51

Cuando Xhex regresó al ZeroSum, entró por la puerta trasera al salón VIP y sin sacar las manos de los bolsillos en ningún momento. Gracias a su naturaleza vampira no dejaba huellas dactilares, pero las manos cubiertas de sangre siempre serían manos cubiertas de sangre.

Y también tenía sangre de Grady en los pantalones.

Algo común en ese lugar. Por esa razón el club tenía una caldera en el sótano.

No le dijo a nadie que había llegado, sólo se deslizó en la oficina de Rehv y pasó de largo hacia la habitación que había al fondo. Por fortuna tenía mucho tiempo para asearse y cambiarse de ropa, pues la policía iba a tardar algún tiempo en encontrar a Grady. La orden que le había dado al teniente De la Cruz era que se marchara hasta el día siguiente, aunque, con un tipo como él, era posible que el sentido del deber terminara superando la idea que ella había plantado en su cabeza. En todo caso, tenía al menos un par de horas.

En el apartamento de Rehv, cerró la puerta y fue directamente hacia la ducha. Después de abrir la llave del agua caliente, se quitó las armas y arrojó toda la ropa y las botas por un conducto que las llevaría hasta la caldera.

A la mierda con las lavadoras caseras. Ése era el tipo de lavandería que necesitaba la gente como ella.

Xhex se metió a la ducha con el cuchillo y se bañó con el mismo cuidado con que lavó el cuchillo. Todavía tenía los cilicios puestos y el jabón le producía ardor en el lugar donde las púas se clavaban en la piel, pero esperó hasta que el dolor se desvaneciera, antes de quitarse uno y luego el otro…

La agonía fue tan grande que sintió que las piernas se le dormían y luego sintió un dolor intenso en el pecho. Soltó una fuerte exhalación y se dejó caer contra las paredes de mármol, consciente de que podía desmayarse.

Pero de alguna manera mantuvo la conciencia.

Al ver toda esa sangre a sus pies, pensó en el cadáver de Chrissy. En la morgue, la sangre de la mujer parecía negra y marrón debajo de la piel ceniza. La sangre de Grady tenía el color del vino, pero estaba segura de que, después de un par de horas, su cadáver iba a quedar exactamente igual al de la chica: inmóvil sobre una mesa de acero inoxidable, mientras que lo que alguna vez había corrido por sus venas se convertía en cemento.

Había hecho bien su trabajo.

Las lágrimas brotaron de la nada y Xhex sintió desprecio por ellas.

Avergonzada por su debilidad, se cubrió la cara con las manos, aunque estaba sola.

Alguien había tratado de vengar su muerte una vez.

Excepto que ella no estaba muerta, sólo deseaba estar muerta, mientras su cuerpo era sometido a la tortura de toda clase de «instrumentos». Y todo ese asunto del caballero andante con su blanca armadura tampoco había resultado muy bien para su vengador. Pues Murhder había terminado por volverse loco. Había pensado que estaba rescatando a una vampira, pero, oh sorpresa, en realidad había arriesgado la vida para traer de vuelta a una symphath.

Caramba. Parecía que se le había olvidado mencionarle ese detalle a su amante.

Xhex pensó que le gustaría haberse mostrado tal como era. Considerando que era symphath, él tenía derecho a saberlo; de haberlo sabido, tal vez aún estaría en la Hermandad. Quizá emparejado con una hembra agradable… Y definitivamente no habría perdido la cordura ni habría huido quién sabía dónde.

La venganza era un asunto peligroso. En el caso de Chrissy, estaba bien. Todo había funcionado bien. Pero algunas veces lo que quieres honrar no vale la pena.

Xhex no era digna de ese esfuerzo; no sólo le había costado la cordura a Murhder, también había perjudicado gravemente a Rehv, que aún estaba pagando por los errores que ella había cometido.

Entonces pensó en John Matthew y deseó no haber follado con él. Murhder había sido un asunto casual para ella. Pero ¿John Matthew? A juzgar por el dolor que sentía en el centro del pecho cada vez que pensaba en él, sospechaba que era mucho más que eso; y por eso quería olvidar lo que había sucedido entre ellos en su apartamento.

