Una lección.
Esste llevó a Ansset a una habitación vacía, sin ventanas. Sólo piedra, una docena de metros cuadrados, y una gruesa puerta que no dejaba pasar ningún sonido. Se sentaron en el suelo y, ya que todos los suelos eran de piedra igual que aquél, se sintieron cómodos, o como mínimo familiarizados, y Ansset pudo relajarse.
—Canta —dijo Esste, y Ansset cantó.
Como siempre, su cuerpo permanecía rígido y su cara no mostraba emoción alguna. Como siempre, el canto era intensamente emocional. Esta vez cantó sobre oscuridad y espacios cerrados, y pareció afligido. Esste se sorprendía, a menudo, de la profunda capacidad de comprensión que Ansset mostraba hacia unas cosas que, por su edad, era imposible que conociera por experiencia propia.
La canción resonó y se repitió como un eco por las paredes.
—Resuena —dijo Esste.
—Mmmm —contestó Ansset.
—Canta de manera que no resuene.
Ansset volvió a cantar, esta vez sin palabras, una canción esencialmente sin significado que danzaba con facilidad entre sus notas más bajas (que no eran muy bajas en sí) y salían más en forma de aire que de tono. La canción no resonó.
—Canta de manera que la canción sea tan alta para mí, aquí junto a la pared, como para ti, pero sin que resuene.
—No puedo —dijo Ansset.
—Sí puedes.
—¿Puedes tú?
Esste cantó, y la canción llenó la habitación pero no produjo ningún eco.
Y Ansset siguió cantando. Una hora, intentando encontrar la voz exacta para aquella habitación. Finalmente, después de dos horas, lo consiguió.
—Hazlo otra vez.
Lo hizo. Y entonces preguntó:
—¿Por qué?
—No se canta sólo en el silencio. También se canta en el espacio. Debes cantar exactamente para el espacio que se te dé. Debes llenarlo para que nadie quede sin oírte y a la vez puedas conservar tu tono de un modo tan claro y libre de ecos que todos puedan oír exactamente lo que tu cuerpo produzca.
—¿Tengo que hacerlo siempre así?
—Con el tiempo se convierte en un reflejo, Ansset.
Permanecieron en silencio durante unos instantes. Y luego, suavemente, Ansset dijo:
—Me gustaría llenar la Cámara de esta forma.
Esste sabía lo que estaba pidiendo, y rehusó responder a su verdadera pregunta.
—Creo que la Cámara está vacía ahora. Podríamos ir allí.
Ansset luchó consigo mismo durante un momento… o al menos eso supuso Esste, porque aunque guardó silencio durante un instante, su rostro era impasible.
—Madre Esste —dijo por fin—. No sé por qué he estado prohibido.
—¿Lo has estado?
—Sabes que sí —contestó el niño suavemente.
Era una victoria menor. Ella le había forzado a preguntar. Sin embargo, la victoria carecía de valor. Ansset no había perdido el Control. Simplemente, había considerado improductivo seguir guardando silencio al respecto. Esste se recostó contra el muro de piedra, sin darse cuenta de que ella misma estaba cediendo ante su rigidez para relajarse.
—Ansset, ¿cuál es tu canción?
Él la miró de modo inexpresivo. Esperó. Aparentemente, no comprendía.
—Ansset, lo que haces es repetirnos nuestras canciones. Sigues captando lo que la gente siente y lo intensificas y nos conmueves, ¿pero cuál es tu canción, chiquillo?
—Todas.
—Ninguna. Hasta ahora nunca te he oído cantar una canción que supiera que pertenecía solamente a Ansset.
El niño no perdió el Control.
Seguramente tenía que estar enfadado. Pero sólo la miró con los ojos vacíos.
—Te equivocas —dijo.
Sólo tenía seis años y decía te equivocas.
—No volverás a cantar de nuevo en público hasta que no me hayas cantado en privado una canción que sea tuya.
—¿Cómo lo sabrás?
—No lo sé, Ansset, Pero lo sabré.
Ansset siguió mirándola fijamente, y ella, a causa de su propio Control, no apartó la mirada. Algunos niños habían aprendido muy mal el Control anteriormente, y por eso terminaban siendo Sordos. El Control no era fácil para nadie, pero resultaba esencial para las canciones. Y sin embargo aquí tenía un niño que, como la mayoría de los cantantes y los Pájaros Cantores realmente buenos, vivía con él de modo natural. De modo demasiado natural. La finalidad del Control no era apartar al cantor de todo contacto humano, sino hacer que ese contacto fuera claro y limpio. En vez de utilizarlo como un canal, Ansset empleaba el Control como una barrera impenetrable e insuperable.
Cruzaré tu barrera, Ansset, se prometió Esste en silencio. Me cantarás una canción propia.
Pero el rostro inexpresivo y carente de significado del niño sólo decía: Fracasarás.