Aquella misma noche, Giton es entregado a los suplicios: el duque, Curval, Hercule y Brise-cul lo folian sin pomada; lo azotan con todas sus fuerzas, le arrancan cuatro dientes, le cortan cuatro dedos (siempre por cuatro, porque cada uno de ellos oficia), y Durcet le aplasta un cojón entre sus dedos. Augustine es azotada por los cuatro con todas sus fuerzas; su hermoso culo sangra; el duque la encula mientras Curval le corta un dedo, después Curval la encula mientras el duque le quema en seis lugares de los muslos, con un hierro al rojo vivo; le corta también un dedo de la mano, en el momento de la eyaculación de Curval, y, pese a todo esto, ella no deja de ir a acostarse con el duque. Parten un brazo a Marie, le arrancan las uñas de los dedos y se los queman. Aquella misma noche, Durcet y Curval bajan a Adélaïde a la bodega, ayudados por Desgranges y Duclos. Curval la encula por última vez, después le dan muerte en medio de espantosos suplicios que hay que detallar.

El 23. 119. Colocan a un chiquillo en una máquina que tira de él dislocándole, a veces hacia arriba, a veces hacia abajo; está roto por todas partes, lo sacan y lo vuelven a meter varios días seguidos hasta que muere.

120. Hace que una bonita muchacha masturbe hasta la extenuación a un chiquillo; se agota, no se le da de comer, y muere en medio de terribles convulsiones.

121. Se le practica en el mismo día la operación de la piedra, de la trepanación, de la fístula en el ojo, de la fístula en el ano. Se procura fallarlas todas, después se le abandona así, sin ayuda, hasta que muere.

122. Después de haberle cortado por completo la polla y los cojones, se le fabrica un coño al joven con una máquina de hierro al rojo vivo que hace el agujero y que cauteriza al instante; lo folla por esta abertura y lo estrangula con sus manos al correrse.

123. Lo cepilla con una almohaza de caballo; cuando lo ha ensangrentado de esta manera, lo frota con alcohol, que enciende, después sigue cepillando, y vuelve a frotar con alcohol, que inflama, y así sucesivamente hasta la muerte.

Aquella misma noche, presentan a Narcisse para los malos tratos; le abrasan los muslos y la polla, le aplastan los dos cojones. Toman de nuevo a Augustine, por deseo del duque, que está encarnizado con ella; le queman los muslos y los sobacos, le hunden un hierro al rojo en el coño. Se desmaya; el duque se pone aún más furioso: le corta una teta, bebe su sangre, le parte los dos brazos y le arranca el vello del coño, todos los dientes, y le corta todos los dedos de las manos que cauteriza con fuego. Sigue acostándose con ella, y, por lo que afirma la Duclos, la folla por el coño y por el culo toda la noche, anunciándole que terminará con ella al día siguiente. Aparece Louison; le parten un brazo, le abrasan la lengua, el clítoris, le arrancan todas las uñas y le queman la punta de los dedos ensangrentados. Curval la sodomiza en este estado, y, en su rabia, retuerce y manosea con todas sus fuerzas una teta de Zelmire al correrse. No contento con tal exceso, la coge de nuevo y la azota con todas sus fuerzas.

El 24. 124. El mismo que en el cuarto del 1 de enero de Martaine quiere dar por el culo al padre en medio de sus dos hijos, liberando una mano, apuñala a una de las criaturas, con la otra estrangula a la segunda.

125. Un hombre, cuya pasión consistía en azotar a mujeres preñadas en el vientre, tiene como segunda juntar a seis en la fase de ocho meses. Las ata a todas, espalda contra espalda, ofreciendo el vientre; abre el estómago de la primera, atraviesa a cuchilladas el de la segunda, da 100 puntapiés en el de la tercera, 100 bastonazos en el de la cuarta, quema el de la quinta y ralla el de la sexta, y después machaca a mazazos en el vientre a la que todavía no ha muerto gracias a su suplicio.

Curval interrumpe con alguna escena furiosa, pues esta pasión le ha excitado mucho.

