El Gobierno ha encontrado otra forma de hacernos llegar las provisiones. Anoche, un helicóptero militar sobrevoló la isla y dejó caer los paquetes. Desde luego, con un envío aéreo es imposible distribuir la comida por las casas de la gente. Un grupo de voluntarios han trasladado las provisiones al ayuntamiento y han repartido panfletos en los que se invita a la población a acudir a buscar lo que necesiten.
Además, uno de los paquetes se rompió al aterrizar, de modo que parte de los medicamentos que nos han enviado han quedado inservibles.
Papá parece agotado. Incluso cuando está en casa, pasa la mayor parte del tiempo en su despacho, trabajando.
No se lo he comentado ni a él ni a mamá, pero en cuanto termine de escribir esto pienso volver a casa del tío Emmett y cogeré toda la comida que encuentre en la nevera y en la despensa. Así podrán repartir la comida que nos han mandado con el helicóptero entre la gente que realmente la necesite.
Lo que sí le he preguntado a papá es si sabía algo sobre los hombres con trajes protectores de plástico que vimos el otro día en la playa. Él ha asentido con la cabeza.
—La Organización Mundial de la Salud quiere estudiar algunos ejemplares de la fauna de la isla —ha dicho—. La mayoría de los virus tienen un portador entre la población animal local, una especie en la que viven sin matarla. Si logramos identificar al portador, nos resultará más fácil aislar el virus y encontrar una forma de erradicarlo.
—¿Y puede ser cualquier animal? —he preguntado. Si contamos insectos y peces, debe de haber millares de especies que tienen contacto con la isla.
—Teniendo en cuenta que el virus ha pasado a los humanos, lo más probable es que se trate de un mamífero —ha dicho papá—. O de un ave, como hemos visto en virus como el de la gripe aviar.
Un ave. De pronto me he acordado del gavión con el que Mackenzie estuvo a punto de tropezar cuando fuimos a la playa el Día del Trabajo. Casi no puedo creer que solo haya pasado un mes.
—Es poco probable —ha respondido papá cuando se lo he comentado—. Los virus no suelen matar a la especie que actúa como portadora, con la que suelen establecer una relación más bien simbiótica. Pero les diré a los de la OMS que capturen unos cuantos gaviones para estudiarlos.
—¿Y qué harán con ellos? —se me ha ocurrido preguntar entonces—. ¿Qué hacen con todos los animales que cazan? ¿Les sacan muestras de sangre?
Papá se ha puesto serio.
—Los tienen que matar, Kae —ha dicho—. Con una muestra de sangre no basta.
Me he sentido fatal; seguramente acabo de condenar a muerte a un montón de gaviones. Como si no hubiera ya suficientes muertos.
¿He hecho lo correcto o no? Ojalá hubiera una forma más fácil de saberlo.