro de un estante o de un cajón—; desde la Edad Media la Tradición de la Luna exigía que las brujas rodeasen sus actividades del máximo secreto; varias profecías avisaban que las Tinieblas retornarían al final del milenio.
Siempre que Brida llegaba a casa y miraba la llama de la vela encendida, sentía una responsabilidad extraña, casi sagrada.
Wicca le ordenó que siempre prestase atención al ruido del mundo. «En cualquier lugar donde estés, puedes escuchar el ruido del mundo —dijo la hechicera—. Es un ruido que no para nunca, que está presente en las montañas, en la ciudad, en los cielos y en el fondo del mar. Este ruido, parecido a una vibración, es el Alma del Mundo transformándose, caminando hacia la luz. La hechicera debe estar atenta a esto, porque ella es una pieza importante en esa caminata.»
Wicca también explicó que los Antiguos hablaban con nuestro mundo a través de los símbolos. Incluso aunque nadie estuviese escuchando, aunque el lenguaje de los símbolos hubiese sido olvidado por casi todos, los Antiguos no paraban nunca de conversar.
—¿Son seres como nosotros? —preguntó Brida, cierto día.
—Nosotros somos ellos. Y de repente entendemos todo aquello que descubrimos en las vidas pasadas, y todo lo que los grandes sabios dejaron escrito en el Universo. Jesús dijo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que lanzó la semilla a la tierra: duerme y desierta, de noche y de día, pero la simiente germina y rece sin que él sepa cómo».
»La raza humana bebe siempre de esta fuente inagotable, y cuando todos dicen que ella está perdida, encuentra una manera de sobrevivir. Sobrevivió cuando los monos expulsaron a los hombres e los árboles, cuando las aguas cubrieron la tierra. Y sobrevivirá cuando todos se estén preparando para la catástrofe final.
»Somos responsables del Universo, porque nosotros somos el Universo.
Cuanto más estaba a su lado, más notaba Brida lo bonita que era.