Rachel ya debe de estar en el hospital para que los médicos puedan echarle un vistazo. Espero que esté bien.
Nadie habla de la enfermedad misteriosa en el instituto. La gente sigue quejándose de los profesores y de los deberes, y cotilleando sobre quién sale con quién. Es imposible que yo sea la única que sabe lo que pasa; los médicos y las enfermeras del hospital también lo saben, seguro que hablan del asunto en casa, y algunos tienen hijos que van a mi instituto.
Es como si intentásemos llenar cada segundo de silencio con palabras inocuas para no tener que decir nada real, que pueda asustarnos.
Cada vez que alguien se aclara la voz, doy un respingo. He visto a Quentin rascándose el brazo durante la clase de Lengua y me he quedado helada hasta que me he dado cuenta de que tenía una picadura de mosquito. Y luego, en la cafetería, el humo de la parrilla me ha hecho estornudar y he notado como la gente que tenía a mi alrededor se apartaba.
Y, sin embargo, no he visto a nadie que pareciera resfriado. Por si acaso, me he lavado las manos entre clases y he intentado no acercarme demasiado a nadie. Es raro, me pasé la semana pasada intentando ser Kaelyn la Superamiga y ahora, en cambio, me preocupa poner en peligro a la gente si respiro siquiera en su dirección.
He estado pensando que tal vez sea mejor que no salga con Meredith, solo por este fin de semana. Y luego me he preguntado si alguno de los trabajadores de la empresa pesquera que están en el hospital, enfermos, tendrá un hijo que vaya a la escuela con ella. ¿Habrá alguien que los controle, que se asegure de que no están infectados? A lo mejor Meredith debería quedarse en casa hasta que los médicos sepan con seguridad qué está pasando.
En todo caso, pienso ir a las pruebas de natación mañana, y lo cierto es que no he vuelto a adoptar mis hábitos solitarios del pasado. Tessa ha llegado tarde a la clase de Biología y me he dado cuenta de que se quedaba plantada en la puerta, mirando el sitio donde suele sentarse, cerca de Shauna. Sin embargo, esta les había pedido a sus amigas que se acercaran para poder cuchichear sobre chicos y fiestas, o lo que sea, así que el sitio habitual de Tessa estaba ocupado. La única silla libre era la que había a mi lado, en primera fila.
—Eh —le he dicho, señalando el pupitre contiguo—. Puedes sentarte aquí si quieres.
No conozco demasiado a Tessa; por supuesto, ya que se mudó aquí cuando nosotros vivíamos aún en Toronto, pero se nota que no le preocupa demasiado impresionar a los demás. Nunca se tiñe el pelo para darle un tono «castaño rojizo» en lugar de «pajizo», ni se maquilla las pecas como hace Mackenzie. Además, nunca habla demasiado con Shauna y solo le sonríe educadamente si esta intenta entablar conversación con ella. De verdad que tengo la impresión de que los demás le damos igual. Bueno, casi todos los demás: es evidente que tú no le dabas igual, Leo.
O sea, que no tengo ni idea de por qué hoy me ha mirado a mí, se ha fijado en el pupitre vacío y al final ha soltado:
—No, tranquila.
Y entonces se ha acercado al grupo de Shauna y ha dicho algo que no he logrado oír. Melissa, que normalmente se sienta a mi lado, le ha cedido su asiento a Tessa y ha regresado a la primera fila.
Me he sonrojado y me he pasado el resto de la clase con la vista fija en el libro de texto. Supongo que, aunque tu novia pase bastante de Shauna, aún prefiere sentarse con ella que conmigo.
A lo mejor se ha enterado de que la gente se está poniendo enferma y sabe que pasé mucho tiempo con Rachel. No es importante, lo sé, pero escribiendo lo que ha pasado me siento incómoda, como si hubiera hecho algo mal.