126. El seductor de quien habló Duclos junta a dos mujeres. Exhorta a una, para salvar su vida, a renegar de Dios y de la religión, pero ella ha sido prevenida y se le ha dicho que no lo haga, porque si lo hace la matará, y si no lo hace no tiene nada que temer. Resiste, le salta la tapa de los sesos: «¡Una para Dios!». Hace venir a la segunda que, impresionada por el ejemplo y porque se le ha dicho en secreto que no tenía otra manera de salvar sus días que renegar, hace todo lo que se le propone. Le salta la tapa de los sesos: «¡Otra para el diablo!». El malvado recomienza el jueguecito todas las semanas.

127. A un redomado sodomita le gusta dar bailes, pero es un suelo preparado, que se hunde no bien está cargado, y casi todo el mundo perece. Si permaneciera siempre en la misma ciudad, sería descubierto, pero cambia de ciudad con mucha frecuencia; sólo es descubierto la quincuagésima vez.

128. El mismo de Martaine, del 27 de febrero, cuyo gusto consiste en hacer abortar, coloca a tres mujeres preñadas en tres posiciones crueles, de manera que formen tres divertidos grupos. Las ve parir en esta situación; después les ata sus criaturas al cuello, hasta que la criatura haya muerto, o ellas se la hayan comido, pues las deja en esta postura sin alimentarlas.

128 bis. El mismo tenía también otra pasión: hacía parir a dos mujeres delante de él, les vendaba los ojos, mezclaba las criaturas, que sólo conocía él por una marca, después les ordenaba que fueran a reconocerlas. Si no se equivocaban, las dejaba vivir; si se equivocaban, las abría en canal a sablazos encima del cuerpo de la criatura que creían propia.

Aquella misma noche, presentan a Narcisse en las orgías; acaban por cortarle todos los dedos de las manos mientras el obispo le da por el culo y Durcet opera, le hunden una aguja ardiente en el canal de la uretra. Hacen venir a Giton, lo magrean y juegan a la pelota con él, y le parten una pierna mientras el duque le da por el culo sin correrse. Llega Zelmire: le queman el clítoris, la lengua, las encías, le arrancan cuatro dientes, le abrasan seis partes de los muslos por delante y por detrás, le cortan los dos pezones, todos los dedos de las manos, y Curval la encula en tal estado sin correrse. Traen a Fanchon, a la que sacan un ojo.

Durante la noche, el duque y Curval, escoltados por Desgranges y Duclos, bajan a Augustine a la bodega. Tenía el culo muy bien conservado, la azotan, después cada uno le da por el culo sin correrse; después el duque le hace 58 heridas en las nalgas, en cada una de las cuales vierte aceite hirviente. Después le hunde un hierro al rojo en el coño y en el culo, y se la folla sobre las heridas con un condón de piel de tiburón que le desgarra de nuevo las quemaduras. Hecho esto, le descubren los huesos y se los sierran en diferentes lugares, después descubren sus nervios en cuatro lugares formando una cruz, le atan un torniquete a cada extremo de esos nervios, y lo hacen girar, lo que estira estas partes delicadas y le hace sufrir unos dolores increíbles. Le dan un descanso para que sufra más, después reanudan la operación, y, esta vez, le arañan los nervios con un cortaplumas, a medida que se estiran. Hecho esto, le hacen un agujero en el gaznate, por el que agarran y meten su lengua; le queman a fuego lento la teta que le queda, después le hunden en el coño una mano armada con un escalpelo, con el que rompen el tabique que separa el ano de la vagina; retiran el escalpelo, hunden de nuevo la mano, buscan en sus entrañas y la obligan a cagar por el coño; después, por la misma abertura, le desgarran el saco del estómago. Después vuelven a la cara: le cortan las orejas, le abrasan el interior de la nariz, le ciegan los ojos dejando caer cera de España ardiente dentro de ellos, le inciden el cráneo, la cuelgan por los cabellos atándole piedras a los pies, para que caiga y el cráneo se desprenda. Cuando sufrió esta caída, seguía respirando, y el duque la folló por el coño en este estado; se corrió y se retiró aún más furioso. La abrieron, le abrasaron las entrañas en el mismo vientre, e introdujeron una mano armada con un escalpelo que fue a pincharle el corazón por dentro, en diferentes lugares. Ahí fue cuando entregó el alma. Así pereció a los quince años y ocho meses una de las criaturas más celestiales que haya dado la naturaleza, etcétera. Su elogio.

