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John Matthew yacía en la cama que Xhex había usado; su cabeza y su cuerpo reposaban en almohadas y sábanas impregnadas no sólo del olor de Xhex sino del olor de ese sexo frío y desolado que habían tenido. En medio del caos de la noche, los doggen todavía tenían que limpiar la habitación y, cuando la criada llegara a hacerlo, John le diría que se marchara.
Nadie iba tocar ese lugar. Punto.
A pesar de que estaba acostado, seguía completamente armado y todavía llevaba puesta la ropa con la que había ido a la colonia a pelear. Tenía una serie de heridas en varias partes, una de las cuales al parecer todavía estaba sangrando, pues sentía la manga de la camisa mojada. Además tenía un fuerte dolor de cabeza, ya fuera por la resaca o a causa del combate. En todo caso, no importaba.
Sus ojos se clavaron en la cómoda que estaba frente a la cama.
Los horribles cilicios que Xhex insistía en ponerse alrededor de los muslos reposaban sobre la cómoda y, lo mismo que él, parecían fuera de lugar en esa habitación, pues no tenían nada que ver con ninguno de los objetos que adornaban el cuarto.
El hecho de que ella los hubiese dejado animaba sus esperanzas. John suponía que Xhex usaba los cilicios porque el dolor que le causaban la ayudaban a controlar sus impulsos de symphath, así que el hecho de que no los llevara puestos significaba que ella tenía a su disposición un arma más para luchar.
Y John estaba seguro de que ella debía de estar peleando. Donde fuera que estuviese, estaría en medio de una batalla, porque ésa era su naturaleza.
Aunque, maldición, John pensaba en cuánto le gustaría haberse alimentado de Xhex. De esa manera… tal vez podría percibir dónde estaba. O estar seguro de que todavía estaba viva.
Para evitar ponerse violento, John se concentró en repasar toda la información que los hermanos habían dado cuando regresaron a la mansión.
Zsadist y V estaban con Xhex y con Ehlena en la cueva donde habían encontrado a Rehvenge. La princesa había aparecido de manera inesperada, al igual que Lash. Xhex le había disparado a la maldita princesa symphath… justo antes de que toda la colonia decidiera rendirle homenaje a Rehv y proclamarlo como su nuevo rey.
Luego, la princesa había reaparecido, como la protagonista de la Noche de los muertos vivientes, había resucitado. Pero Rehv acabó con ella. Cuando todo se calmó, Lash y Xhex, de repente, desaparecieron.
Eso era lo que todo el mundo sabía.
Evidentemente, Rehv estaba planeando ir a la colonia al anochecer para buscarla… pero John estaba seguro de que iba a regresar con las manos vacías. Xhex no estaba con los symphaths.
Lash la había raptado. Era la única explicación posible. Después de todo, no habían encontrado su cadáver al salir de allí y ella jamás se habría marchado antes de asegurarse de que todo el mundo estuviera a salvo. Además, de acuerdo con todos los que estaban en esa caverna, Rehv era el dueño absoluto de la voluntad de todos esos symphaths, de forma que era casi imposible que alguno de ellos hubiese podido liberarse para dominarla mentalmente.
La tenía Lash.
Ese tipo había regresado de la muerte y de alguna manera se había aliado con el Omega; y, al salir huyendo de la colonia, se la había llevado con él.
John iba a matar a ese hijo de puta. Con sus propias manos.
Al sentir la rabia que subía de sus entrañas, John dio media vuelta para no ver lo que reposaba sobre la cómoda, pues no se sentía capaz de soportar la idea de que Xhex pudiera estar sufriendo.
Al menos los restrictores eran impotentes. Si Lash era ahora un restrictor… debía de ser impotente.
Gracias a Dios.
Con un suspiro lastimero, John posó la cara sobre la almohada, en un lugar en el que parecía concentrarse el magnífico y misterioso aroma de Xhex.
Si pudiera, retrocedería en el tiempo hasta el día anterior y… volvería a entrar por esa puerta. Volvería a entrar, pero esta vez sería más afectuoso con ella que lo que lo había sido ella aquella primera vez que estuvieron juntos.
Y también la habría perdonado cuando le dijo que lo sentía.
Mientras reposaba en medio de la oscuridad, envuelto en sus remordimientos y su furia, John contaba las horas que faltaban para el anochecer y hacía planes. Sabía que Qhuinn y Blay lo iban a seguir, y no porque él se lo pidiera, sino porque ellos no le iban a hacer caso cuando les dijera que no se metieran en sus asuntos.
Pero eso era todo. No tenía intenciones de contarles nada a Wrath ni a los hermanos. No necesitaba que ellos comenzaran a ponerle todo tipo de trabas y le impidieran llevar a cabo sus planes. No; él y sus amigos iban a encontrar a Lash donde fuera que viviera y lo matarían de una vez por todas. ¿Si eso significaba que podían expulsarlo de la casa? Perfecto. De todas maneras, estaba solo en el mundo.
Porque el asunto era así: lo quisiera o no, Xhex era su hembra. Y él no era la clase de macho que se iba a quedar sin hacer nada cuando su compañera estaba por ahí sufriendo.
Él iba a hacer exactamente lo que habían hecho por Rehvenge.
La iba a vengar.
Iba a traerla a casa sana y salva… y se aseguraría de que el que se la había llevado terminara en el infierno.