El problema era la manera como John Matthew se había portado con ella. La ternura que le había demostrado amenazaba con partirla en dos, y sus emociones habían sido suaves, tiernas y respetuosas… amorosas, a pesar de que él ya sabía que ella era symphath. Por eso había tenido que rechazarlo de esa manera tan brusca, porque sabía que si lo besaba en los labios perdería el control por completo.

John Matthew era su pozo del alma, como lo llamaban los symphaths, o su pyrocant, como decían los vampiros. Su debilidad esencial.

Y ella era muy débil cuando se trataba de él.

Con una punzada de dolor, Xhex recordó las imágenes que había visto en ese monitor, recordó cómo John le hacía el amor a Gina. Al igual que las bandas de púas que usaba, la imagen le producía tal agonía que no podía dejar de pensar que se merecía lo que iba a sufrir viéndolo hundirse en el camino del sexo vacío y sin compromiso.

Xhex cerró la llave, recogió los cilicios y el cuchillo del suelo de mármol y salió de la ducha. Luego dejó todas las cosas de metal bajo la secadora de manos para que se secaran con el aire.

Cuando tomó una de las lujosas toallas negras de Rehv y comenzó a secarse, pensó que le gustaría que…

—Fuera papel de lija, ¿no? —dijo Rehv desde el umbral.

Xhex se detuvo mientras se secaba la espalda y miró hacia el espejo. Rehv estaba recostado contra el marco de la puerta; parecía un oso gigante, no podía negar su naturaleza de guerrero, a pesar de la elegancia con la que vestía.

—¿Qué tal ha ido todo? —preguntó Xhex, al tiempo que se agachaba para secarse el tobillo.

—Yo te podría preguntar lo mismo. ¿Qué demonios pasa contigo?

—Nada. —Xhex se secó la otra pierna—. Dime, ¿qué tal la reunión?

Rehv mantuvo la mirada fija en sus ojos, pero no por respeto, debido a que ella estaba completamente desnuda, sino porque sinceramente le daba lo mismo que estuviera desnuda o vestida. Demonios, sentiría lo mismo si Trez o iAm le estuvieran enseñando el trasero. Hacía mucho tiempo que había dejado de verla como una hembra, a pesar de que se alimentaban el uno del otro.

Tal vez eso era lo que le gustaba de John Matthew. Él la miraba, la tocaba y la trataba como si fuera una hembra. Como si fuera preciosa.

Y no porque no fuera igual de fuerte que él, sino porque era una joya única y especial…

Por Dios. Líbrame del estrógeno. Además, todo eso había quedado en el pasado, ¿no?

—¿La reunión? —insistió Xhex.

—Bien. Si eso quieres, que así sea. ¿En cuanto al consejo? No se presentaron, pero llegó esto. —Rehv sacó un sobre largo del bolsillo delantero del abrigo y lo arrojó sobre la mesita del baño—. Te dejaré leerlo más tarde. Pero por ahora basta decir que mi secreto dejó de ser secreto hace algún tiempo. Mi padrastro lo contó todo cuando iba camino al Ocaso y ha sido un milagro que esa mierda no se hiciera pública hace mucho tiempo.

—Maldito hijo de puta.

—A propósito, se trata de una declaración jurada, no de una confesión escrita a la carrera en una servilleta. —Rehv sacudió la cabeza—. Voy a tener que entrar en la casa de Montrag, a ver si hay más copias por ahí.

—Yo puedo hacerlo.

Rehv entrecerró sus ojos color amatista.

—No te ofendas, pero prefiero declinar tu oferta. No tienes buen aspecto.

—Eso es porque hacía mucho tiempo que no me veías sin ropa. Déjame vestirme con mis pantalones de cuero y volverás a convencerte de que soy invencible.

Rehv clavó la mirada en las heridas irregulares que Xhex tenía alrededor de los muslos.

—Me resulta difícil entender por qué te enfadaste tanto conmigo a propósito de mi brazo, considerando el aspecto que tienen esos muslos tuyos.

Xhex se tapó con la toalla.

—Iré a la casa de Montrag hoy.

—¿Por qué te estabas bañando?

—Porque estaba toda llena de sangre.

