15 de septiembre

Hoy hemos ido a casa del tío Emmett para que papá pudiera contarle lo que sabe sobre la misteriosa enfermedad. Yo tenía intención de salir un rato por ahí con Meredith, pero el tío Emmett ha insistido en que quería que se quedara y se enterara también de lo que está pasando, así que nos hemos sentado todos juntos en la sala de estar. Le he pasado el brazo por la espalda a Meredith, que ha empezado a morderse la uña del pulgar mientras papá exponía la situación. Por si ya desde que su madre desapareció no tuviera más preocupaciones que el resto de las niñas de siete años, ahora encima tiene que escuchar historias sobre personas que se mueren y teorías sobre los peores escenarios posibles. ¿Cuántas cosas va a entender, más allá de las partes que dan miedo?

Después de oírlo todo, el tío Emmett ha sacudido la cabeza.

—No está nada mal la de ventajas que ese centro de investigación tan moderno ha tenido para la isla, ¿no? —le ha dicho a mi padre—. Cómo me alegro de que mientras la enfermedad se iba extendiendo tú estuvieras estudiando algas.

—¡Emmett! —ha exclamado mi madre, que le ha dirigido una mirada furiosa.

Yo le habría pegado una coz, pero papá no ha parecido ofenderse. Supongo que ya se ha acostumbrado a las pullas de Emmett.

—Pues te llevarías una sorpresa —ha respondido papá—. Nuestras máquinas están resultando muy útiles.

Entonces el tío Emmett se ha levantado y ha anunciado:

—Bueno, pues empezaré a hacer las maletas.

—¿Cómo? —ha preguntado mamá—. ¿Y adónde vas a ir?

—¿Y eso qué importa? —le ha soltado él, subiendo la voz. Meredith ha dado un respingo y la he acercado aún más a mí—. ¿Qué quieres? ¿Que me quede aquí hasta que el virus nos ataque a mí o a Meredith? Si la situación es tan grave como dice Gordon, no pienso quedarme aquí ni loco.

—No se trata solo de ti y de Meredith —ha dicho papá—. Se trata de todo el mundo. Por lo que sabemos, cualquiera de vosotros dos podría estar infectado por el virus. Si abandonáis la isla, este podría expandirse aún más. Hemos hablado con el Departamento de Sanidad. Se están planteando la posibilidad de establecer una zona de seguridad en el continente para que los habitantes de la isla puedan abandonarla sin poner en peligro la vida de los demás. Tendrás que quedarte bajo su supervisión durante el tiempo que decidan, pero en cuanto estén seguros de que no estás infectado, podrás ir adónde quieras. Solo tienes que esperar unos días a que lo hayan organizado todo.

—¡¿Unos días?! —ha gritado el tío Emmett—. ¿Cómo es posible que no tengan ya un lugar para nosotros? ¡A mí el resto del mundo me importa un huevo! ¡Tengo derecho a proteger a mi familia!

Ha seguido en ese plan un rato más. Entonces mamá me ha lanzado una mirada y yo he obedecido con mucho gusto. He cogido a Meredith de la mano y me la he llevado a su cuarto, donde la voz de su padre casi no se oía. Meredith tenía el pelo enredado, así que he cogido un peine del tocador y me he sentado con ella junto a la ventana.

La Tía Lillian solía peinar a Meredith con un montón de trencitas. Siempre se las envidié, pues sabía que en mi pelo no quedaría bien: aunque lo tengo negro como mamá, también es fino como el de papá. He intentado imitar la técnica en el cabello de Meredith, pero me salían unas trenzas lacias e hinchadas, y no tensas como se supone que tienen que ser, de modo que al final le he hecho dos coletas. Meredith se ha mirado en el espejo y me ha sonreído, aunque las coletas estaban torcidas. Pero su sonrisa pronto se ha desvanecido.

—¿Es verdad lo que ha dicho el tío Gordon? —ha preguntado—. ¿Es posible que esté enferma?

Se me ha hecho un nudo en la garganta.

—Lo más probable es que no lo estés —le he respondido—. Hay muy poca gente enferma. Y aunque te pusieras mala, pronto encontrarán la forma de curar la enfermedad. Tú no te preocupes, ¿vale?

Me la he puesto encima de la falda y se ha ido relajando mientras mirábamos juntas por la ventana. Su casa está junto a la orilla del mar. Un grupo de marsopas flotaban en el agua del estrecho. A lo lejos brillaban las luces del continente, como si no hubiera ningún problema en el mundo.

Nos hemos quedado así hasta que papá se ha asomado por la puerta para decirnos que bajáramos a ver una peli.

—Mamá ha logrado que el tío Emmett prometa que va a esperar a que el Departamento de Sanidad haya organizado algo —me ha susurrado mientras bajábamos por las escaleras, detrás de Meredith.

Sé que es lo correcto, pero también entiendo perfectamente cómo se siente el tío Emmett. Una parte de mí quiere que falte a su promesa y se lleve a Meredith de aquí, por si acaso.