Este es un libro curioso y sorprendente. Por una parte es una obra moderna que aborda uno de los temas más clásicos de la ciencia ficción: reconstruir la civilización tras un holocausto nuclear. Pero es también un libro escrito por un mormón que plantea la posibilidad de que la cultura mormona sea la base de la recuperación de la civilización y, como consecuencia, LA GENTE DEL MARGEN puede también contemplarse como un libro de propaganda religiosa.
En el primero de sus significados, la reconstrucción de la civilización norteamericana tras un holocausto nuclear, el libro de Card se emparenta con otros muchos de la ciencia ficción más reciente, como El CARTERO de David Brin y LA PLAYA SALVAJE de Kim Stanley Robinson.
En la versión de Card, como ocurre en las de Brin y Robinson, también la Tercera Guerra Mundial ha asolado el mundo. Aunque sólo se usaran seis misiles, fueron suficientes para matar a millones y millones de seres y casi hundir todo vestigio de civilización. La lucha de cada día consiste en sobrevivir frente a la amenaza del hambre y, sobre todo, de los propios seres humanos, que han vuelto a la barbarie. Pero hay una esperanza: alguien intenta recuperar la civilización en el territorio norteamericano de Utah, a orillas del mar Mormón. Reconstruir la civilización (norteamericana) tras un holocausto nuclear toma en LA GENTE DEL MARGEN un cariz eminentemente emotivo, ético y moral para componer un apasionante e intenso relato en torno a las gentes que reconstruyen un mundo perdido, acerca de sus problemas y sus dificultades y, ante todo, acerca de sus emociones, a las que tan brillantemente nos acerca Orson Scott Card. Por otra parte, en su aspecto religioso, LA GENTE DEL MARGEN está emparentada también con otras obras, como la ya clásica CÁNTICO POR LEIBOWITZ (1960) de Walter M. Miller Jr., pues ambas obras toman en consideración la forma en que la religión puede constituir una baza importante a la hora de reconstruir la civilización destruida por la barbarie de la guerra.
Es evidente que hay en LA GENTE DEL MARGEN algo (bastante) de propaganda mormona, pero también es posible encontrar una seria reflexión crítica sobre las creencias y costumbres de los mormones y, lo más importante, el libro narra interesantísimas historias sobre unos seres humanos que sufren y experimentan toda clase de emociones y, por ello, pueden interesar también a cualquier tipo de lector.
Pero, ya metidos de lleno en el uso de la religión dentro de la ciencia ficción, hay que reconocer que LA GENTE DEL MARGEN no es el único caso en que se introduce de forma partidista una ideología (en este caso religiosa) en la ciencia ficción. Para dar una muestra, conviene volver a uno de los títulos clásicos y más apreciados del género que, por cierto, esta colección se honrará en publicar dentro de unos meses: CÁNTICO POR LEIBOWITZ. La novela de Miller obtuvo el premio Hugo sin ocultar el punto de vista de un creyente católico que defiende el papel de la institución eclesiástica católica, a la que Miller atribuye, en una Edad Media futura, el mismo papel de transmisora y conservadora del patrimonio cultural que desempeñó en el pasado. En el fondo se trata de una reivindicación de las ventajas que el conservadurismo e inmovilismo de la institución eclesiástica católica pueden representar en un mundo devastado tras la Tercera Guerra Mundial. Como puede verse, CÁNTICO POR LEIBOWITZ comparte tema e intenciones con LA GENTE DEL MARGEN y, tal vez, la mayor «normalidad» del libro de Miller proceda del hecho que la religión católica que allí se utiliza como base de la reconstrucción de la civilización es más conocida y tiene una tradición más larga. Si Miller puede hacer propaganda de las instituciones católicas, no veo por qué Card no puede difundir las que él considera virtudes de su confesión religiosa. Los libros están en ambos casos bien escritos; resultan amenos, emotivos e interesantes, y eso es lo que en realidad interesa.
De hecho hay otros muchos autores en la ciencia ficción que no ocultan su filiación religiosa ni la militancia propagandística de algunas de sus obras. Y, hasta hoy, la mayoría de esos autores han sido católicos, desde el clásico C. S. Lewis, con la Trilogía del planeta silencioso, hasta otros autores más recientes, como Gene Wolfe con su serie del Libro del Nuevo Sol, cuyo protagonista, Severian, inicia su camino como aprendiz de torturador para convertirse finalmente en un personaje construido a imagen de Cristo que sufre y muere para salvar a los demás.
