por Michael Collings
En marzo de 1982, leí un trabajo en el Encuentro Internacional de lo Fantástico en el Arte, en el que afirmaba que la ciencia ficción y la doctrina mormona ofrecen perspectivas esencialmente opuestas. Y siendo sus expectativas y modos de conocer el futuro tan encontrados resulta difícil que un escritor pueda combinarlas. La versión final, publicada en Dialogue: A Journal of Mormon Thought (otoño de 1984), se refería a las primeras novelas de Orson Scott Card como ejemplos de literatura que casi llegaban a fundir ambas ideas, pero yo seguía dudando sobre la posibilidad de una fusión completa.
Después, pasó algo que me hizo cambiar de opinión.
En enero de 1985, recibí una carta de Card. Era algo completamente inesperado. No nos conocíamos personalmente, no manteníamos correspondencia, y de pronto, así, de la nada, llegó un pesado paquete desde Carolina del Norte conteniendo una carta, una respuesta a mi artículo (que después se publicó en «Ciencia ficción y religión», de Card, en el número de Dialogue del verano de 1985), y una versión de un cuento.
La carta me pareció muy agradable; la respuesta, estimulante. Pero el cuento… Para mí, como lector de ciencia ficción y como mormón, «Recuperación» fue una revelación. Pero la impresión mayor todavía estaba por llegar.
Un año más tarde en 1986, «Recuperación» apareció en el número de febrero del Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine. Me compré un ejemplar y lo abrí emocionado: hay algo excitante en ver un cuento impreso en letras de molde aunque uno ya lo haya leído en el manuscrito. El cuento parece más terminado, más definitivo.
Y allí estaba. El Templo de Salt Lake medio sumergido en las aguas de la inundación de un nuevo lago Bonneville. Uno de los principios de las creencias del folklore mormón es que el Templo se construyó para permanecer hasta el Segundo Advenimiento, y el cuento daba validez a la creencia y al mismo tiempo la negaba. Sí, el Templo seguía allí, pero estaba vacío, una cáscara vacía testigo de la muerte de la fe.
Pero no del todo. Y allí estaba la belleza de la historia. El Templo se convertía en un símbolo externo de una verdad interna. Por fuera, la fe tal vez estaba muerta en el mundo del mar Mormón, pero el impulso interno hacia la fe seguía teniendo la fuerza y el poder de siempre. Hay un tesoro escondido en el Templo, pero es un tesoro que solamente pueden percibir y entender unos pocos.
En una carta posterior, Card hacía notar que no había sido totalmente consciente de ese nivel del cuento. Que el cuento resultaba «amenazador para muchas doctrinas folklóricas sobre el futuro del valle de Salt Lake». El cuento, decía, estaba pensado como ficción, no como una profecía independiente. La clave del cuento reside en comprender que un escritor de ciencia ficción no tiene que creer literalmente en el futuro que está describiendo, pero sí debe creer que ese futuro comunica las ideas fundamentales de una historia que ha de ser contada. «Cuando se habla de narrar una historia —afirma Card—, mi vocación es tan seria y cierta como la de cualquiera, y no tengo que inclinarme ante nadie excepto ante la luz que veo, y voy a hacer brillar esa luz en todos los rincones oscuros hasta que alguien me muestre una más brillante».
«Recuperación» y «El margen», escritos con apenas unos días de diferencia, fueron cuentos que abrieron camino por dos razones. En primer lugar, fueron los primeros cuentos cortos de Card en muchos años. Había escrito y publicado muchos cuentos al comienzo de su carrera, pero como ha escrito en sus notas sobre Sycamore Hill, en realidad esos cuentos eran ideas para una novela que luchaban por salir como fuese. Después de publicar más de cuarenta cuentos entre 1977 y 1981, su último cuento de ciencia ficción, «The Changed Man and the King of Words» había aparecido en 1982. Pero los dos cuentos que escribió durante el Taller de Escritores de Sycamore Hill a comienzos de 1985 eran cuentos en forma y en diseño, cuentos por naturaleza.
Segundo, eran cuentos de LDS (Latter-Day Saints, Los Santos del Último Día). «Mis cuentos hablaban de los supervivientes. Pero no de cualquier tipo de gente: yo quería hablar de los míos. Los mormones y los no mormones que viven entre ellos y tienen que adaptarse a esa religión tan peculiarmente secular», escribió. Card había estado pensando durante un tiempo las líneas argumentales de los cuentos que finalmente aparecieron como «Recuperación» y «El margen» (Magazine of Fantasy and Science Fiction, octubre, 1985), y uno que aparece en este volumen por primera vez, «Teatro ambulante». Los cuentos, y la versión extensa de la historia de la que forman parte, son ciencia ficción y mormonismo porque tratan sobre la exclusividad de la comunidad de fe y sobre los ajustes y adaptaciones que esa comunidad debe realizar para sobrevivir.
Después del Taller de Sycamore Hill, Card evaluó el efecto que esa experiencia había causado en él y escribió lo siguiente: «Me di cuenta entonces de que ese medio —el país mormón bajo el agua, los supervivientes tratando de mantener a flote la civilización— era viable y, sobre todo, de que yo era viable. Había escrito dos cuentos presentables por primera vez en años».
Si el taller solamente hubiera significado la creación de «El margen» y «Recuperación», ya habría sido un logro excepcional, importante. Los dos cuentos fueron bien recibidos. «El margen» ganó nominaciones para el Hugo y el Nebula y apareció en The Year’s Best Science Fiction, la colección de Gardner Dozois, en 1986; «Recuperación» apareció en la antología de los Nebula de 1986, editada por George Zebrowski.
