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Mientras se desplazaba hacia el norte con los hermanos, Ehlena no podía dejar de pensar en Bella. La hembra parecía extrañamente transparente cuando se había parado en ese magnífico vestíbulo, rodeada de machos armados hasta los dientes. Tenía la mirada vacía y las mejillas pálidas y hundidas, como si su voluntad hubiese sido puesta a prueba de una manera horrible.
Pero quería que su hermano regresara a casa.
Los componentes de la mentira siempre eran los mismos: la verdad objetiva era deformada, o escondida o completamente suplantada, con el propósito de engañar. Pero lo más turbio eran las motivaciones que se escondían tras esas falsificaciones y Ehlena pensó en lo que ella había hecho al sacar esas píldoras para Rehvenge. Había tenido la intención de hacer algo bueno y, aunque eso no disculpaba sus actos ni la salvaba de merecer las consecuencias, al menos no había malicia en su corazón. Lo mismo ocurría con las decisiones de Rehvenge. No habían sido correctas ni decentes, pero estaba protegiendo a Ehlena y a su hermana, ya a todos los que formaban parte de su vida, teniendo en cuenta lo que mandaban las Leyes Antiguas y lo destructiva que era la princesa.
Por eso Ehlena había decidido perdonar a Rehvenge y tenía la esperanza de que su hermana hiciera lo mismo.
Desde luego, ese perdón no significaba que fuera a terminar con Rehv, el asunto ese de que Rehv era su hellren sólo había sido una estrategia para asegurarse de que no la sacaran de la expedición a la colonia, no un reflejo de la realidad. Además, nadie sabía si podrían regresar a Caldwell sanos y salvos.
Esta noche alguien podía terminar muerto.
Ehlena y los hermanos tomaron forma al abrigo de un bosquecillo de pinos, un lugar protegido que habían elegido después de que Xhex les describiera la zona. Frente a ellos, tal como Xhex había dicho, se levantaba una pintoresca granja blanca, con un cartel que decía: Orden monástica taoísta, fundada en 1982.
Desde el exterior era difícil creer que tras esas prístinas paredes se hiciera algo más que mermeladas y colchas. Y todavía más difícil pensar que ese lugar tan encantador era la entrada a la colonia de symphaths. Pero había algo perverso en todo ese paisaje, como si todo estuviese rodeado por un aterrador campo de fuerza.
Al mirar a su alrededor, Ehlena podía sentir que Rehv estaba cerca y justo antes de que Xhex hablara, se fijó en una construcción independiente que estaba a unos ochenta metros de la casa. Ahí… sí, Rehv estaba ahí.
—Entraremos por ese granero —dijo Xhex en voz baja, mientras señalaba el lugar hacia el que Ehlena se sentía tan atraída—. Es la única manera de entrar en el laberinto. Como dije anoche, ellos no tardarán en saber que estamos aquí, así que cuando nos los encontremos, nuestra mejor opción es acercarnos de la manera más diplomática posible: sólo estamos recuperando lo que es nuestro y no queremos pelear con nadie. Ellos entenderán y respetarán… antes de comenzar a pelear…
Bruscamente, la brisa fría trajo un penetrante olor dulzón que apestaba.
Cuando todas las cabezas se volvieron a ver de qué se trataba, Ehlena se quedó helada al ver a un macho que había aparecido de la nada en el jardín de la granja. Tenía el pelo rubio peinado hacia atrás y sus ojos brillaban con una extraña luz negra. A medida que caminaba hacia la puerta principal de la casa, sus pasos parecían furia pura en movimiento y su poderoso cuerpo parecía tenso, como si estuviera listo para una batalla.
—¿Qué demonios es eso? —dijo V en voz baja—. ¿No es Lash?
—Eso parece —respondió Butch.
—¿Es que no lo sabíais? —intervino Xhex.
Todos los hermanos clavaron sus ojos en ella, al tiempo que V decía:
—¿Que estaba vivo y se había convertido en restrictor? Eh… no, claro que no. Y ¿a ti por qué no te sorprende?
—Porque me lo encontré hace un par de semanas. Pero supuse que la Hermandad lo sabía.
—No me jodas.
—Ya te gustaría…
—Basta —siseó Z—. Callaos los dos.
Todo el mundo volvió a concentrarse en el macho, que ya estaba en el porche y estaba golpeando a la puerta.
—Voy a llamar a los demás —susurró V—. Antes de entrar, tenemos que neutralizar la presencia del restrictor.