Rehv sonrió.

—Encontraste a Grady.

—Sí.

—Me alegro.

—Muy pronto tendremos una visita del Departamento de Policía.

—La espero con ansiedad.

Xhex terminó de secar los cilicios y el cuchillo dándoles unos golpecitos con la toalla y luego pasó frente a Rehv y se dirigió a los treinta centímetros del armario de Rehv que ella usaba. Sacó un par de pantalones de cuero limpios y una camiseta negra sin mangas y miró a Rehv por encima del hombro.

—¿Te molestaría dejarme sola para que me vista?

—¿Te vas a volver a poner esas malditas cosas?

—¿Cómo estás de dopamina?

Rehv se rió entre dientes y se dirigió a la puerta.

—Yo me ocuparé de registrar la casa de Montrag. Ya has hecho suficientes trabajos sucios para otra gente en estos últimos días.

—Puedo hacerlo.

—Pero eso no significa que tengas que hacerlo. —Rehv se metió la mano al bolsillo y sacó su teléfono móvil—. Mierda, se me olvidó volver a encenderlo.

Cuando la pantalla titiló, Rehv bajó la vista hacia el teléfono y sus emociones… vibraron.

Realmente vibraron por un segundo.

Tal vez se debía a que no llevaba puestos los cilicios y su naturaleza symphath no tardaba mucho en aflorar, pero Xhex no pudo evitar concentrarse en Rehv y la debilidad que percibía en él despertó su curiosidad.

Sin embargo, lo que más notó no fue la energía de sus emociones… sino el hecho de que Rehv tenía un olor diferente.

—Te has alimentado de alguien —dijo ella.

Rehv se quedó tieso y su inmovilidad lo delató.

—No lo niegues —murmuró Xhex—. Puedo olerlo.

Rehv se encogió de hombros y ella se preparó para escuchar sus falsas explicaciones y sus mentiras. Él llegó incluso a abrir la boca y adoptó esa expresión de aburrimiento con la que solía alejar a la gente.

Pero no dijo nada. No parecía capaz de inventarse una mentira.

—Caramba. —Xhex sacudió la cabeza—. Es algo serio, ¿no?

Evidentemente, lo mejor que Rehv podía hacer era ignorar esa pregunta.

—Cuando estés lista, nos reuniremos con Trez y iAm para ponernos al día antes de cerrar.

Rehv se dio la vuelta sobre los talones y regresó a la oficina.

Mientras se preparaba para ceñirse nuevamente las bandas de púas alrededor del muslo, Xhex pensó que era curioso, pero nunca había pensado que vería a Rehv así. Jamás.

Eso la hizo preguntarse quién sería la elegida. Y cuánto sabría esa hembra sobre él.

‡ ‡ ‡

Rehv se dirigió a su escritorio y se sentó, con el teléfono en la mano. Ehlena había llamado y había dejado un mensaje, pero en lugar de perder tiempo oyendo el mensaje, entró en su lista de contactos y…

La llamada que entró en ese momento era la única que podía disuadirlo de su propósito de seguir buscando el número de Ehlena. Rehv contestó y dijo:

—¿Con cuál de los hermanos estoy hablando?

—Vishous.

—¿Qué sucede, amigo?

—Nada bueno, desgraciadamente.

El tono seco de la voz de Vishous hizo que Rehv pensara en accidentes de tráfico. Accidentes graves que requerían el uso de todo un equipo especializado para rescatar los cuerpos.

—Te escucho.

El hermano habló y habló… Correo electrónico. Revelar su secreto. Deportación.

Se quedó paralizado. Debió de quedarse así mucho tiempo, hasta que lo sacaron de su estupor los gritos de V.

—Oye, Rehv, ¿estás ahí? ¿Rehvenge?

—Sí, aquí estoy. —Más o menos. Estaba un poco distraído por el zumbido que escuchaba en su cabeza, como si el edificio en el que se encontraba se estuviera desmoronando a su alrededor.

—¿Has oído lo que te he preguntado?

—Ah… no. —El zumbido se volvió más fuerte y Rehv creyó que realmente el club había sido bombardeado y todas las paredes se estaban cayendo, al tiempo que el techo se venía abajo.