El 25. (A partir de esa mañana, el duque toma a Colombe por su mujer, y ella cumple sus funciones.)

129. Un gran aficionado a los culos encula a la querida ante los ojos del amante y al amante ante los ojos de la querida, después clava al amante sobre el cuerpo de la querida, y les deja morir así el uno sobre el otro y boca contra boca.

Este será el suplicio de Céladon y de Sophie, que se aman, y se interrumpe para obligar a Céladon a que él mismo arroje cera de España sobre los muslos de Sophie; se desmaya; el obispo le folla en este estado.

130. El mismo que se divertía en arrojar una muchacha al agua y en sacarla tiene, como segunda, arrojar siete u ocho muchachas a un estanque y verlas debatir[se]. Les ofrece una barra al rojo vivo, ellas se agarran a ella, pero él las rechaza, y para que perezcan con absoluta seguridad, les ha cortado a cada una de ellas un miembro al arrojarlas.

131. Tenía como gusto primero hacer vomitar: lo perfecciona utilizando un secreto por medio del cual esparce la peste en toda una provincia; es increíble la cantidad de gente que ha hecho perecer. Envenenaba también las fuentes y los ríos.

132. Un hombre al que le gustaba el látigo hace meter a tres mujeres embarazadas en una jaula de hierro con una criatura cada una. Calientan la jaula por debajo; a medida que la plancha se calienta, ellas saltan, toman a sus criaturas en los brazos, y acaban por caer y morir así. (Esto se ha dicho en algún lugar anteriormente, ver dónde.)

133. Le gustaba pinchar con una lezna, y lo perfecciona encerrando a una mujer preñada en un tonel lleno de púas, después hace rodar velozmente el tonel por un jardín.

Constance se ha apenado tanto ante estos relatos de suplicios de mujeres preñadas que Curval ha sentido placer. Ve con absoluta claridad su suerte. Como ya se aproxima, creen que pueden comenzar a maltratarla: le queman los muslos en seis lugares, le arrojan cera de España en el ombligo, y le pinchan las tetas con alfileres. Aparece Giton; le hunden una aguja al rojo vivo en la polla, de lado a lado, le pinchan los cojones, le arrancan cuatro dientes. Llega después Zelmire, cuya muerte está próxima. Le hunden un hierro al rojo en el coño, le hacen seis heridas en el pecho y doce en los muslos, le pinchan con fuerza en la parte superior del ombligo, recibe 20 bofetadas de cada amigo, le arrancan cuatro dientes, le pinchan un ojo, la azotan, y la enculan. Al sodomizarla, su esposo Curval le anuncia su muerte para el día siguiente; ella se congratula, diciendo que será el fin de sus males. Aparece Rosette; le arrancan cuatro dientes, la marcan con un hierro candente en los dos omoplatos, la cortan en los dos muslos y en las pantorrillas; después la enculan mientras le amasan los pechos. Aparece Thérèse; le sacan un ojo y le dan 100 vergajazos en la espalda.

El 26. 134. Un sodomita se coloca al pie de una torre, en un lugar provisto de púas de hierro. Le arrojan desde lo alto de la torre varias criaturas de ambos sexos que antes ha enculado: disfruta viéndolos atravesados y a él salpicado por su sangre.

135. El mismo de quien ella habló el 11 y el 13 de febrero, y cuyo gusto consiste en incendiar, tiene también como pasión encerrar a seis mujeres preñadas en un lugar donde están atadas sobre unas materias combustibles; les prende fuego y, si quieren escapar, las espera con un espetón de hierro, las empuja y las devuelve al fuego. Sin embargo, cuando están a medio asar, el suelo se hunde, y caen en una gran cuba de aceite hirviente preparada abajo, y acaban de morir.

136. El mismo de la Duclos que detesta tanto a los pobres, y que compró a la madre de Lucile, su hermana y a ella misma, que también ha sido citado por Desgranges (comprobarlo), tiene como otra pasión reunir a una familia pobre sobre una mina y verla saltar.

