Otro día y Meredith sigue con nosotros. La fiebre se le ha pasado al mediodía y durante unos minutos ha parecido serenarse un poco. Me ha cogido de la mano, ha pronunciado mi nombre y cuando le he besado la mejilla ha esbozado una sonrisa radiante.
Nell dice que es demasiado pronto para decir si seguirá mejorando.
—Intenta no hacerte demasiadas ilusiones —me ha dicho cuando ya me iba, pero a mí me parece un muy mal consejo. ¿Por qué tiene que ser preferible esperar lo peor a tener esperanza? Esperar lo peor fue lo que me empujó hasta el borde del acantilado.
Tampoco es que espere lo mejor, pero sí tengo todas mis esperanzas puestas en Meredith.
Probablemente ese es el motivo por el que sigo haciendo esto, sentarme junto a la ventana y observar el continente. Las aguas del estrecho son más bravas en invierno. Creo que las patrulleras se han vuelto a mover.
He empezado a tomar nota de todo lo que veo en tierra firme, aunque generalmente se trata de apuntes como: «Tres luces encendidas en el extremo sur de la costa a las nueve». Me pregunto si
Algo se mueve en el puerto del continente. Casi parece el ferry. Espera.
¡Es el ferry! Las patrulleras lo dejan pasar. No veo quién lo conduce, ni siquiera con los prismáticos, pero desde luego es nuestro transbordador, que cruza el estrecho hacia la isla. Y eso no es todo.
También te veo a ti, Leo, de pie en la cubierta. Parece que estés preparado para saltar al agua si el barco no avanza lo bastante rápido.
Alguien viene a por nosotros. No sé qué significa, pero tiene que ser bueno. A lo mejor nos traen medicamentos, o piezas para arreglar los teléfonos y la electricidad. A lo mejor tienen la vacuna. A lo mejor Drew va a bordo del ferry.
Y tú vuelves a casa.
Tengo que contárselo a Tessa. No puedo dejar de sonreír, dentro de un momento lo verás tú mismo. Finalmente podré hablar contigo cara a cara, como te prometí. Y entonces estaremos un poco más cerca de recuperar el mundo tal como era antes.