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Xhex se alegró de que la mente humana fuese tan maleable: no le fue difícil lograr que el cerebro de José de la Cruz registrara la orden que le dio mentalmente y, tan pronto como lo hizo, el policía obedeció como un corderito.

Más allá, entre los árboles, Grady detuvo su marcha de sonámbulo, sorprendido al ver que había un coche ahí. Sin embargo, a Xhex no le preocupaba que el tipo perdiera el valor. Una combinación de sentimientos de dolor, desesperación y arrepentimiento lo rodeaba como una nube y pronto lo llevaría hasta la lápida recién puesta con mayor determinación que cualquier idea que ella pudiera implantarle en el lóbulo frontal.

Xhex espero junto con Grady y… en cuanto se fue De la Cruz, reanudó su labor y llevó a Grady hasta donde quería tenerlo.

Al llegar a la lápida de granito, un sollozo ahogado salió de su boca y fue el primero de muchos. Como todo un mariquita, Grady comenzó a lloriquear y el aire salía de su boca formando pequeñas nubes blancas, mientras se arrodillaba sobre el lugar donde la mujer que él había asesinado pasaría el próximo siglo en proceso de descomposición.

Si quería tanto a Chrissy, ¿por qué no había pensado en eso antes de matarla a golpes?

Xhex salió de detrás de un roble y desvaneció la nube que la ocultaba, de manera que su figura se vio con claridad en el paisaje. Al acercarse al asesino de Chrissy, se llevó la mano a la espalda y desenfundó el cuchillo de hoja de acero inoxidable que llevaba pegado a la columna. El cuchillo era tan largo como su antebrazo.

—Hola, Grady —dijo Xhex.

Grady dio media vuelta como si se hubiese metido un taco de dinamita por el trasero y tuviera la esperanza de apagarlo entre la nieve.

Xhex mantuvo el cuchillo detrás del muslo.

—¿Cómo te va?

—¿Qué… —El hombre clavó enseguida la mirada en las manos de Xhex y, cuando sólo vio una, comenzó a alejarse de ella, arrastrándose a cuatro patas sobre la nieve.

Xhex lo siguió, pero mantuvo al menos un metro de distancia entre ellos. A juzgar por la manera como Grady miraba todo el tiempo por encima del hombro, se estaba preparando para salir corriendo y huir y ella se iba a quedar quieta hasta que él…

¡Bingo!

Grady se lanzó hacia la izquierda, pero ella se abalanzó sobre él y lo agarró de la muñeca, permitiendo que la fuerza de su propio movimiento lo detuviera. El tipo terminó de narices contra el suelo, con el brazo contra la espalda, completamente a merced de Xhex. Cosa con la que, desde luego, no contaba. Con un movimiento rápido, Xhex le cortó en el brazo, rebanando de un tajo la tela de la chaqueta y la piel suave.

Lo hizo sólo para distraerlo y funcionó. Pues el tipo soltó un alarido y trató de cubrirse la herida.

Eso le dio a ella suficiente tiempo para agarrarlo de la bota izquierda y retorcérsela hasta que el sujeto dejó de preocuparse por lo que pasaba con su brazo. Grady gritó y trató de soltarse retorciéndose, pero ella le puso una rodilla sobre la espalda para mantenerlo en su lugar, mientras le rompía el tobillo por la presión. Luego le cortó los tendones del muslo.

Eso disminuyó los gritos.

Mientras Grady se sumía en el dolor, dejó de respirar y se quedó callado, hasta que ella comenzó a arrastrarlo hasta la tumba. Él comenzó a forcejear de la misma forma que lloraba, haciendo mucho ruido pero sin obtener ningún resultado. Después de que lo tuvo donde quería, Xhex le cortó los tendones del otro brazo, de manera que a pesar de lo mucho que el tipo quisiera alejarse de sus manos, no podría hacer nada. Luego lo puso boca arriba para tener una mejor vista del panorama y le levantó la chaqueta.