137. Un incestuoso, gran aficionado a la sodomía, para juntar este crimen a los del incesto, del asesinato, de la violación, del sacrilegio, y del adulterio, se hace encular por su hijo con una hostia en el culo, viola a su hija casada y mata a su sobrina.

138. Un gran partidario de culos estrangula a una madre mientras la encula; cuando ha muerto, le da la vuelta y la folla por el coño. Al correrse, mata a la hija sobre el seno de la madre de cuchilladas en el pecho, después folla a la hija por el culo aunque esté muerta; después, absolutamente convencido de que todavía no han muerto y de que sufrirán, arroja los cadáveres al fuego, y se corre al verlos arder. Es el mismo de quien habló Duclos el 29 de noviembre, al que le gustaba ver a una muchacha en una cama de satén negro; también es el mismo al que Martaine alude en primer lugar el 11 de enero.

Narcisse es presentado a los suplicios; le cortan una muñeca. Hacen lo mismo con Giton. Queman a Michette en el interior del coño; otro tanto a Rosette; y ambas son quemadas en el vientre y en las tetas. Pero Curval, que no es dueño de sí mismo pese a los acuerdos, corta todo un pecho a Rosette mientras encula a Michette. Después aparece Thérèse, a la que dan 200 vergajazos en el cuerpo y le sacan un ojo.

Aquella noche, Curval va a buscar al duque y, escoltados por Desgranges y Duclos, hacen bajar a Zelmire a la bodega, donde se ponen en práctica los suplicios más refinados para hacerla perecer. Todos ellos son aún mucho más fuertes que los de Augustine, y todavía siguen ocupados al día siguiente por la mañana, a la hora del desayuno. Esta hermosa muchacha muere a los quince años y dos meses: era la que tenía el culo más bello del serrallo de las jóvenes. Y al día siguiente, Curval, que no tiene mujer, toma a Hébé.

El 27. Se aplaza para el día siguiente la celebración de la fiesta de la decimoséptima y última semana, a fin de que esta fiesta acompañe la clausura de los relatos; y Desgranges cuenta las pasiones siguientes:

139. Un hombre de quien Martaine habló el 12 de febrero, y que prendía fuegos artificiales en el culo, tiene como segunda pasión atar a dos mujeres preñadas juntas, en forma de bola, y dispararlas por una pedrera.

140. Uno cuyo gusto consistía en escarificar obliga a dos mujeres preñadas a pelear en una habitación (las observa sin ningún riesgo), a pelear, digo, a puñaladas. Están desnudas; las amenaza apuntándolas con un fusil, si no lo hacen con entusiasmo. Si se matan, es lo que quiere; si no, se precipita en la habitación donde están, espada en mano, y cuando ha matado a una, desvientra a la otra y le quema las entrañas con agua fuerte, o con pedazos de hierro candente.

141. Un hombre, a quien le gustaba azotar a las mujeres preñadas en el vientre, rectifica atando a la muchacha preñada en una rueda, y debajo de ella amarra en un sillón, sin poderse mover, a la madre de esta muchacha, con la boca abierta de par en par y obligada a recibir en su boca todas las porquerías que desprende el cadáver, y la criatura si pare.

142. Aquel de quien Martaine habló el 16 de enero, y al que le gustaba pinchar el culo, ata a una muchacha a una máquina llena de púas de hierro; la folla por encima, de modo que a cada sacudida que da, la clava; después, le da la vuelta y la folla por el culo para que se pinche igualmente del otro lado, y le empuja la espalda para que atraviesen las tetas. Cuando lo ha hecho, coloca encima de ella una plancha de hierro igualmente preparada, y luego, con unos tornillos, las dos planchas se juntan. Así muere, aplastada y pinchada por todas partes. Este apretamiento se hace poco a poco; le dan todo el tiempo de morir entre los dolores.

143. Un fustigador coloca a una mujer preñada en una mesa; la clava a esta mesa hundiendo en primer lugar un clavo candente en cada ojo, uno en la boca, uno en cada teta; después quema el clítoris y los pezones con una vela, y, lentamente, le sierra las rodillas por la mitad, le parte los huesos de las piernas, y acaba por hundirle un enorme clavo al rojo vivo en el ombligo, que acaba con su criatura y con ella. La quiere a punto de parir.