—He rastreado el correo electrónico y estoy casi seguro de que proviene de una dirección IP ubicada en el norte del estado, cerca de la colonia, si no viene directamente de allí. Realmente no creo que provenga de un vampiro. ¿Conoces a alguien allí que pueda querer desenmascararte?

Así que la princesa ya no quería seguir jugando al chantaje.

—No.

Ahora fue V quien se quedó callado.

—¿Estás seguro?

—Sí.

La princesa había decidido llamarlo a casa. Y si él no iba, Rehv estaba seguro de que escribiría a toda la glymera e implicaría a Wrath y a la Hermandad, mientras revelaba a todos los que quisieran escucharla el secreto de Rehv. Y eso, sumado a la declaración jurada que había aparecido esa noche, sólo quería decir una cosa.

Que la vida, tal como la conocía hasta ahora, estaba llegando a su fin.

Aunque la Hermandad no necesitaba saberlo.

—¿Rehv?

Con una voz completamente neutra, Rehv dijo:

—Sólo es otra consecuencia de esa mierda de Montrag. No te preocupes por eso.

—¿Qué demonios está pasando?

La voz fuerte de Xhex, que llegó desde la puerta de la habitación, lo ayudó a volverse a concentrar y se volvió a mirarla. Cuando sus ojos se encontraron, el cuerpo fuerte de Xhex y sus ojos grises y alerta le resultaron tan conocidos como su propio reflejo; y lo mismo le ocurría a Xhex con él… Así que con sólo mirarlo a la cara, ella supo exactamente lo que estaba ocurriendo.

Xhex se fue poniendo pálida gradualmente.

—¿Qué ha hecho ahora? ¿Qué te ha hecho esa cabrona?

—Tengo que colgar, V. Gracias por llamar.

—¿Rehvenge? —lo interrumpió el hermano—. Mira, amigo, ¿por qué no sigo rastreando el…?

—Sería una pérdida de tiempo. Allí nadie sabe nada sobre mí. Créeme.

Rehv terminó la llamada y, antes de que Xhex pudiera acosarlo a preguntas, marcó el número del buzón para escuchar el mensaje de Ehlena. Aunque ya sabía lo que ella iba a decir. Rehv sabía exactamente que…

«Hola, Rehv, acabo de recibir una visita de esa… hembra. Me ha dicho un montón de barbaridades sobre ti. Yo sólo… bueno, pensé que deberías saberlo. Para serte sincera, me pareció una loca de atar. En todo caso, tal vez puedas llamarme para que hablemos sobre esto. Realmente te lo agradecería. Adiós.

Rehv borró el mensaje.

Xhex se acercó y, justo cuando iba a hablar, se oyó un golpe en la puerta y alguien entró en la oficina. Entonces Rehv oyó que Xhex decía:

—Danos un minuto, Trez. Llévate a Rally y no permitas que nadie entre aquí.

—¿Qué pasa?

—Ahora. Por favor.

Rehvenge se quedó mirando el teléfono y apenas tuvo conciencia del ruido que venía de la puerta al cerrarse.

—¿Has oído eso? —dijo en voz baja.

—Oír ¿qué? —preguntó Xhex, al tiempo que se arrodillaba al lado de la silla de Rehv.

—Ese sonido.

—Rehv, ¿qué ha hecho esa bruja?

Rehv miró a Xhex a los ojos, pero en lugar de verla a ella, vio a su madre en su lecho de muerte. Curioso, las dos hembras tenían la misma mirada suplicante. Y las dos eran personas a las que él quería proteger. Ehlena también estaba en esa lista. Al igual que su hermana. Y Wrath. Y la Hermandad.

Rehvenge estiró la mano y acarició la barbilla de su segunda al mando.

—Sólo son asuntos de la Hermandad y yo me siento realmente agotado.

—Mentira, me estás diciendo mentiras.

—¿Puedo preguntarte algo?

—¿Qué?

—Si te pidiera que te hicieras cargo de una hembra por mí, ¿te asegurarías de cumplir tu promesa?

—Sí, mierda, sí. Por Dios, he querido matar a esa perra desde hace más de veinte años.