—O podríamos aprovechar la distracción en nuestro favor —dijo Xhex, mirándolo como si fuera tonto porque no se le había ocurrido algo tan evidente.
—O podríamos pedir refuerzos y no portarnos como unos imbéciles —replicó V.
—Eso sí que te va a costar trabajo.
—Vete a la…
Z le puso a V el teléfono en la mano y dijo:
—Marca. —Luego apuntó a Xhex con el dedo y dijo—: Deja de provocarlo.
Mientras V hablaba por teléfono y Xhex guardaba silencio, todos fueron sacando sus armas y sus dagas y, un momento después, aparecieron los demás.
Xhex se acercó al hermano Tohrment.
—Mira, de verdad pienso que deberíamos dividirnos. Vosotros encargaos de Lash y yo entraré por Rehv. El caos que producirá el combate dividirá la atención de la colonia. Creo que será mejor así.
Hubo un momento de silencio, durante el cual todo el mundo miró a Tohr.
—Estoy de acuerdo —dijo—. Pero no vas a entrar sola. V y Zsadist entrarán contigo y con Ehlena.
Hubo un gesto de asentimiento colectivo y luego se pusieron en movimiento y salieron corriendo a campo abierto a través de la nieve.
Mientras avanzaba hacia el granero, Ehlena sentía que las botas que le habían dado crujían sobre el suelo, que las palmas de las manos le sudaban dentro de los guantes y que la mochila llena de suministros médicos que llevaba a la espalda le pesaba en los hombros. No llevaba ningún arma encima, pues había acordado no usar ningún arma a menos que hubiese una buena razón para hacerlo. Lo cual tenía sentido. Nadie quiere a un aficionado manejando un servicio de urgencias; no había razón para complicar la situación pretendiendo que ella se sentía tan cómoda con un arma como Xhex y los hermanos.
El granero era grande y sus puertas se deslizaron sobre rieles bien engrasados. Sin embargo, Xhex no tomó el camino directo y prefirió llevarlos por una puerta bajita que había a un lado.
Justo antes de entrar, Ehlena miró hacia la granja.
El rubio estaba rodeado por los hermanos y parecía tan tranquilo y fresco como alguien que está en una fiesta, con una gran sonrisa presumida en el rostro. Lo cual, en opinión de Ehlena, auguraba problemas: sólo alguien muy bien armado tendría esa cara frente a semejante pared humana.
—Rápido —dijo Xhex.
Ehlena entró y se estremeció, aunque ya se habían resguardado del viento. Joder… había algo maligno en ese lugar. Al igual que el resto de la granja, el granero resultaba muy extraño: no había heno, ni comida para animales, ni arneses o herramientas. Tampoco había caballos en el establo, naturalmente.
De repente sintió una necesidad de huir que la ahogaba y se aferró al cuello de su chaqueta.
Zsadist le puso una mano en el hombro.
—Es el equivalente symphath del mhis. Sólo respira. Es una ilusión que penetra el aire mismo, pero lo que estás sintiendo no es real.
Ehlena tragó saliva. Miró la cara llena de cicatrices del hermano y sacó fuerzas de su firmeza.
—Está bien. Está bien… estoy bien.
—Buena chica.
—Por aquí —dijo Xhex, mientras se dirigía al establo y abría la puerta.
El suelo era de hormigón y tenía un extraño diseño geométrico.
—Ábrete sésamo. —Xhex se inclinó y levantó lo que resultó ser una pesada losa de piedra que los hermanos le ayudaron a levantar.
La escalera que apareció ante sus ojos estaba iluminada por un suave resplandor rojo.
—Me siento como si estuviera entrando en una película porno —murmuró V, mientras comenzaban a bajar con cuidado.
—Pero ¿no necesitarías más velas negras para eso? —le dijo Zsadist con tono de burla.
Al final del rellano miraron a izquierda y derecha de un pasillo excavado en la roca, pero no vieron más que filas y filas de… velas negras con llamas rojas como rubíes.
—Retiro lo dicho —dijo Z al ver el lugar.
—Si empezamos a oír música de cabaré —anotó V—, ¿puedo empezar a decirte Z, el bien dotado?
—No, si quieres seguir respirando.
Ehlena se sintió abrumada de repente por una sensación de urgencia.
—Está por aquí. Puedo sentirlo.
Sin esperar a los demás, salió corriendo.
