64
Ehlena se quedó esperando una respuesta de la jefa de seguridad de Rehv. Cuanto más se demoraba la respuesta, más segura estaba de tener razón.
—No está muerto, ¿verdad? —dijo de manera enérgica—. Estoy en lo cierto, ¿no?
Cuando Xhex por fin habló, su voz profunda y cavernosa parecía curiosamente cautelosa.
—Con el fin de que todo quede claro, creo que debe saber que está hablando con otra symphath.
Ehlena apretó el puño sobre el móvil.
—De alguna manera, no me sorprende.
—¿Por qué no me dice lo que cree saber?
Interesante respuesta, pensó Ehlena. No le estaba diciendo que no estaba muerto. Ni mucho menos. Pero, claro, si la hembra era una symphath, esto podía terminar en cualquier cosa.
Lo cual significaba que no había razón para retener la información.
—Sé que él mató a su padrastro porque pegaba a su madre. Y sé que su padrastro sabía que él era un symphath. También sé que Montrag, hijo de Rehm, tenía conocimiento de que él era un symphath y que Montrag fue asesinado de modo ritual en su estudio.
—¿Y eso a qué conclusión la lleva?
—Creo que Montrag quería revelar la identidad de Rehvenge y él tuvo que huir a la colonia. Esa explosión en el club fue planeada para ocultarles a sus seres queridos el hecho de que él es lo que es. Creo que ésa fue la razón para que decidiera llevarme a ZeroSum de la manera en que lo hizo. Quería deshacerse de mí de la manera más segura para mi integridad. En cuanto a Montrag… Creo que Rehvenge se encargó de él antes de marcharse. —Hubo un largo, largo silencio—. Xhex… ¿está usted ahí?
La hembra soltó una risa corta y forzada.
—Rehv no mató a Montrag. Lo maté yo. Y eso no tuvo nada que ver con el asunto de la identidad de Rehv. Pero ¿cómo sabe todo eso?
Ehlena se echó hacia delante en la silla.
—Creo que debemos reunirnos.
Ahora la risa fue más larga y sonó un poco más natural.
—Usted sí que tiene cojones, ¿sabe? Acabo de decirle que maté a un tipo y ¿quiere reunirse conmigo?
—Quiero respuestas. Quiero saber la verdad.
—Discúlpeme, pero… ¿está segura de que puede lidiar con la verdad?
—Estoy hablando con usted, ¿no? Mire, yo sé que Rehvenge está vivo. Y eso no va a cambiar, independientemente de que usted quiera admitirlo o no.
—Usted no sabe nada.
—Váyase a la mierda. Él se alimentó de mi vena. Mi sangre está dentro de él. Así que sé que está respirando.
Hubo una larga pausa y luego se oyó una risita.
—Ya voy entendiendo por qué le gustaba usted tanto.
—Entonces, ¿se va a reunir conmigo?
—Sí. Claro. ¿Dónde?
—La casa de seguridad de Montrag en Connecticut. Si usted fue la que lo mató, ya conoce la dirección. —Ehlena sintió una oleada de satisfacción al sentir que Xhex se quedaba fría—. ¿Acaso olvidé mencionarle que mi padre y yo somos los parientes más cercanos de Montrag? Nosotros heredamos todo lo que él tenía. Ah, y tuvieron que deshacerse de la alfombra que usted manchó. ¿Por qué no lo mató sobre el suelo de mármol?
—Por Dios Santo… Usted no es una enfermerita cualquiera, ¿verdad?
—No. Entonces, ¿va a venir o no?
—Estaré allí dentro de media hora. Y no se preocupe, no va a tener que alojarme durante el día, los symphaths no tenemos problemas con la luz del sol.
—La veré más tarde.
Cuando Ehlena colgó, una oleada de energía recorrió sus venas y se apresuró a organizar el estudio, reuniendo todos los libros, las carpetas y los documentos y guardándolos de nuevo en el interior de la caja que ya no servía. Después de poner el paisaje marino de nuevo contra la pared, cerró el ordenador y les dijo a los doggen que estaba esperando una visita y…
El gong de la puerta principal reverberó a lo largo de la casa y ella se alegró de ser la primera en llegar para abrir. Por alguna razón no creía que el personal se sintiera cómodo con la presencia de Xhex.
Al abrir los paneles inmensos, dio un paso atrás. Xhex estaba exactamente igual a como la recordaba, una hembra dura y amenazante, vestida con pantalones de cuero negros y el pelo cortado al rape como el de un hombre. Sin embargo, algo había cambiado desde la última vez que la había. Parecía más… delgada, más vieja. Algo.