Aquella noche, azotan a Julie y Duclos, pero por diversión, pues las dos forman parte de las conservadas. Pese a ello queman a Julie en dos lugares de los muslos, y la depilan. Constance, que debe perecer el día siguiente, comparece, pero ella todavía ignora su destino. Le queman los dos pezones, le vierten cera de España en el vientre, le arrancan cuatro dientes y la pinchan con una aguja en el blanco de los ojos. Comparece Narcisse, que también debe ser inmolado al día siguiente; le arrancan un ojo y cuatro dientes. Giton, Michette y Rosette, que también deben acompañar a Constance a la tumba, pierden cada uno un ojo y cuatro dientes; Rosette tiene los dos pezones cortados, y seis pedazos de carne arrancados, tanto en los brazos como en los muslos; le cortan todos los dedos de las manos, y le hunden un hierro candente en el coño y en el culo. Curval y el duque se corren cada uno de ellos dos veces. Llega Louison, a la que dan 100 vergajazos, y a la que arrancan un ojo, que le obligan a comer; y lo hace.

El 28. 144. Un sodomita hace buscar a dos buenas amigas, las ata una con otra boca con boca, frente a ellas hay una excelente comida, pero no pueden alcanzarla, las contempla devorarse entre sí cuando el hambre las acucia.

145. Un hombre, a quien le gustaba azotar mujeres preñadas, encierra a seis de esta clase en un redondel formado por unos cercos de hierro: eso forma una jaula dentro de la cual están todas ellas frente a frente. Poco a poco, los cercos se comprimen y se estrechan, y ellas están, así, las seis aplastadas y sofocadas con sus frutos; pero, antes, se les ha cortado a todas una nalga y una teta que él les coloca a modo de palatina.

146. Un hombre, a quien también le gustaba azotar a mujeres preñadas, ata a dos, cada una a una pértiga que, por medio de una máquina, las arroja y las frota entre sí. A fuerza de chocar, acaban por matarse mutuamente, y él se corre. Procura conseguir madre e hija, o dos hermanas.

147. El conde de quien habló Duclos, y de quien también habló Desgranges el 26, el que compró a Lucile, su madre y la hermanita de Lucile, de quien también habló Martaine en el cuarto del 1 de enero, tiene como última pasión colgar tres mujeres encima de tres agujeros: la primera está colgada por la lengua, y el agujero que tiene debajo es un pozo muy profundo; la segunda está colgada de las tetas, y el agujero que tiene debajo es una hoguera; la tercera tiene el cráneo rajado y está colgada por la cabellera, y el agujero que tiene debajo está lleno de púas de hierro. Cuando el peso del cuerpo de estas mujeres tira de ellas, cuando los cabellos se desprenden con la piel del cráneo, cuando las tetas se desgarran y cuando la lengua se corta, no hacen sino pasar de un suplicio a otro. Cuando puede, mete ahí tres mujeres preñadas, o si no a una familia, y para esto utilizó a Lucile, su hermana y su madre.