Pero hubo más que esos dos cuentos en esa visión. En enero de 1987, Asimov’s publicó la tercera historia de la serie del mar Mormón, «América». En éste, Card se movía en una nueva dirección, aceptando un desafío distinto. Los primeros cuentos se concentraban en el medio mormón y en las creencias folklóricas. «América» extrapolaba principios fundamentales de la Iglesia. El Libro de Mormón es el sine qua non del mormonismo, y su premisa fundamental es el cumplimiento de la profecía: América es la nueva Tierra Prometida, y los que la posean deberán hacerlo con un sentido de responsabilidad hacia lo que es correcto y valioso. Pero en el mundo de La gente del margen los europeos-americanos han olvidado esa promesa. El corolario lógico e inexorable es que han perdido el derecho a la tierra misma. «América» habla del cumplimiento estricto y literal de la profecía cuando la Tierra engendra a un nuevo salvador del pueblo indio superviviente a las matanzas del blanco. Es un cuento legítimo como ciencia ficción, comprensible y conmovedor, que explora posibilidades y extrapolaciones. Pero es todavía más poderoso como ciencia ficción LDS, al basarse en creencias fundamentales para los mormones, un cuento que trasciende el moralismo rígido en favor de la afirmación de verdades más profundas.
Ésa es la gran fuerza de Card en La gente del margen, como en la mayoría de sus trabajos después de la publicación de su novela histórica LDS, «Saints» (Tor, 1988; como «A Woman of Destiny», Berkley, 1984). En sus primeras obras, Card excluía cuidadosamente referencias específicas a sus creencias y herencia religiosa, aunque hay muchas alusiones y conexiones estilísticas en novelas como Treason y The Worthing Chronicle. Incluso en El juego de Ender y La voz de los muertos —justamente reconocidas como obras importantes ya que ambas recibieron los mayores premios que la comunidad de la ciencia ficción pueda ofrecer— Card evita conscientemente las referencias directas del tipo LDS, aunque se habla de la iglesia en las dos, y en términos de estilo y contenido simbólico ninguna de ellas podría haber sido escrita por alguien que no fuera mormón.
Con «Recuperación» y «El margen», sin embargo, Card empezó a ser más abierto en la incorporación de su visión del mundo a su ficción. Su serie de Alvin Maker, que empezó con El séptimo hijo, continúa en tal dirección y construye sobre un fondo LDS un mundo fantástico que entretiene mientras comunica ciertos valores específicos; una segunda serie que ya tiene su contrato firmado, Homecoming, transformará la historia del Libro de Mormón en ciencia ficción, sin negar la verdad de la primera ni la integridad artística de la segunda. A medida que pasa el tiempo, Card funde más y más lo que se ha llamado una forma literaria única y norteamericana con lo que se ha llamado la única religión indígena de Estados Unidos, para crear una perspectiva completamente distinta en cuanto a la especulación y la extrapolación.
La gente del margen tal vez sea de mayor interés que las demás porque incluye las primeras manifestaciones de la visión combinada de Card. A través de todo el volumen, los cuentos hablan al lector de ciencia ficción tanto como al lector mormón, con un vocabulario que es apropiado para ambos.
Los lectores mormones que no estén familiarizados con la ciencia ficción tal vez no comprendan al principio lo que pasó antes de los párrafos que abren «Oeste», por ejemplo, pero la ambientación posholocausto resuena inmediatamente como un medio conocido para un lector de ciencia ficción. El hecho de que haya habido un intercambio nuclear entre naciones —si no las particularidades de causa y extensión de ese intercambio— se comunica con facilidad a través de la forma en que Card controla las convenciones de una de las ramas de la ciencia ficción. Solamente mucho más tarde, esos lectores comprenderán que esa pequeña banda de supervivientes es un grupo de «mormones que se quedaron atrás».
Los lectores no mormones, por otra parte, tal vez tengan dificultades al principio con las referencias a la Primaria y los obispados, a Lehi y Liahona, o con los fragmentos de las canciones que cantan los niños. Pero los lectores LDS reconocerán los términos y, sobre todo, las canciones. Nosotros sabemos inmediatamente que esa historia tiene que ver con nuestra gente, nuestra historia, nuestra épica…, no importa si está disfrazada como ficción especulativa orientada al futuro. «Oeste» habla de sufrimientos, pero su tema no es el sufrimiento: es una afirmación de la vida que muestra la forma en que la fe se despliega incluso frente a una lucha desesperada por la supervivencia. Como la historia del éxodo mormón del siglo XIX, esta historia de expulsión y muerte afirma en el fondo que hay cosas más importantes que la muerte.
La gente del margen no es un libro miope. No todos los mormones son santos, ni sabios. En «Oeste», los santos cristianos soportan el peso de la culpa por actos injustos; en «América», el peso está compartido por todos, incluyendo a los mormones, atrapados ahora entre los errores del pasado y el cumplimiento irrevocable, irresistible de sus propias escrituras.
Aquí está la esencia de la ciencia ficción…, y de la ciencia ficción LDS. ¿Y qué? La gente del margen resuena con fuerza para los dos públicos. Los cuentos advierten sobre la estupidez humana mientras afirman el valor de la existencia humana; especulan sobre futuros posibles mientras refinan y redefinen nuestra comprensión de nuestro pasado y nuestro presente.