—¿Le molesta que hablemos en el estudio? —preguntó Ehlena, con la esperanza de poder llevar a Xhex a un sitio cerrado, antes de que aparecieran el mayordomo y las criadas.
—Usted sí que es valiente, ¿no? Considerando lo último que hice en esa habitación.
—Usted tuvo la oportunidad de ir por mí. Trez sabía dónde vivía antes de que termináramos aquí. Si estuviera tan furiosa por lo mío con Rehv, me habría ido a buscar hace tiempo. ¿Pasamos?
Cuando Ehlena señaló la habitación en cuestión con el brazo, Xhex sonrió y se dirigió al estudio.
Después de cerrar la puerta, Ehlena dijo:
—Entonces, ¿cuánto de lo que le dije es cierto?
Xhex comenzó a pasearse por el estudio, deteniéndose frente a las pinturas y los libros que reposaban en las estanterías. Durante unos segundos se quedó contemplando una lámpara que estaba montada sobre un jarrón oriental.
—Tiene razón. Rehv mató a su padrastro por lo que ese desgraciado estaba haciendo en casa.
—¿A eso era a lo que usted se refería cuando dijo que él se había metido en problemas por su madre y su hermana?
—En parte. Su padrastro aterrorizaba a la familia, en especial a Madalina. La cosa era que ella pensaba que se lo merecía y, además, eso era mucho menos de lo que le había hecho el padre de Rehv. Una mujer de honor. Ella me agradaba, aunque sólo la vi una o dos veces. Yo no era su tipo de chica, ni de lejos, pero ella fue amable conmigo.
—¿Rehvenge está en la colonia? ¿Fingió su propia muerte?
Xhex se detuvo frente al paisaje marino y miró por encima del hombro.
—A él no le gustaría vernos hablando de eso.
—Entonces está vivo.
—Sí.
—En la colonia.
Xhex se encogió de hombros y siguió deambulando, mientras sus pasos lentos y fluidos no trataban de ocultar en lo más mínimo el poder innato de su cuerpo.
—Si él hubiese querido que usted se involucrara en esto, habría hecho las cosas de un modo muy distinto.
—¿Mató usted a Montrag para evitar que la declaración jurada saliera a la luz?
—No.
—Entonces, ¿por qué lo mató?
—Eso no es de su incumbencia.
—Respuesta equivocada. —Cuando Xhex se volvió a mirarla, Ehlena echó los hombros hacia atrás y se cuadró—. Considerando lo que usted es, podría presentarme ante el rey ahora mismo y desenmascararla. Así que creo que debe decírmelo.
—¿Acaso está amenazando a una symphath? Tenga cuidado, yo muerdo.
La sonrisa indolente que se esbozó en su boca al decir esas palabras hizo que el corazón de Ehlena temblara de pavor, pues recordó que lo que estaba viendo al otro extremo del salón no era nada con lo que estuviera acostumbrada a lidiar y no sólo porque fuera una symphath. Esos ojos grises y fríos de Xhex habían visto a mucha gente muerta, porque ella los había matado.
Pero Ehlena no iba a dar marcha atrás.
—Usted no me haría daño —dijo con total convicción.
Xhex enseñó sus largos colmillos bancos y un siseo brotó de su garganta.
—¿Ah, no?
—No… —Ehlena negó con la cabeza, mientras recordaba la imagen de la cara de Rehv mientras sostenía sus zapatillas baratas en la mano. El hecho de saber lo que él había hecho para proteger a su madre y a su hermana… la hacía creer en lo que había visto en él en ese momento—. Él debió de decirle que no me tocara. Antes de marcharse, se aseguró de que yo estuviera segura y protegida. Por eso hizo lo que hizo en ZeroSum.
Rehvenge no había sido una buena persona. En absoluto. Pero ella había visto dentro de sus ojos y había percibido su olor de macho enamorado y había sentido sus manos delicadas sobre su cuerpo. Y en ZeroSum había visto el dolor que sentía y había oído la tensión y la desesperación que se revelaban en su voz. Y aunque antes había decidido que todo eso no era más que una representación o el fruto de la decepción al verse desenmascarado, ahora tenía una percepción diferente de toda la escena.
Ehlena lo conocía, joder. Incluso a pesar de todas las cosas que había omitido mencionar y de las mentiras que le había dicho, Ehlena lo conocía de verdad.
Así que levantó el mentón y miró a la asesina profesional que tenía enfrente.
—Quiero saberlo todo y usted me lo va a contar.