Debo reconocer que, aun no siendo mormón, las historias de LA GENTE DEL MARGEN me interesaron. Es de justicia destacar la emotividad con que Card describe y maneja a sus personajes y, también, la fuerza con que defiende y enaltece ese sentido de comunidad (de «familia») que él describe como tan propio de los mormones, aunque añada una visión ligeramente crítica de personajes que, al no pertenecer a una de esas familias, se sienten extraños, así como desamparados e incompletos.
Ese aspecto humano, por encima del religioso, es el que puede interesar a muchos lectores y por eso decidí incluir LA GENTE DEL MARGEN en esta colección, precisamente pocos meses antes de CÁNTICO POR LEIBOWITZ. Las comparaciones no tienen por qué ser necesariamente odiosas…
Aunque debo reconocer que, para un racionalista impenitente como yo, las ideologías religiosas resultan siempre bastante esotéricas. Aun respetando las creencias religiosas de las personas honestas, mi visión de las instituciones religiosas se acerca más a la de una organización que administra el poder, lo que han mostrado asimismo algunos autores de ciencia ficción. Pienso ahora en ¡HÁGASE LA OSCURIDAD! (1943) de Fritz Leiber, en SlXTH COLUMNA (1941) de Robert A. Heinlein o en algún capítulo de la trilogía inicial de la FUNDACIÓN de Isaac Asimov. En todos esos casos, ya clásicos en la historia de la ciencia ficción, se nos narra cómo se instrumentalizan las creencias religiosas para ser usadas como forma de dominación y, en definitiva, de poder por parte de los gerifaltes religiosos.
Por ello, libros como el de Miller o el de Card, que hoy presentamos, pueden interesar también a agnósticos y ateos, pues describen, no tanto las creencias religiosas y su organización institucional como elemento de poder, sino más bien la forma en que dichas creencias son vividas por quienes las siguen de buena fe. En el fondo, el sentido de comunidad que surge de compartir creencias y sentimientos religiosos resulta ser una de las formas más eficaces evidentes de afianzar la solidaridad en el seno de un grupo humano, y precisamente de eso nos habla Orson Scott Card en esta novela.
Tal vez eso sea todavía posible entre los mormones por el carácter minoritario de su religión, realmente reciente en el amplio panorama de las muchas creencias religiosas que ha profesado la humanidad. Según el octavo volumen de la Historia de las religiones de Siglo XXI, el mormonismo surgió como una de las concepciones restitucionistas de la iglesia cristiana que tan frecuentemente fueron a principios del siglo XIX. Joseph Smith, su fundador, adoptó el principio de la Iglesia como grupo de conversos y creyó que la revelación continuaba por medio de algunos elegidos, entre los cuales se contaba. Visiones y revelaciones le hicieron descubrir —si hemos de creerle— el original de un libro sagrado, el Libro de Mormón, escrito en «egipcio reformado» (¿?), que él tradujo y publicó en 1830. Esta neorrevelación estaba al mismo nivel que la Biblia y tenía su mismo valor. Atribuía un pretendido origen judío a los indios y exhortaba a los fíeles a reunirse en la IGLESIA DE LOS SANTOS DEL ÚLTIMO DÍA, en torno al profeta Smith, en espera de la parusía. […] Los discípulos de Smith padecieron innumerables dificultades provocadas tanto por su conducta como por la hostilidad de los «gentiles». El centro del movimiento se desplazó muy pronto desde el estado de Nueva York hacia Ohio. Luego, agrupados ya de forma cooperativa, casi realmente comunista, los mormones fundaron la ciudad de Nauvoo, en Illinois, donde edificaron un templo para esperar el retorno de Cristo. Pero después de la violenta muerte de su profeta, en 1844, y ante la hostilidad del ambiente, se adentraron en el oeste bajo la dirección de Brigham Young. En 1847 se instalaron a orillas del Gran Lago Salado, fundando Salt Lake City y abriendo a la colonización las tierras que formarían el estado de Utah. En los comienzos de su asentamiento, los mormones organizaron un estado teocrático, pero poco a poco pasaron a depender de la autoridad del gobierno central. La organización comunitaria de los primeros años dio extraordinarios frutos en la explotación del suelo. Hoy día hay más de un millón de mormones en Estados Unidos, la mayor parte en Utah. Muy organizados, son también financieramente muy poderosos.
Historia de las religiones,
Volumen 8, pág. 289-290,
Siglo XXI, Madrid, 1981.
Card nos recuerda en LA GENTE DEL MARGEN las persecuciones sufridas por los mormones, pero también es justo mencionar aquí que, en sus etapas de mayor intransigencia (dolencia que parece resultar común a la mayoría de religiones), los mormones también cometieron atrocidades parecidas. Es estrictamente famosa la llamada Masacre de Mountain Meadows, en 1857, cuando un grupo de mormones, dirigidos por John Doyle Lee y ayudados por los indios payutes, asesinaron a una caravana de ciento treinta y siete emigrantes de Arkansas que intentaban atravesar Utah camino de California. Esos mormones no actuaron con la tolerancia que nos muestra Card ni merecieron la denominación de «santos» que ellos mismos suelen darse: saints (santos) para referirse a los miembros de la religión mormona que es, como ya se ha dicho, la de los Latter-Day Saints (LDS - Los Santos del Último Día).
