Hicieron un largo viaje de regreso. Cada vez que Brida quería tocar el tema, Wicca se mostraba interesada en el aumento del costo de vida, en el tránsito congestionado del final de la tarde y en las dificultades que el administrador de su edificio estaba creando.
Sólo cuando estuvieron sentadas de nuevo en los dos sillones, Wicca comentó la experiencia.
—Quiero decirte una cosa —empezó—. No te preocupes en explicar emociones. Vive todo intensamente, y guarda lo que sentiste como una dádiva de Dios. Si crees que no vas a conseguir aguantar un mundo donde vivir es más importante que entender, entonces, desiste de la magia.
»La mejor manera de destruir el puente entre lo visible y lo invisible es intentando explicar las emociones.
Las emociones eran caballos salvajes y Brida sabía que en ningún momento la razón conseguía dominarlas por completo. Cierta vez tuvo un amor que se había ido por una razón cualquiera. Brida se quedó en su casa durante meses, explicándose todo el día a sí misma los centenares de defectos, los millares de inconvenientes de aquella relación. Pero todas las mañanas al despertarse pensaba en él, y sabía que si él le telefonease, ella terminaría aceptando el encuentro.
El perro, en la cocina, ladró. Brida sabía que era un código, la visita había concluido.
—¡Por favor, ni siquiera conversamos! —imploró ella—. Y necesitaba hacerte por lo menos dos preguntas.
Wicca se levantó. La chica siempre se las arreglaba para tener preguntas importantes justo a la hora de salir.
—Quería saber si los sacerdotes que vi realmente existieron.
—Tenemos experiencias extraordinarias y menos de dos horas después estamos intentando convencernos a nosotros mismos de que son producto de nuestra imaginación —dijo Wicca, mientras se dirigía al estante. Brida recordó lo que había pensado en el bosque sobre las personas que tienen miedo de lo extraordinario. Y sintió vergüenza de ella misma.
Wicca volvió con un libro en las manos.
—Los cátaros, o los Perfectos, eran sacerdotes de una iglesia creada en el sur de Francia a fines del siglo XII. Creían en la reencarnación y en el Bien y el Mal absolutos. El mundo estaba dividido entre los elegidos y los perdidos. No servía de nada intentar convertir a alguien.
»El desprendimiento de los cátaros en relación con los valores terrenales hizo que los señores feudales de la región del Languedoc adoptasen su religión; de esta forma no necesitaban pagar los pesados impuestos que la Iglesia católica exigía en aquella época. Al mismo tiempo, como los buenos y los malos ya estaban definidos antes de nacer, los cátaros tenían una actitud muy tolerante en relación con el sexo y, principalmente, con la mujer. Eran rigurosos solamente con aquéllos que recibían la ordenación sacerdotal.
»Todo iba muy bien hasta que el catarismo comenzó a difundirse por muchas ciudades. La Iglesia católica sintió la amenaza y convocó una cruzada en contra de los herejes. Durante cuarenta años, cátaros y católicos se trabaron en batallas sangrientas, pero las fuerzas legalistas, con el apoyo de varias naciones, consiguieron finalmente destruir todas las ciudades que habían adoptado la nueva religión. Faltó apenas la fortaleza de Monségur, en los Pirineos, donde los cátaros resistieron hasta que el camino secreto —por donde recibían ayuda— fue descubierto. Una mañana de marzo de 1244, después de la rendición del castillo, doscientos veinte cátaros se tiraron cantando en la inmensa hoguera encendida en la base de la montaña donde el castillo había sido construido.
Wicca dijo todo aquello con el libro cerrado en su falda. Fue al acabar la historia cuando abrió sus páginas y buscó una fotografía.
Brida miró la foto. Eran ruinas, con casi toda la torre en pedazos, mas las murallas intactas. Allí estaba el patio, la escalera por donde Loni y Talbo habían subido, la roca que se mezclaba con la muralla y la torre.
—Dijiste que tenías otra pregunta que hacerme.
La pregunta había perdido importancia. Brida ya no podía pensar bien. Se sentía rara. Con algún esfuerzo, se acordó de lo que quería saber.
—Quiero saber por qué pierdes el tiempo conmigo. Por qué quieres enseñarme.
—Porque así lo manda la Tradición —respondió Wicca—. Tú te dividiste poco en las sucesivas encarnaciones. Perteneces al mismo tipo de gente que mis amigos y yo. Nosotros somos las personas encargadas de mantener la Tradición de la Luna.
»Tú eres una bruja.
Brida no prestó atención a lo que dijo Wicca. Ni siquiera le pasó por la cabeza que tenía que fijar una nueva cita; todo lo que ella quería en aquel momento era irse, descubrir cosas que la devolviesen a un mundo familiar; una infiltración en la pared, un paquete de cigarrillos caído en el suelo, alguna correspondencia olvidada encima de la mesa del portero.
«Tengo que trabajar mañana.» Estaba de repente preocupada por el horario.
En el trayecto de regreso a su casa empezó a hacer una serie de cálculos sobre la facturación de las exportaciones durante la semana anterior de la firma para la que trabajaba y consiguió descubrir una manera de simplificar ciertos procedimientos en la oficina. Se puso muy contenta: a su jefe podría gustarle lo que estaba haciendo y, quién sabe, hasta darle un aumento.
Llegó a su casa, cenó, vio un poco de televisión. Después pasó los cálculos sobre las exportaciones al papel. Y cayó exhausta en la cama.
La facturación de las exportaciones había adquirido importancia en su vida. Era por trabajar en este tipo de cosas por lo que le pagaban.
Lo demás no existía. Lo demás era mentira.