22 de diciembre

Ayer, cuando Gav vino a comer, empecé a sentirme débil, resbalé en las escaleras y estuve a punto de caerme, de modo que le pedí que me llevara al hospital. Al verme, Nell meneó la cabeza y me dijo que me tendiera en la recepción y que bebiera zumo y sopa en cantidad. Por la tarde ya me encontraba mejor, pero me obligó a pasar la noche ingresada.

Aparte del escaso personal del hospital y de los voluntarios, no vi a nadie más.

—Ya no hay tanta gente —le he comentado a Nell esta mañana.

—No —ha contestado ella, dándome un apretón en el hombro—. Ayer no tuvimos que ingresar a ningún otro paciente. El número de afectados lleva tiempo decreciendo, pero es la primera vez que pasa desde que empezó el brote.

Sé que no se trata de un gran logro: quedan muchas menos personas susceptibles de enfermar. Pero la ciudad no está vacía. Quienes han sobrevivido hasta ahora deben de haber tomado todas las precauciones, y estas deben de haberlos mantenido fuera de peligro. Y si el virus no encuentra nuevas víctimas, poco a poco se irá consumiendo.

Antes de marcharme he ido a ver a Meredith. Seguía delirando, aunque de vez en cuando pasaba un rato más calmada. Creo que, por lo menos, en ese sentido está un poco mejor.

Cuando he vuelto a casa, Tessa estaba llenando tiestos con tierra y colocándolos junto al ventanal de la sala.

—Creo que aquí hay luz suficiente para que crezca algo —ha dicho.

Me han entrado ganas de abrazarla, pero al final me he limitado a preparar una tetera. Nos hemos sentado a la mesa de la sala y hemos pasado un rato dando traguitos de nuestras tazas de té, sin decir nada. Entonces un par de ardillas han empezado a pelearse al otro lado de la ventana, seguramente se disputaban la propiedad de un puñado de bellotas; nos hemos mirado y hemos sonreído.

Ha sido un momento perfecto, de calma y armonía mutua y silenciosa.

Tessa dijo una vez que lograba salir adelante concentrándose en las personas que tiene a su alrededor y no en las que no tiene. El dolor por haber perdido a mamá y a Drew no ha desaparecido, y ahora encima se le ha añadido un dolor aún mayor por papá. Pero no estoy sola, tengo a personas por las que me preocupo y que se preocupan por mí. A lo mejor no son las personas que habría elegido de haber podido hacerlo hace cuatro meses, pero eso no significa que no sean justo las personas a las que necesito.