‡ ‡ ‡
Xhex habló durante media hora sin parar y se sintió asombrada de lo bien que se sentía. También le sorprendió ver lo mucho que le gustaba la hembra que Rehv había elegido. Durante todo el tiempo en que estuvo revelando un horror tras otro, Ehlena permaneció sentada en uno de los sofás de seda, absolutamente calmada y firme.
—Así que la hembra que fue a mi casa —dijo Ehlena— ¿era la que lo estaba chantajeando?
—Sí. Es su hermanastra. Y está casada con su tío.
—Dios, ¡cuánto dinero debió de quitarle a lo largo de veinte años! No me sorprende que tuviera que mantener el club funcionando.
—Y lo que ella quería no sólo era el dinero. —Xhex miró a Ehlena directamente a los ojos—. Ella lo obligó a prostituirse.
Ehlena palideció.
—¿A qué se refiere?
—¿A qué cree que me refiero? —Xhex lanzó una maldición y volvió a pasearse, recorriendo la periferia del salón por enésima vez—. Mire… hace veinticinco años yo cometí un puto error y, para protegerme, Rehv hizo un trato con la princesa. Cada mes viajaba al norte, le pagaba el dinero… y se acostaba con ella. Él odiaba hacerlo y la despreciaba horriblemente. Además, ella lo ponía enfermo, literalmente; cuando él hacía lo que tenía que hacer, ella lo envenenaba, por eso necesitaba el antídoto. Pero, ya sabe… aunque eso representaba un coste horrible para él, seguía viajando mensualmente al norte para que ella no nos desenmascarara. Rehv ha estado pagando por mi error mes tras mes, año tras año.
Ehlena sacudió la cabeza lentamente.
—Dios… su hermanastra…
—No se atreva a juzgarlo por eso. Ya casi no quedan symphaths, así que el incesto es muy común, pero, más allá de eso, Rehv no tenía opción porque yo lo puse en una posición de la que no podía escapar. Y si piensa por un segundo que él se habría ofrecido voluntariamente a hacer esa mierda, está usted completamente loca.
Ehlena levantó una mano como para calmar a Xhex.
—Entiendo. Yo sólo… me siento mal por usted y por él.
—A mí no tiene que compadecerme.
—No me diga lo que tengo que sentir.
Xhex no pudo evitar reírse.
—¿Sabe? En otras circunstancias, usted podría llegar a agradarme.
—Qué curioso, yo siento lo mismo. —La hembra sonrió, pero con tristeza—. Entonces, ¿lo tiene la princesa?
—Sí. —Xhex dio media vuelta porque no quería compartir lo que sin duda debía de haberse asomado a sus ojos—. La princesa fue la que lo desenmascaró, no Montrag.
—Pero Montrag iba a hacer pública la declaración jurada, ¿no? Lo cual debió de ser la razón de que usted lo matara.
—Eso sólo era una parte de lo que pretendía hacer. No me corresponde a mí revelar el resto de sus planes, pero digamos que Rehv no era el premio mayor.
Ehlena frunció el ceño y se recostó contra el sofá. Había estado jugueteando con su cola de caballo y algunos mechones se habían escapado de la goma con que se había recogido el pelo, de manera que, sentada en ese sofá frente a la lámpara, parecía rodeada por una especie de halo.
—Me pregunto si el mundo siempre tiene que ser tan cruel —murmuró.
—Según mi experiencia, sí.
—¿Por qué no fue a buscarlo? —preguntó Ehlena en voz baja—. Y no es una crítica, de verdad que no lo es. Sólo que me extraña que no lo hiciera.
El hecho de que la pregunta fuese planteada de esa manera hizo que Xhex se sintiera menos a la defensiva.
—Él me hizo prometer que no lo haría. Lo puso incluso por escrito. Si incumplo mi palabra, dos de sus mejores amigos me seguirían y acabarían muertos. —Xhex se encogió de hombros y se sacó del bolsillo de los pantalones la maldita carta—. Tengo que llevarla conmigo porque es lo único que me ayuda a contenerme. De otra manera, esta misma mañana habría ido a esa maldita colonia.
Ehlena clavó los ojos en el sobre doblado.
—¿Podría… Podría verla, por favor? —dijo y extendió una mano temblorosa—. Por favor.
La energía emocional que brotaba de Ehlena era una masa informe con elementos de desolación y miedo envueltos en hilos de tristeza. Había tenido unos días muy difíciles durante las últimas cuatro semanas y estaba en las últimas, más allá de su límite… pero en el centro de todo, en su corazón… ardía el amor.
Un amor profundo y ardiente.