148. La última. (Comprobar por qué faltan estas dos, estaban en los borradores.) El gran señor que se entrega a la última pasión que designaremos bajo el nombre del infierno ha sido citado cuatro veces: es el último del 29 de noviembre de Duclos, es aquel de Champville que sólo desvirga de nueve años, el de Martaine que desvirga por el culo de tres años, y aquel de quien la misma Desgranges ha hablado un poco antes (comprobar dónde). Es un hombre de cuarenta años, de estatura enorme, y dotado como un mulo; su polla tiene cerca de nueve pulgadas de circunferencia por un pie de longitud. Es muy rico, muy gran señor, muy duro, y muy cruel. Para esta pasión, tiene una casa en las afueras de París, extremadamente aislada. El apartamento donde transcurre su voluptuosidad es un gran salón muy sobrio, pero tapizado y acolchado por todas partes; una gran ventana es la única abertura que se le ve a esta habitación; da sobre un vasto subterráneo a 20 pies bajo el suelo del salón, y, bajo la ventana, hay unos colchones que reciben a las muchachas a medida que él las arroja a esta bodega, cuya descripción reanudaremos inmediatamente. Necesita a 15 muchachas para esta sesión, y todas ellas entre quince y diecisiete años, ni por encima ni por debajo. Emplea a seis alcahuetas en París, y 12 en las provincias, para buscarle cuanto es posible encontrar de más encantador en esta edad, y las reúne como en un vivero, a medida que las encuentra, en un convento del campo del que es dueño; y de allí salen los 15 sujetos para su pasión, la cual se realiza regularmente cada 15 días. El mismo examina, la víspera, los sujetos; al menor defecto las hace desechar: quiere que sean absolutamente unos modelos de belleza. Llegan, acompañadas por una alcahueta, y se quedan en una habitación cercana a su salón de voluptuosidad. Se las muestran antes en esta primera habitación, las quince desnudas; las toca, las manosea, las examina, las chupa en la boca, y las hace cagar a todas una tras otra en su boca, pero no traga. Realizada esta primera operación con una seriedad impresionante, las marca a todas en el hombro con un hierro candente, con el número del orden por el que quiere que se las hagan pasar. Hecho esto, entra en su salón, y permanece un instante a solas, sin que se sepa en qué utiliza este momento de soledad. Después, llama; le arrojan, pero le arrojan exactamente, la muchacha número 1: la alcahueta se la lanza, y él la recibe en sus brazos; está desnuda. Cierra su puerta, coge unas varas, y comienza a azotarla en el culo; hecho esto, la sodomiza con su enorme polla, y jamás tiene necesidad de ayuda. No se corre. Saca su polla empalmada, toma de nuevo las varas y azota a la muchacha en la espalda, los muslos por delante y por detrás, después vuelve a acostarla y la desvirga por delante; después, recoge las varas y la azota con todas sus fuerzas en el pecho, luego coge los dos senos y los manosea con todas sus fuerzas. Hecho esto, practica seis heridas, con una lezna, en las carnes, de las cuales una en cada teta tumefacta. Después, abre la ventana que da al subterráneo, coloca a la muchacha de pie delante de él ofreciéndole el culo, y casi en medio del salón en frente de la ventana; allí, le da un puntapié en el culo, tan violento que la arroja por la ventana, donde caerá encima de los colchones. Pero, antes de precipitarlas así, les coloca una cinta en el cuello, y esta cinta que significa un suplicio es análoga a aquel que él imagina que serán los más adecuados, o que será más voluptuoso infligir[le], y es increíble el tacto y el conocimiento que posee en esto. Todas las muchachas pasan así, una tras otra, y todas sufren absolutamente la misma ceremonia, de manera que tiene 30 desvirgamientos en la jornada, y todo ello sin derramar una gota de leche. La bodega donde las muchachas caen está llena de 15 diferentes surtidos de suplicios espantosos, y un verdugo, bajo la máscara y el emblema de un demonio, cuida de cada suplicio, vestido con el color atribuido a este suplicio. La cinta que la muchacha tiene en el cuello responde a uno de los colores atribuidos a estos suplicios y, no bien cae, el verdugo de este color se apodera de ella y la lleva al suplicio de su incumbencia; pero sólo comienzan a aplicarlos a la caída de la decimoquinta muchacha. Tan pronto como ésta ha caído, nuestro hombre, en un estado furibundo, que ha tomado 30 virgos sin correrse, desciende casi desnudo y con la polla pegada al vientre a esta guarida infernal. Entonces todo se pone en marcha y todos los tormentos funcionan, funcionan a un tiempo.

El primer suplicio es una rueda sobre la cual está la muchacha, y que gira incesantemente rozando un círculo provisto de hojas de navaja de afeitar donde la desdichada se rasguña y se corta en todos los sentidos a cada vuelta; pero como sólo la rozan, gira por lo menos dos horas antes de morir.

El 2.° La muchacha está acostada a dos pulgadas de una placa al rojo vivo que la funde lentamente.

3.° Está clavada por la rabadilla a una pieza de hierro candente, y cada uno de sus miembros contorsionado en una dislocación espantosa.

