¡La he encontrado! ¡Oh, Dios mío, Leo, la he encontrado de verdad! La respuesta estuvo todo el tiempo ahí, pero me faltaba cierta perspectiva.
Seguramente nunca habría descubierto la conexión de no ser por Howard, el superviviente que se encarga de llevarse los cuerpos del hospital.
Creo que vive aquí desde que se fue la luz. Esta mañana he ido a la cocina del hospital a hervir algo de agua (se nos estaba acabando otra vez) y lo he encontrado allí, preparando una papilla con un vaso de leche en polvo.
No lo había visto nunca sin su camilla; es más alto de lo que recordaba, supongo que porque antes siempre lo había visto encorvado. Y aunque tiene el pelo canoso, al verlo de cerca me he dado cuenta de que no es tan mayor. Es más joven que papá, calculo que tendrá treinta y tantos.
Le he dicho «hola» y él ha contestado «qué tal», pero a continuación la situación se ha vuelto un poco incómoda, porque no sé nada sobre él aparte de que colabora con el hospital, lo que no es una gran forma de iniciar una conversación. He llenado un cazo de agua y lo he colocado encima de un fogón; él ha cogido su cuenco y se ha dirigido hacia la puerta de la cocina, pero justo entonces me he dado cuenta de que caminaba raro.
—¿Estás bien? —le he preguntado—. Cojeas…
—Ah —ha contestado él—. Sí, no es nada nuevo. Hace un año o así estaba trabajando en el muelle y me cayó un ancla encima del pie.
—Ostras —he dicho, dando un respingo.
—Sí, se me chafaron los dedos de mala manera —ha añadido—. Dos de ellos no cicatrizaron bien y por eso ahora ando así. Además me dio una fiebre que ni te cuento.
—¿Fiebre? —he preguntado.
Entonces me he acordado de nuestro viaje del año pasado a la isla. Pasé los dos últimos días antes de regresar a Toronto en el hospital, con la sensación de que me ardía todo.
Justo antes había estado cerca del agua, lo mismo que Howard. Me hice un corte en el talón con la concha de un mejillón intentando subir a las rocas después de nadar. Nunca se me había ocurrido que pudiera haber una conexión entre el corte y la fiebre; papá había dicho que seguramente era por algo que había comido.
He apagado el fogón y he salido corriendo de la cocina sin decir nada más. Howard debe de haber pensado que estoy chiflada.
Pero la verdad está ahí, en los historiales médicos. Cinco de los que hemos sobrevivido al virus ingresamos en el hospital con fiebre alta entre abril y octubre del año pasado. Estoy segura de que el sexto también tuvo fiebre, pero a lo mejor no estuvo tan grave y no necesitó tratamiento.
Haber pasado esa fiebre nos ha protegido, nos ha mantenido con vida. Eso significa que si logramos descubrir el porqué, hallaremos la forma de mantener a los demás también a salvo.
A papá debió de pasársele por alto la conexión por lo mismo que a mí: estaba tan concentrado en el virus que ni siquiera se le ocurrió considerar qué pasó antes del inicio de la epidemia.
Tengo que hablar con él. Me he pasado la mañana buscándolo, pero no lo he encontrado. Nell me ha dicho que a lo mejor había ido al centro de investigaciones, pero cuando me he acercado a echar un vistazo las puertas estaban cerradas. Iré otra vez en cuanto Meredith se haya terminado la comida. Cuanto antes lo sepa, antes podremos hacer algo.
¡Por fin! ¡No me puedo creer que lo haya encontrado!