Xhex le entregó la carta, pero la retuvo por un momento. Con voz ahogada dijo:
—Rehvenge… ha sido mi héroe durante años. Es un buen macho a pesar de su lado symphath y es digno de lo que usted siente por él. Se merece una vida mucho mejor que la que ha tenido… y, para ser sincera, no me quiero imaginar lo que esa hembra le debe de estar haciendo.
Cuando soltó el sobre, Ehlena parpadeó rápidamente, como si estuviera tratando de alejar las lágrimas.
Xhex no podía soportar mirarla, así que se levantó y se dedicó a contemplar el óleo de aquel hermoso atardecer sobre un mar en calma. Los colores de la pintura eran tan cálidos y hermosos que parecía casi como si el paisaje irradiara calor y pudieras sentirlo en la cara y en los hombros.
—Se merecía una vida de verdad —murmuró Xhex—. Con una shellan que lo amara y un par de descendientes… pero en lugar de eso va a ser torturado indefinidamente por…
Ya no pudo decir más, pues la garganta se le cerró con tanta fuerza que le costó trabajo hasta respirar. Frente a ese precioso atardecer, Xhex estuvo a punto de perder el control y ponerse a llorar. La presión interna que sentía era tan fuerte que se transformó como en una especie de marea espumosa y Xhex tuvo que bajar la vista hacia sus brazos y manos para ver si se habían vuelto más grandes.
Pero no, estaban igual que siempre.
Atrapados dentro de su piel.
Se oyó un rumor de papeles, como si Ehlena estuviera deslizando la carta de nuevo en el sobre.
—Bueno, sólo podemos hacer una cosa —dijo Ehlena.
Xhex se concentró en el sol ardiente que se veía en el centro de la pintura y se obligó a controlarse.
—¿Qué?
—Vamos a ir hasta allí y lo vamos a rescatar.
Xhex le lanzó una mirada de furia por encima del hombro.
—Pero qué está diciendo…usted y yo jamás podríamos enfrentarnos a un montón de symphaths. Además, ya ha leído usted la carta. Ya sabe lo que me comprometí a hacer.
Ehlena se dio un golpecito en la rodilla con la carta.
—Pero en esta carta usted se ha comprometido con él. Sólo con él. No se habla de nadie más, no se dice que no pueda ir si se lo pide otra persona… Así que… ¿qué pasaría si yo le pido que vaya allí conmigo? En ese caso sería a petición mía, ¿no? Si usted es symphath, estoy segura de que debe de ver la sutil diferencia.
La mente de Xhex comenzó a considerar las implicaciones y sonrió brevemente.
—Es una idea muy ingeniosa. Pero, sin ánimo de ofender, usted no tiene entrenamiento militar. Y voy a necesitar un apoyo mucho más fuerte.
Ehlena se puso en pie.
—Sé disparar y soy una enfermera entrenada en urgencias, así que puedo atender heridas de guerra. Además, usted me necesita si quiere librarse de esa promesa que hizo. Entonces, ¿qué dice?
Xhex estaba completamente a favor de atacar, pero si Ehlena terminaba muerta en el proceso de rescatar a Rehv, las cosas no iban a terminar bien.
—Bien, entonces iré yo sola —dijo Ehlena y arrojó la carta sobre el sofá—. Lo encontraré y…
—Un momento, espere. —Xhex respiró profundamente, recogió la última carta de Rehv y se permitió considerar las posibilidades—. ¿Y si hubiese una manera de…?
De repente se sintió invadida por una sensación de urgencia que llenó sus venas con algo distinto al dolor. Sí, pensó. Ahora sabía lo que tenía que hacer.
—Sé a quién podemos recurrir —dijo Xhex y comenzó a sonreír—. Ya sé cómo podemos hacerlo.
—¿A quién?
Xhex levantó una mano.
—Si quiere ir allí, cuente conmigo, pero lo haremos a mi manera.
La enfermera de Rehv miró hacia el suelo, antes de clavar sus ojos color caramelo en el rostro de Xhex.
—Pero yo voy con usted. Ésa es mi única condición. Yo voy.
Xhex asintió lentamente con la cabeza.
—De acuerdo. Pero todo lo demás corre por mi cuenta.
—Trato hecho.
Cuando se estrecharon la mano, Ehlena le dio un apretón fuerte y firme, lo cual, considerando lo que estaban pensando hacer, era un buen indicio de la forma en que Ehlena podía sostener la culata de un arma.
—Vamos a sacarlo de allí —dijo Ehlena con la respiración entrecortada.
—Que Dios nos ayude.