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Xhex estaba dispuesta a seguir las indicaciones de Ehlena en cuanto a la dirección que debían tomar, pero no se sentía cómoda con la idea de que la enfermera dirigiera la marcha, así que aceleró el paso para sobrepasarla.

—Me avisas si me meto por el camino equivocado, ¿vale? —Al ver que Ehlena asentía, los hermanos la siguieron en la retaguardia, para prevenir un ataque por detrás.

Mientras recorrían el pasillo de paredes de piedra, Xhex tenía un mal presentimiento. No podía sentir a Rehv, lo cual, desde el punto de vista de un vampiro no era ninguna sorpresa, en la medida en que Ehlena había sido la última hembra de la cual se había alimentado Rehv. El problema era que tampoco podía percibirlo de symphath a symphath. De hecho, no podía señalar la ubicación de Rehv ni de nadie más en la colonia. Y eso no tenía sentido. Los symphaths podían percibir cualquier cosa que tuviera emociones en cualquier parte. Así que debería estar sintiendo todo tipo de proyecciones emocionales.

Xhex le echó un vistazo a la pared mientras corría. La última vez que había estado allí, las paredes de piedra tenían una superficie tosca, pero ahora eran lisas y suaves. Evidentemente, habían hecho algunas mejoras con el paso de los años.

—Unos cien metros más adelante, este corredor se abre en tres ramales —susurró por encima del hombro—. Mantienen a los prisioneros del lado izquierdo y las habitaciones y los salones comunales de los demás están a mano derecha.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Vishous.

Xhex no respondió. No había razón para mencionar que ella había estado recluida en una de las celdas de ese lugar. Xhex sólo siguió corriendo, siguiendo las hileras de velas negras, adentrándose en la colonia, cada vez más cerca del lugar donde sus habitantes dormían, comían y jugaban con la mente de los demás. Y, sin embargo, seguía sin percibir nada.

No, eso no era enteramente cierto. Había una extraña estática en el ambiente. Al principio había pensado que se debía a la suave oscilación de las llamas rojas que se elevaban sobre todas esas velas negras y que titilaban con las corrientes de aire. Pero no… era algo más.

Cuando llegaron al lugar en el que el corredor se abría en tres, Xhex tomó automáticamente a la izquierda, pero Ehlena dijo:

—No, todo recto.

—Eso no tiene sentido —dijo Xhex al tiempo que se detenía—. Por ahí sólo están los conductos del sistema de ventilación.

—Ahí es donde está.

Vishous se abrió camino hasta Ehlena.

—Miren, vayamos hacia donde dice Ehlena. Necesitamos encontrarlo antes de que la batalla que se está desarrollando afuera termine aquí abajo.

Cuando el hermano arrancó a correr, Xhex se estremeció al ver que él tomaba la delantera. Pero aparte de morirse de rabia, lo cual sería una pérdida de tiempo, no podía hacer más que aceptar que iba de segunda y punto.

Corrían cada vez más rápido, atravesando una serie de túneles más pequeños que llevaban hacia el sistema de calefacción, de extracción de aire y de ventilación. La colonia estaba construida como si fuera un hormiguero y conformaba una ciudadela sostenible y subterránea que había crecido y se había expandido con el tiempo, con más túneles que se hundían cada vez más profundamente en la tierra. La construcción y el mantenimiento descansaban en los hombros de la clase obrera de los symphaths, esclavos a los que se les animaba a reproducirse para que su número se multiplicara con el tiempo. No había clase media entre los symphaths. Por encima de los sirvientes sólo estaban la familia real y los aristócratas.

Y los dos nunca podían mezclarse.

El padre de Xhex formaba parte de la clase trabajadora. Lo cual significaba que Xhex estaba muy por debajo de Rehvenge, y no sólo porque él pertenecía a la familia real. Técnicamente, ella estaba apenas por encima de la mierda de perro.

—¡Un momento! —gritó Ehlena.

Todos frenaron en seco, frente a… una pared de piedra.

Todos estiraron los brazos al tiempo y comenzaron a buscar con sus manos una rendija en la superficie. Zsadist y Ehlena encontraron al mismo tiempo unas fisuras casi imperceptibles que formaban un cuadrado alto.

—¿Cómo diablos entramos aquí? —dijo Z, mientras tanteaba la roca.

—Atrás —ordenó Xhex.

Cuando todos dieron un paso atrás, a la espera de alguna demostración ingeniosa, Xhex se abalanzó contra la pared golpeándola con el hombro, pero lo único que consiguió fue que los dientes se le quedaran castañeteando como un montón de bolitas de mármol en una caja.

—Mierda —gimió, mientras hacía una mueca de dolor.

—Eso ha debido de dolerte mucho —murmuró Z—. ¿Estás bien?

La pared comenzó a vibrar y todos se hicieron a un lado, mientras apuntaban con sus armas hacia la puerta que surgió de la piedra y se deslizó hacia un lado.

—Parece que lo has logrado —dijo Vishous con un dejo de respeto.

Xhex frunció el ceño al sentir que el zumbido de la estática se hacía tan intenso que le dolieron los oídos.

