7 de diciembre

Hace justo tres meses creía sinceramente que si lograba cambiar mi forma de actuar, todo se arreglaría. Que bastaba con preguntarme «¿qué haría la nueva Kaelyn?» para que se terminaran todos mis problemas. ¿Te acuerdas? Solo de pensarlo me entra la risa.

¿Qué haría mi nuevo yo? La única amiga que me queda se ha cabreado conmigo y es posible que nunca llegue a perdonarme del todo, y no sé si mi novio es de verdad mi novio, porque no estamos en situación de hacer las cosas que suelen hacer los novios, como salir por ahí juntos y hablar de algo que no sean enfermedades, privaciones y todo lo demás: que mamá está muerta y Drew ha desaparecido; que la mayoría de gente de la isla también ha muerto; que aún no hemos encontrado la forma de combatir este maldito virus asesino, que, por lo tanto, va a seguir cargándose a todo el mundo; que los del continente nos han abandonado; que hay una banda cuyos miembros se dedican a disparar contra la gente, a incendiar casas y a robar todo lo que pueden, y que desde hoy solo queda un surtidor de gasolina operativo, por lo que pronto ni siquiera podremos utilizar los coches para protegernos.

En días como este, mi verdadero yo solo quiere acurrucarse en una esquina y esconder la cabeza entre los brazos. No hay una sola parte de mí que no esté muerta de miedo. No existe un yo que sepa qué hacer. Ya estoy haciendo todo lo que puedo, no doy para más.