Wicca se inclinó y miró a la joven que estaba frente a ella. «Igual a quien fui un día —pensó, con cariño—. En busca de un sentido para todo, y capaz de mirar al mundo como las mujeres antiguas, que eran fuertes y confiadas, y no se incomodaban por reinar en sus comunidades.»
En aquella época, entretanto, Dios era mujer. Wicca se inclinó sobre el cuerpo de Brida y le desató el cinturón. Después, bajó un poco la cremallera del pantalón tejano. Los músculos de Brida se pusieron tensos.
—No te preocupes —dijo Wicca, con cariño.
Levantó un poco la camiseta de la chica, de manera que su ombligo quedase expuesto. Entonces sacó del bolsillo de su manto un cristal de cuarzo y lo colocó sobre él.
—Ahora quiero que cierres los ojos —dijo con suavidad—. Quiero que imagines el mismo color del cielo, sólo que con los ojos cerrados.
Retiró del manto una pequeña amatista y la colocó entre los ojos cerrados de Brida.
Ve siguiendo exactamente lo que yo te diga a partir de ahora. No te preocupes por nada más.
»Estás en medio del Universo. Puedes ver las estrellas a tu alrededor y algunos planetas más brillantes. Siente este paisaje como algo que te envuelve completamente, y no como una tela. Siente el placer al contemplar este Universo; nada más puede preocuparte. Estás concentrada tan solo en tu placer. Sin culpa.
Brida vio el Universo estrellado y percibió que era capaz de entrar en él, al mismo tiempo que escuchaba la voz de Wicca. Ésta le pidió que viese, en medio del Universo, una gigantesca catedral. Brida vio una catedral gótica, con piedras oscuras, y que parecía formar parte del Universo a su alrededor, por más absurdo que aquello pudiera parecer.
—Camina hasta la catedral. Sube las escaleras. Entra.
Brida hizo lo que Wicca le mandaba. Subió las escaleras de la catedral, sintiendo los pies descalzos pisando en el mosaico frío. En determinado momento tuvo la impresión de estar acompañada, y la voz de Wicca parecía salir de una persona detrás de ella. «Estoy imaginando cosas», pensó Brida, y de repente se acordó de que era preciso creer en el puente entre lo visible y lo invisible. No podía tener miedo de decepcionarse, ni de fracasar.
Brida estaba ahora delante de la puerta de la catedral. Era una puerta gigantesca, trabajada en metal, con dibujos de vidas de santos. Completamente distinta a la que había visto en su viaje con el tarot.
—Abre la puerta. Entra.
Brida sintió el metal frío en sus manos. A pesar del tamaño la puerta se abrió sin ningún esfuerzo. Entró en una inmensa iglesia.
—Repara en todo lo que estás viendo —dijo Wicca. Brida notó que a pesar de estar oscuro afuera, entraba mucha luz por los inmensos vitrales de la catedral. Podía distinguir los bancos, los altares laterales, las columnatas adornadas y algunas velas encendidas. Todo, no obstante, parecía un poco abandonado; los bancos estaban cubiertos de polvo.
—Camina hacia tu lado izquierdo. En algún lugar encontrarás otra puerta. Sólo que, esta vez, muy pequeña.
Brida caminó por la catedral. Sus pies descalzos pisaban el polvo del suelo, provocando una sensación desagradable. En algún lugar, una voz amiga la guiaba. Sabía que era Wicca, pero sabía también que ya no tenía control sobre su imaginación. Estaba consciente y, no obstante, no conseguía desobedecer lo que ella le estaba pidiendo.
Encontró la puerta.
—Entra. Existe una escalera de caracol que baja.
Brida tuvo que agacharse para entrar. La escalera de caracol tenía antorchas sujetas a la pared, que iluminaban los escalones. El suelo estaba limpio; alguien había estado allí antes, para encender las antorchas.
—Estás yendo al encuentro de tus vidas pasadas. En el sótano de esta catedral existe una biblioteca. Vamos hasta allá. Estoy esperando al final de la escalera de caracol.
Brida descendió durante un tiempo que no supo determinar. La bajada la dejó un poco mareada. En cuanto llegó abajo encontró a Wicca, con su manto. Ahora se hacía más fácil, estaba más protegida. Estaba dentro de su trance.
Wicca abrió otra puerta, que estaba al final de la escalera.
—Ahora voy a dejarte aquí sola. Me quedaré afuera, esperando. Escoge un libro y él te mostrará lo que necesitas saber.
Brida ni se dio cuenta de que Wicca se quedaba atrás: contemplaba los volúmenes llenos de polvo. «Tengo que venir más aquí, dejar esto limpio.» El pasado estaba sucio y abandonado y ella sentía mucha pena por no haber leído antes todos aquellos libros. Quizá consiguiera traer de vuelta a su vida algunas lecciones importantes que ya había olvidado.
Miró los volúmenes que estaban en el estante. «Cuánto viví ya», pensó. Debía ser muy antigua; precisaba ser más sabia. Le gustaría leer todo de nuevo, pero no tenía mucho tiempo, y necesitaba confiar en su intuición. Podía volver cuando quisiera, ahora que había aprendido el camino.
Se quedó algún tiempo sin saber qué decisión tomar. De repente, sin pensarlo mucho, escogió un volumen y lo retiró. No era un volumen muy grueso y Brida se sentó en el suelo de la sala.
Se puso el libro en el regazo, pero tenía miedo. Tenía miedo de abrirlo y de que no pasara nada. Tenía miedo de no conseguir leer lo que estaba escrito.
«Tengo que correr riesgos. No tengo que tener miedo de la derrota», pensó, al mismo tiempo que abría el volumen. De repente, al mirar las páginas, se sintió mal. Estaba de nuevo mareada.
«Me voy a desmayar», consiguió reflexionar, antes de que todo se oscureciese por completo.