—No creo que Rehv esté aquí dentro. No recibo ninguna percepción.

Ehlena dio un paso al frente, claramente dispuesta a sumergirse en la oscuridad que se abrió ante ellos.

—Yo sí puedo sentirlo. Está justo…

Tres pares de manos la agarraron al mismo tiempo.

—Espera —dijo Xhex, al tiempo que sacaba una linterna que llevaba colgada del cinturón. Al encenderla, apareció ante sus ojos un estrecho pasadizo de unos cuarenta metros de largo. Al final había una puerta.

Vishous entró primero y Xhex lo siguió, con Ehlena y Z pisándoles los talones.

—Está vivo —dijo Ehlena al llegar al final del pasadizo—. ¡Puedo sentirlo!

Xhex esperaba complicaciones frente al panel de acero, pero no, tan pronto como llegaron hasta él se abrió de par en par, revelando una habitación que… ¿vibraba?

V soltó una maldición cuando el rayo de luz de la linterna de Xhex penetró la cámara de paredes de piedra.

—¿Qué demonios… es esto?

Suspendido en medio de una habitación de paredes y suelo líquidos había un inmenso capullo, cuya cubierta exterior era de color negro y parecía moverse y brillar.

—Ay… Dios —dijo Ehlena con la respiración entrecortada—. ¡No!

‡ ‡ ‡

Lash había estado practicando lucha en la guarida del Omega y, joder, esa noche sí que le había servido el entrenamiento. Cuando los dos escuadrones de restrictores a los que había llamado desde el pueblo vecino se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo con los hermanos, Lash se enfrentó a una bestia del tamaño de una Ford Expedition e intercambió bolas de fuego con el maldito.

Al alejarse de la casa, porque lo último que necesitaba en esa situación era una visita de los bomberos, Lash había alcanzado a ver un grupo de vampiros que se dirigían al granero que estaba al otro lado del camino. Los vampiros habían entrado en el granero y, al ver que no salían, Lash tuvo el presentimiento de que ésa era la manera de entrar en la colonia.

Lo cual significaba que, a pesar de lo agradable que era jugar voleibol con el dragón, iba a tener que dejar de pelear y empezar a buscar a su hembra. No tenía ni idea de lo que hacían allí los hermanos, ni de por qué habían aparecido justo cuando llegó él, pero estaba seguro de que no se trataba de ninguna coincidencia. Tal vez la princesa se había imaginado que él iba a ir a buscarla y había avisado a la Hermandad.

El dragón escupió otra ráfaga de fuego y el resplandor iluminó el combate que se desarrollaba alrededor de la casa: por todas partes vio hermanos que se enfrentaban a los asesinos con los puños y dagas que relampagueaban en el aire y botas que lanzaban patadas. Y, en cierta forma, la sinfonía de gemidos, insultos y golpes hizo que se sintiera más fuerte, más poderoso.

Sus tropas peleando contra sus maestros.

¡Qué poético!

Pero ya estaba bien de nostalgia. Lash se concentró en su mano y creó un remolino de moléculas que fue acelerando con el poder de su mente hasta que la fuerza centrífuga hizo combustión espontáneamente. Con el remolino de energía girando en su mano, salió corriendo en dirección a la bestia de escamas moradas, consciente de que el maldito monstruo tendría que tomar aire después de que terminara de arrojar sus bombas.

El dragón no era ningún tonto y se agachó, mientras levantaba sus garras para defenderse. Pero Lash se detuvo antes de que pudiera alcanzarlo y de todas maneras a la bestia no le dio tiempo de lanzarle el zarpazo, pues le arrojó la bola de energía justo contra el pecho. La bestia cayó al suelo a causa del impacto y pareció quedar inconsciente.

Sin embargo, Lash no se quedó a preparar malvaviscos calientes con las brasas. Estaba seguro de que después de respirar profundamente varias veces, el dragón se iba a volver a levantar y debía aprovechar que en ese momento tenía el camino despejado hasta el granero.

Rápidamente, corrió hacia allí e irrumpió en ese espacio vacío y ordinario. En el extremo vio un establo y siguió las pisadas que llevaban a él. Las huellas desaparecían por un cuadrado negro.

Tuvo que hacer un esfuerzo inmenso para levantar la losa, pero se entusiasmó al ver más huellas que descendían por los escalones de piedra. Después de seguir las huellas hasta el final, se encontró en un pasillo de paredes de piedra, pero gracias al resplandor rojo de las velas negras pudo seguir las huellas de los vampiros… aunque su buena suerte no duró para siempre. Debido al calor, el agua se secaba muy deprisa, y cuando llegó al sitio en que el corredor se abría en tres ramales ya no tenía idea de qué camino habían tomado los otros.

Entonces inhaló con fuerza, con la esperanza de percibir algún olor, pero lo único que captó su nariz fue el olor a cera y tierra.

No había nada más. Ni sonidos. Ni movimiento. Era como si esos cuatro vampiros que había visto entrar en el granero se hubiesen evaporado.

Miró a mano izquierda. Luego a mano derecha. Y luego recto.

Obedeciendo un impulso, tomó a mano izquierda.