Como indica claramente Michael Collings en el comentario que cierra este libro, «el Libro de Mormón es el sine qua non del mormonismo, y su premisa fundamental es el cumplimiento de la profecía: América es la nueva Tierra Prometida». Es fácil imaginar con ello que, leído en Europa, el Libro de Mormón llegue incluso a hacer sonreír a quienes no son mormones y ni siquiera norteamericanos. Por ello cabe contemplar con cierta curiosidad e interés el intento de Orson Scott Card, cuya obra más reciente, HOMECOMING, es el inicio de una nueva serie que narra, en clave de ciencia ficción, las historias procedentes del Libro de Mormón que forman el eje central de las creencias mormonas. Tras haber leído hace años el Libro de Mormón (fruto de mi impenitente curiosidad y, todo hay que decirlo, del ímpetu proselitista de la consabida pareja de mormones norteamericanos en su obligada «misión evangelizadora» que suele durar dos años), espero con cierta impaciencia el manuscrito de Card para ver si su maestría como narrador llega a convertir en interesante lo que, leído en el original de Joseph Smith, deja mucho que desear tanto intelectual como literariamente.
De hecho, el mormonismo es, en realidad, una religión localista y muy norteamericana («la única religión indígena de Estados Unidos» dirá Collings) y, como tal, resulta bastante ajena a nuestro mundo hispano. Debemos reconocer que la estancia de Card en Brasil, entre 1971 y 1973, durante su «misión evangelizadora» mormona, parece haber ampliado el alcance de su visión, como se hace patente en «América», la última historia de este libro. Una reflexión que resulta más que adecuada en este año de 1992 en que se conmemora el quinto centenario del encuentro de la cultura europea con la verdadera cultura indígena americana.
Card, con su tolerancia y amplitud de miras, bien podría ser, no obstante, una excepción entre su gente. Como todo grupo minoritario, los mormones mantienen a sus fieles en un círculo cerrado y bastante impermeable al contacto con los «gentiles». Así se hace también patente en este libro en lo que parece ser una honesta crítica del autor a ciertos comportamientos de su propio grupo religioso: En cualquier caso, esta defensa de su particularidad ha generado entre los mormones una literatura especializada a la que ellos mismos llaman literatura LDS: revistas especializadas: The Ensign (para los adultos), The New Era (para los jóvenes) y The Friend (para los niños) y también obras de teatro, con las que, precisamente, empezó Orson Scott Card su carrera literaria y que tienen su reflejo en una de las más destacadas narraciones de este libro: «Teatro ambulante».
Porque esta obra es lo que técnicamente se denomina un fix-up, un montaje de diversas narraciones cortas que pueden tener entidad propia separadamente, pero que adquieren pleno sentido con su lectura conjunta. Así se han escrito algunos de los mejores libros de ciencia ficción, como los famosos FUNDACIÓN de Asimov, DUNE de Herbert o CIUDAD de Simak, e incluso el ya citado CÁNTICO POR LEIBOWITZ de Miller, que está formado en realidad por tres novelas cortas. Pero de la génesis de los relatos de LA GENTE DEL MARGEN y de su voluntad unitaria ya nos habla el propio Card al final del libro en su comentario «Sobre Sycamore Hill».
Aquí sólo añadiré que LA GENTE DEL MARGEN es uno de los tres volúmenes que recogen la totalidad de la narrativa breve, hasta hoy dispersa, de Orson Scott Card. Si aquí el elemento aglutinador es el mormonismo, la telepatía lo es en LA SAGA DE LOS WORTHING (1990, prevista en NOVA ciencia ficción, número 53) que unifica la primera novela de Card, HOT SLEEP (1979, reescrita en 1982 como THE WORTHING CHRONICLE), con la antología de relatos Capitol (1983), que trata temas de alguna manera cercanos. El resto de narraciones y novelas cortas de Card se encuentra en un voluminoso libro, MAPS IN A MlRROR (1990), estructurado en cinco unidades temáticas y que incluye algunas novelas cortas muy famosas, como la brillante y emotiva «Eye for Eye», que fue premio Hugo de 1988. Pero de todo ello tendremos ocasión de hablar en un futuro próximo, de momento les dejo con este libro emotivo e intencionado como pocos. Estoy seguro de que lo disfrutarán.
MIQUEL BARCELÓ