‡ ‡ ‡
De todos los milagros que podían haber ocurrido en el planeta, de todos… los ¡Ay, por Dios, estaba vivo! o ¡Gracias, Virgen Escribana, por curarlo! La resurrección que John estaba presenciando era una sorpresa absolutamente inesperada.
Lash estaba de pie frente a una preciosa granja colonial, vestido con ropa elegante, y no sólo se encontraba perfectamente vivo y más contento consigo mismo que nunca, sino que parecía haber recibido algún tipo de energía especial: olía a lo que olían los restrictores, pero mientras los observaba desde el porche era como si fuera el mismísimo Omega, puro poder maligno que no se intimidaba con ninguna demostración de fuerza de parte de un mortal.
—Hola, pequeño John —dijo Lash arrastrando las palabras—. No sabes cuánto me alegro de volver a ver tu cara de mariquita. Es una experiencia casi tan gratificante como mi renacimiento.
Por… Dios. ¿Por qué la receptora de este maravilloso regalo no podía haber sido Wellsie? Pero no… el maldito psicópata con un trastorno narcisista de la personalidad tenía que ser el elegido para hacer las veces de Lázaro.
Lo irónico era que John había rogado que eso pasara. Mierda, inmediatamente después de que Qhuinn le abriera la garganta de par en par, John había rezado para que Lash lograra sobrevivir a la copiosa hemorragia. Podía recordar que se había arrodillado en el suelo de baldosa de las duchas del centro de entrenamiento y había tratado de tapar la herida con su camisa. Le había suplicado a Dios, a la Virgen Escribana, a quien quisiera oírlo, que arreglara de alguna manera la situación.
Pero que Lash se convirtiera en el equivalente vampiro del Anticristo no era exactamente lo que había deseado.
Mientras la nieve comenzaba a caer desde el cielo lleno de nubes, Lash y Rhage intercambiaron algunas palabras, pero John se sentía tan aturdido que no alcanzó a oír nada de lo que decían.
Lo que sí oyó con claridad fue la voz de Qhuinn detrás de él:
—Bueno, veámoslo de esta forma. Al menos vamos a tener la oportunidad de volver a matarlo.
Luego el mundo estalló. Literalmente.
Como por arte de magia, un meteoro que se formó en la palma de la mano de Lash salió volando hacia John y los hermanos, como una bola metafísica salida del infierno. Cuando hizo contacto, las ondas resplandecientes de su impacto los tumbaron a todos al suelo.
De espaldas contra el suelo, al igual que los otros, John trató de recuperar el aliento mientras los copos de nieve caían con suavidad sobre sus mejillas y sus labios. Y se preparó para el siguiente estallido.
Eso o algo peor.
El rugido que reverberó a lo largo del paisaje provenía de algún lugar frente a él y al principio supuso que Lash se había transfigurado en una especie de monstruo de cinco cabezas que se los iba a comer vivos.
Sólo que… bueno, se trataba de una bestia, sí, pero cuando relampaguearon unas escamas púrpura y una cola con púas se agitó en el aire, John se sintió aliviado. Era su Godzilla, no el del Omega: el álter ego de Rhage había aflorado y el inmenso dragón estaba muy molesto.
Hasta Lash pareció un poco sorprendido.
El dragón tomó una gran bocanada de aire nocturno y luego estiró el cuello hacia delante y dejó escapar una llamarada tan intensa que John sintió que la piel de la cara se le estiraba como un plástico.
Cuando las llamas se disiparon, Lash seguía de pie entre las columnas del porche, con la ropa humeando, pero absolutamente ileso.
Genial. El maldito era resistente al fuego.
Y estaba listo para servirles otra ronda de bombas. Como si hubiese salido de un videojuego, agarró otra de esas bolas de fuego y se la lanzó a la bestia.
Pero Rhage la recibió como un hombre. La otra mitad de Rhage soportó el ataque para darles a los demás el respiro que necesitaban para ponerse en pie y prepararse para disparar. Fue un movimiento audaz e intrépido, pero, claro, cuando puedes escupir fuego tienes que ser capaz de soportar el calor, porque si no te quemarías con tus propios gases.
John comenzó a disparar, al igual que los demás, aunque sospechaba que iban a necesitar algo más que balas para derrotar a esa nueva y mejorada versión de Lash.
Estaba poniéndole otro cargador a su arma, cuando aparecieron dos coches llenos de restrictores.