4.° Los cuatro miembros atados a cuatro resortes que se alejan poco a poco y tiran lentamente, hasta que al fin se desprenden y el tronco cae a una hoguera.

5.° Una campana de hierro al rojo le sirve de bonete sin apoyar, de modo que su cerebro se funde lentamente y su cabeza se asa poco a poco.

6.° Está encadenada en una cuba de aceite hirviendo.

7.° Expuesta de pie ante una máquina que le lanza seis veces por minuto una saeta punzante al cuerpo, y siempre en un sitio nuevo; la máquina sólo se para cuando la ha cubierto por completo.

8.° Sus pies en un horno; y una masa de plomo sobre su cabeza la baja poco a poco, a medida que se abrasa.

9.° Su verdugo la pincha a cada instante con un hierro al rojo vivo; ella está atada delante de él; él hiere así poco a poco todo el cuerpo con todo detalle.

10.° Está encadenada a un pilar bajo un globo de cristal, y 20 serpientes hambrientas la devoran minuciosamente en vivo.

11.° Está colgada de una mano con dos balas de cañón en los pies; si se cae, es a un horno.

12.° Está empalada por la boca, con los pies al aire; un diluvio de pavesas ardientes le cae en todo instante sobre el cuerpo.

13.° Los nervios sacados del cuerpo y atados a unos cordones que los estiran; y, durante ese tiempo, son mechados con puntas de hierro ardientes.

14.° Atenazada y azotada alternativamente en el coño y en el culo con unas disciplinas de hierro con estrellas de acero al rojo vivo, y, de vez en cuando, arañada por unas uñas de hierro candente.

15.° Es envenenada con una droga que le abrasa y desgarra las entrañas, que le provoca unas convulsiones espantosas, le arranca unos aullidos terribles, y sólo debe hacerla morir la última; este suplicio es uno de los más tremendos.

El malvado se pasea por su bodega en cuanto ha bajado; examina un cuarto de hora cada suplicio, blasfemando como un condenado y abrumando a la paciente con insultos. Cuando al final ya no puede más, y su leche, tanto tiempo cautiva, está a punto de escapar, se arroja a un sillón desde donde puede observar todos los suplicios. Dos de los demonios se le acercan, muestran su culo y le masturban, y él pierde su leche lanzando unos aullidos que ahogan por completo los de las quince pacientes. Hecho esto, sale; dan el tiro de gracia a las que todavía no han muerto, entierran sus cuerpos, y todo ha terminado hasta la próxima quincena.

La Desgranges termina sus relatos; es felicitada, celebrada, etcétera. Se han hecho, desde la mañana de aquel día, unos preparativos terribles para la fiesta que se proyecta. Curval, que detesta a Constance, ha ido a follarla por el coño de buena mañana y le ha anunciado su sentencia mientras la follaba. El café ha sido ofrecido por las víctimas, a saber: Constance, Narcisse, Giton, Michette y Rosette. Allí se han cometido horrores; al relato que acabamos de leer, asistieron, desnudos, los grupos que pudieron formarse. Y tan pronto como la Desgranges hubo terminado, se hace aparecer en primer lugar a Fanny, le cortan los dedos que le quedaban en las manos y en los pies, y es enculada sin pomada por Curval, el duque y los cuatro primeros folladores. Llega Sophie; obligan a Céladon, su amante, a quemarle el interior del coño, le cortan todos los dedos de la mano y la sangran por los cuatro miembros, le desgarran la oreja derecha y arrancan el ojo izquierdo. Céladon ha sido obligado a ayudar en todo y a actuar a menudo por su cuenta, y, ante la menor mueca, era azotado con unas disciplinas con puntas de hierro. Después, se cena; la comida es voluptuosa, y sólo se bebe en ella Champagne espumoso y licores. El suplicio se celebra a la hora de las orgías. Han llegado a los postres a advertir a los señores que todo estaba preparado; bajan, y encuentran la bodega muy adornada y muy bien preparada. Constance está acostada en una especie de mausoleo, y las cuatro criaturas adornan las cuatro esquinas. Como los culos estaban muy lozanos, se ha sentido todavía mucho placer en manosearlos. Finalmente ha comenzado el suplicio: el propio Curval ha abierto el vientre de Constance mientras da por el culo a Giton, y le arranca el fruto, ya muy formado y destinado al sexo masculino; después se han continuado los suplicios sobre estas cinco víctimas, que han sido todos ellos tan crueles como variados.

