14 de diciembre

Meredith no hace más que disculparse. Hace un rato le ha dado un ataque de tos tan fuerte que ha devuelto el té que había estado bebiendo; mientras yo lo limpiaba, ella no paraba de repetir «lo siento, lo siento». Me ha pedido perdón cuando he empezado a toser porque tenía la garganta seca después de leerle tres libros seguidos. Pide perdón cuando tengo que llevarle una caja nueva de pañuelos, pide perdón cuando le tomo la temperatura (incluso con el gelocatil salen dos grados más de los que debería tener), y vuelve a pedir perdón cuando no puede dejar de sollozar porque quiere a su mamá y a su papá.

Cada vez que dice «perdón» siento el horrible peso de todas las cosas que no estoy haciendo, que no puedo hacer. Pienso que preferiría que no lo dijera y entonces me siento aún peor por preocuparme por estas cosas mientras ella se está

Tengo la sensación de que si escribo «muriendo» la estaré condenando.

Porque es posible que no se muera, ¿no? Hay un hombre que se recuperó aunque el año pasado no tuvo fiebre. Meredith podría ser la segunda. Es posible.

No hay una sola parte de mí que confíe en ello, pero es posible.

Ayer Gav volvió del hospital con Tessa y con papá. Esta mañana ha vuelto a pasarse por casa. Si se me acumula el trabajo, se encarga de leerle algo a Meredith y de prepararle el té.

Cuando me ha abrazado en la cocina, he notado un picor en los ojos, pero no he llorado. También siento que si lloro la estaré condenando.

Gav no ha contado nada sobre Warren, lo cual significa que no se está recuperando. De hecho, podría significar que su amigo tal vez esté muerto, aunque no me atrevo a preguntárselo.

He aquí lo que hacemos: preparar té, leer libros y ver morir a la gente.