Rehv dejó caer la mano y luego la extendió, al tiempo que decía:

—Por tu honor, júralo.

Xhex le estrechó la mano para sellar su promesa tal como lo habría hecho un hombre, con firmeza.

—Tienes mi palabra. Lo que quieras.

—Gracias. Oye, Xhex, voy a acostarme un rato…

—Pero primero tienes que contarme qué está pasando.

—¿Cerrarías el club por mí?

Xhex se echó hacia atrás.

—¿Qué demonios está pasando?

—Sólo era Vishous, con otro contratiempo.

—Mierda, ¿acaso Wrath tiene otra vez problemas con la glymera?

—Mientras exista la glymera, Wrath va a tener problemas con ellos.

Xhex frunció el ceño.

—¿Por qué estás pensando en la imagen de una playa sacada de un anuncio de los años ochenta?

—Porque estoy seguro de que los trajes de baño de esa época se van a volver a poner de moda. Puedo sentirlo. Y deja de tratar de leerme la mente.

Hubo un largo silencio.

—Voy a atribuirle esto a la muerte de tu madre.

—Buen plan. —Rehv apoyó el bastón en el suelo—. Ahora, voy a tratar de dormir un poco. Llevo ¿cuánto? ¿Dos días sin dormir?

—Está bien. Pero la próxima vez trata de bloquearme con algo menos aterrador que un anuncio de las Bahamas.

Cuando se quedó solo, Rehv miró a su alrededor. Esa oficina había visto muchas cosas: mucho dinero cambiando de manos. Y también muchas drogas. Muchos imbéciles que habían tratado de engañarlo chorreando sangre.

A través de la puerta que llevaba a la habitación, Rehv miró el apartamento en el que había pasado una gran cantidad de noches. Apenas alcanzaba a ver la ducha.

Hacía muchos años, antes de que desarrollara esa intolerancia al veneno de la princesa, cuando podía ir a verla y hacer lo que tenía que hacer y todavía tenía fuerzas suficientes para regresar solo a casa, siempre se bañaba en ese baño. No quería contaminar la casa familiar con lo que le había quedado en la piel y, antes de que se sintiera en condiciones de regresar junto a su madre y su hermana, necesitaba mucho jabón, mucha agua caliente y mucha fuerza para restregarse. La ironía era que, cada vez que volvía a su casa, su madre invariablemente le preguntaba si había estado en el gimnasio, porque «tenía un saludable brillo en el rostro».

Pero Rehv nunca se había sentido lo suficientemente limpio. Porque, claro, los crímenes no eran como la suciedad, no podías quitártelos de encima con agua y jabón.

Rehv dejó caer la cabeza hacia atrás y comenzó a recorrer mentalmente ZeroSum: el cuarto donde Rally pesaba la mercancía, la sala VIP, la cascada, la pista de baile y las distintas barras. Conocía cada centímetro del club y sabía todas las cosas que ocurrían en él, desde lo que sus chicas hacían de rodillas o de espaldas en los baños privados, hasta la manera como sus corredores de apuestas jugaban con la suerte y la cantidad de sobredosis que Xhex había tenido que manejar.

Tantos negocios turbios.

Luego Rehv pensó en Ehlena y en que había perdido su trabajo por llevarle los antibióticos que él había sido tan torpe de no pedirle a Havers. Ésa era una buena acción. Y él lo sabía no sólo por lo que había aprendido al lado de la gente como su madre, sino porque sabía quién era Ehlena. Ella era una persona intrínsecamente buena y, por lo tanto, hacía cosas buenas.

Lo que él había estado haciendo allí no era, y nunca había sido, bueno, porque eso era lo que él era.

Rehv pensó en el club. Los lugares en los que pasas tu vida, así como la ropa que te pones, el coche que conduces, los amigos y socios que tienes… todo es producto de tu forma de vivir. Y él llevaba una vida sórdida, violenta y oscura. Y así también iba a morir.

En realidad se merecía el destino hacia el cual se dirigía.

Pero mientras se dirigía allí, iba a hacer las cosas bien. Por una vez en su vida, iba a hacer lo correcto por las razones correctas.

Y lo iba a hacer por la corta lista de personas a las que… amaba.