El 1 de marzo, viendo que las nieves todavía no se han fundido, deciden despachar minuciosamente todo lo que queda. Los amigos forman nuevas familias en sus dormitorios, y deciden dar una cinta verde a todo lo que debe ser devuelto a Francia, a condición de que colabore con los suplicios del resto. No se dice nada a las seis mujeres de la cocina, pero se decide sacrificar a las tres sirvientas que no están nada mal, y salvar a las tres cocineras debido a sus talentos. En consecuencia, se hace la lista, y se ve que en esta época ya están sacrificados:

 

En esposas: Aline, Adélaïde y Constance

3

En muchachas del serrallo: Augustine, Michette, Rosette y Zelmire

4

En putos: Giton y Narcisse

2

En folladores: uno de los subalternos

1

……

Total

10

Así que se arreglan las nuevas familias.

El duque toma con él o bajo su protección: a Hercule, la Duclos y una cocinera

4

Curval toma: a Brise-cul, Champville y una cocinera

4

Durcet toma: a Bande-au-ciel, Martaine y una cocinera

4

Y el obispo: a Antinoüs, la Desgranges y Julie

4

……

Total

16

Y se decide que al instante, y por intervención de los cuatro amigos, de los cuatro folladores y de las cuatro historiadoras (no queriendo utilizar en absoluto a las cocineras), se apoderarán de todos los restantes, de la manera más traidora posible, a excepción de las tres sirvientas, de las que sólo se apoderarán los últimos días, y que se creará, en los apartamentos superiores, cuatro prisiones; que se introducirá a los tres folladores subalternos en la más segura, y encadenados; en la segunda, a Fanny, Colombe, Sophie y Hébé; en la tercera, a Céladon, Zélamir, Cupidon, Zéphire, Adonis e Hyacinthe; y en la cuarta, a las cuatro viejas; y que, como despacharán a un sujeto cada día, cuando se quiera detener a las tres sirvientas, se las pondrá en aquella cárcel que se encuentre vacía. Hecho esto, dan a cada historiadora el mando de una prisión. Y los señores se divertirán, cuando les parezca, con estas víctimas, o en su prisión, o las harán ir a las salas o a su habitación, de acuerdo con su capricho. En consecuencia, despachan, pues, como acaba de decirse, a un sujeto cada día en el orden siguiente:

El 1 de marzo, Fanchon. El 2, Louison. El 3, Thérèse. El 4, Marie. El 5, Fanny. El 6 y el 7, Sophie y Céladon juntos, como amantes, y perecen, como ya se ha dicho, clavados el uno sobre el otro. El 8, uno de los folladores subalternos. El 9, Hébé. El 10, uno de los folladores subalternos. El 11, Colombe. El 12, el último de los folladores subalternos. El 13, Zélamir. El 14, Cupidon. El 15, Zéphire. El 16, Adonis. El 17, Hyacinthe. El 18, por la mañana, se apoderan de las tres sirvientas, a las que encierran en la prisión de las viejas, y se las despacha el 18, el 19 y el 20.

Total: 20

Esta recapitulación permite ver la utilización de todos los sujetos, ya que había en total 46, a saber:

Amos

4

Viejas

4

En la cocina

6

Historiadoras

4

Folladores

8

Muchachos

8

Esposas

4

Muchachas

8

……

Total

46

Que, sobre eso, ha habido 30 inmolados y 16 que regresan a París.

Cuenta del total:

Sacrificados antes del 1 de marzo en las primeras orgías

10

A partir del 1 de marzo

20

Y regresan

16 personas

……

Total

46

Respecto tanto a los suplicios de los 20 últimos sujetos como a la vida que se lleva hasta la partida, detallarlo a vuestro antojo. Comenzaréis por decir que los 12 restantes comían juntos, y los suplicios a vuestro capricho.