Esta mañana, antes de que se marchara corriendo, le he preguntado a mi padre cuántas personas hay ingresadas en el hospital.
—Más de las que querríamos —ha respondido; no he podido sacarle nada más.
Aún no han logrado aislar el virus. Y ha muerto otro paciente. Además, no sé cómo está Rachel. Ayer se me ocurrió mencionar que a lo mejor iba a visitarla, pero mi padre reaccionó como si acabara de darle una ráfaga de viento helado y contestó que no era el momento.
Espero que encuentren la cura que le prometí a Meredith. Por Rachel y por todos los demás.
Mi padre llamó ayer a la abuela y al abuelo a Ottawa para decirles que estén al tanto, por si acaso. Naturalmente, nos ha prohibido a mí y a Drew que vayamos al instituto; de hecho, nos ha prohibido que salgamos de casa. Pero después de pasar casi todo el fin de semana y todo el día de ayer aquí encerrada, esta tarde estaba ya que me subía por las paredes. No podía dejar de pensar en lo que dijo Drew sobre escondernos de los problemas en lugar de afrontarlos. Mi nuevo yo, he pensado, nunca tendría miedo de salir a echar un vistazo.
Me he dicho a mí misma que mientras me mantuviera a distancia de la gente estaría tan segura como en casa, pero a medida que iba acercándome al instituto he empezado a notar cómo se me revolvía el estómago. Me he detenido debajo del roble que hay al otro lado de las ventanas del aula de ciencias. El señor Grant estaba escribiendo en la pizarra con su letra temblorosa y todos los demás leían el libro de texto. Parecía un día totalmente normal.
Sin embargo, de pronto me he dado cuenta de que un chico de la primera fila se rascaba el hombro. Se ha pasado por lo menos diez segundo rascándose, ha parado un momento y ha vuelto a empezar.
Un par de filas más atrás, una chica se ha puesto a toser tan fuerte que la he oído incluso a través de la ventana. Otra alumna ha estornudado y un chico ha soltado una risa histérica.
He dado media vuelta y me he alejado de allí con paso tembloroso. Ni siquiera mi nuevo yo lo ha soportado más tiempo.
Al llegar al aparcamiento he oído como alguien me llamaba. Me he asustado tanto que a punto he estado de echarme a correr, como si temiera que fuera a perseguirme una persona enferma.
Una mujer ha salido de un coche, cerca de donde yo estaba. He tardado un rato en reconocerla; era una amiga de papá, del hospital, la doctora Nosequé, aunque yo siempre la he llamado Nell.
—Kaelyn —ha repetido. Entonces ha sacado una caja de cartón del maletero y se ha acercado hasta donde termina el aparcamiento, con ella a cuestas—. Creía que tu padre te había dicho que te quedaras en casa.
—No he ido al instituto —he respondido apresuradamente—. Es solo que tenía que salir un rato de casa, para estirar un poco las piernas.
Como le cuente que me ha visto, a papá le da un ataque.
—Mientras tengas cuidado… —ha dicho Nell, que se ha cambiado la caja de brazo.
—¿Quieres que te eche una mano? —le he preguntado.
—No, Gordon me mataría si te dejara echar un vistazo a lo que llevo aquí dentro —ha contestado con una sonrisa—. Ya me apaño, tranquila; es solo papel. Hemos mandado imprimir unos cuantos folletos informativos sobre medidas de seguridad en caso de epidemia. Me han encargado la tarea de informar a los chicos —ha dicho haciendo un gesto con la cabeza, señalando el instituto.
Probablemente se trate del mismo tipo de consejos que ya he leído en Internet: que te laves las manos a menudo, te quedes en casa si te encuentras mal y evites los espacios públicos abarrotados.
—¿Tú crees que vamos a salir de esta? —le he preguntado. Hasta el momento en que he pronunciado esas palabras ni siquiera sabía qué tenía intención de preguntarle. Pero creo que quería conocer otra opinión además de la de papá.
—Creo que tenemos que concentrarnos en informar a la población sin provocar el pánico —ha contestado—. A menudo las emergencias se producen más por culpa de la gente que teme ponerse enferma que por la gente que realmente lo está.
Imagino que por eso papá fue tan duro con el tío Emmett. He asentido con la cabeza.
—Bueno —ha dicho Nell—, cuídate mucho, Kaelyn.
Entonces se ha dirigido hacia el instituto. He decidido que ya tenía bastante, así que vuelvo a estar en casa.
He evitado pasar por lugares abarrotados. Al llegar aquí, en lugar de lavarme las manos me he vuelto a duchar. Pero la verdad es que no me siento más segura.