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Ansset les cantó.

Al principio no pudieron comprender por qué los habían traído a escuchar a aquel anciano. No habían ambicionado el sonido de su voz como lo hizo Fiimma. Fue dura para ellos.

Su tono era falso. Su voz no era fuerte. Sus canciones eran rudas y sin pulir.

Pero después de un rato, después de una hora, empezaron a comprender. Y, comprendiendo, empezaron a sentir. Sus rudas melodías eran sólo intenciones: empezaron a vislumbrar la música que él pretendía cantarles. Empezaron a comprender las historias que su voz les narraba, y sintieron con ellas exactamente lo mismo que él sentía.

Ansset les cantó su vida. Les cantó desde el principio, su secuestro, su vida en la Casa del Canto, su silencio y la agonía que por fin había sido rota y curada por Esste en la prueba de la Sala Alta. Les cantó sobre Mikal. Les cantó acerca de su cautiverio, de sus asesinatos y de la pena por la muerte de Mikal. Les cantó sobre Riktors Ashen y sobre su desesperación cuando la Casa del Canto no quiso aceptarle de vuelta. Les cantó sobre Kyaren, que fue su amiga cuando más necesitaba la amistad; les cantó acerca de gobernar la Tierra. A medida que revivía cada suceso, sus emociones eran casi las mismas que había sentido en cada ocasión. Y como sentía fuertemente, su audiencia lo sintió con la misma fuerza, pues si Ansset había perdido la voz, había ganado en poder, y podía tocar los corazones como no podía hacerlo ningún otro cantor, a pesar de sus debilidades.

Y cuando cantó su amor por Josif y la muerte de Josif, cuando cantó la terrible canción que destruyó la mente de Riktors y mató a Ferret, fue más allá de lo que alguien puede soportar. El Control se rompió por toda la sala.

Habían sido derribados no sólo por su voz, sino también por el cansancio. Ansset no cantaba con rapidez, pues algunas canciones no pueden ser cantadas sin tiempo. Fue en su cuarto día de canto, con la voz quebrándose a menudo por el cansancio y a veces susurrando porque no podía sostener el tono, cuando les llevó al borde de la locura, donde él mismo había estado.

Durante una hora aterradora, Ller y Rruk creyeron haber cometido un error, temieron que nadie pudiera soportar lo que estaba haciendo Ansset, que sería un golpe del que la Casa del Canto nunca podría recuperarse.

Pero él continuó. Cantó la cura de las canciones de Esste; cantó el gentil amor de Kyaren y el Mayordomo y su familia; cantó la reconciliación con Riktors; cantó los años de servicio al imperio y el amor, por fin, a todos los que conocía.

Y cantó sobre el regreso a casa.

Al final del sexto día su voz guardó silencio, y su trabajo culminó.

Los efectos tardaron tiempo en sentirse. Al principio todas las canciones de las Salas Comunes y Cámaras empeoraron; todos los niños se tambalearon bajo el peso de lo que se les había dado. Pero después de unos días algunos niños empezaron a incorporar la vida de Ansset en sus canciones. Tras unas semanas, en un grado o en otro, todos los niños lo hicieron. Y los maestros también fueron enriquecidos por la experiencia, de modo que una nueva profundidad recorrió los pasillos de la Casa del Canto.

Y ese año, incluso los cantores que dejaban la Casa del Canto sonaban como Pájaros Cantores para la gente a la que iban a servir. Y los Pájaros Cantores eran tan potentes, tan hermosos, que la gente decía por todo el imperio: «Algo ha sucedido en la Casa del Canto». Aquellos que habían oído cantar a Ansset notaron que habían escuchado aquellas canciones antes.

—Cantan como el Pájaro Cantor de Mikal —decían—. Pensé que nunca volvería a escuchar cantar así, pero cantan como el Pájaro Cantor de Mikal.