Se agachó para abrirle el cinturón, al mismo tiempo que le mostraba el cuchillo.

Los hombres eran graciosos. Independientemente de lo inconscientes que estuvieran, si les acercabas algo largo, afilado y brillante al lugar donde tenían su cerebro primario, siempre se ponían alerta.

—¡No…!

—Ah, sí. —Xhex le acercó el cuchillo a la cara—. Claro que sí.

El tipo comenzó a forcejear, a pesar de sus heridas, y ella se detuvo un momento para disfrutar del espectáculo.

—Estarás muerto antes de que me vaya —le dijo Xhex, mientras él se sacudía como un muñeco—. Pero antes vamos a pasar un buen rato juntos. Por desgracia, no será muy largo. Porque tengo que ir a trabajar. Suerte que soy rápida.

Xhex le puso una bota sobre el esternón para inmovilizarlo, le abrió el botón de los pantalones y la bragueta y se los bajó hasta la mitad de los muslos.

—¿Cuánto tiempo te llevó matarla, Grady? ¿Cuánto?

Aterrorizado, el hombre gimió y se sacudió, mientras su sangre manchaba de rojo la nieve blanca.

—¿Cuánto tiempo, hijo de puta? —Xhex cortó con el cuchillo la cinturilla de los calzoncillos de su víctima—. ¿Cuánto tiempo sufrió?

Un momento después, Grady gritó con tanta fuerza que el sonido no parecía humano sino el graznido de un cuervo.

Xhex se detuvo y miró hacia donde estaba la estatua de la mujer con túnica que había observado durante tanto rato a lo largo del servicio de Chrissy. Por un momento, le pareció que la cara de piedra había cambiado de posición y el adorable rostro de la mujer ya no miraba hacia Dios sino hacia donde estaba ella.

Sólo que eso no era posible…

‡ ‡ ‡

Mientras esperaba detrás de la pared formada por los cuerpos de sus hermanos, los oídos de Wrath captaron los sonidos que provenían de la puerta principal del restaurante al abrirse y cerrarse, separando el chirrido de las bisagras de los gorjeos de la voz de Sinatra. Lo que fuera que estaban esperando, acababa de aparecer y su cuerpo, sus sentidos y su corazón, todo disminuyó el ritmo, como un motor que se aproxima a una curva cerrada y se prepara para salir de ella con toda su potencia.

Sus ojos se enfocaron mejor en la habitación roja, la mesa blanca y la parte trasera de las cabezas de sus hermanos, cuando iAm reapareció en el umbral.

Iba acompañado por un macho extremadamente bien vestido.

Correcto, el tipo tenía la marca de la glymera estampada en el trasero. Con el cabello rubio y ondulado partido de lado, al estilo del Gran Gatsby, y su cara perfectamente proporcionada, era francamente espectacular. El abrigo de lana negra tenía un corte que se ajustaba perfectamente a su cuerpo esbelto y en la mano llevaba un delgado maletín.

Wrath nunca lo había visto, pero parecía un macho muy joven para la situación en que se encontraba. Muy joven.

Nada más que un cordero listo para el sacrificio, elegante y con mucho estilo.

Rehvenge caminó hasta donde estaba el chico y agarró el bastón de una manera que parecía que fuera a desenfundar la espada que llevaba adentro si Gatsby se atrevía siquiera a respirar muy profundamente.

—Será mejor que empieces a hablar. Ahora.

Wrath dio un paso adelante y se metió entre Rhage y Z, quienes no quedaron muy contentos con el cambio de posición, pero un rápido gesto de la mano les impidió tratar de maniobrar delante de él.

—¿Cuál es tu nombre, hijo? —Lo último que necesitaban ahora era otro cadáver y, con Rehv alrededor, nunca se sabía lo que podía pasar.

Gatsby hizo una venia solemne y luego se enderezó. Cuando habló, lo hizo con una voz sorprendentemente profunda y segura, considerando la cantidad de pistolas automáticas que le apuntaban directamente al pecho.

—Soy Saxton, hijo de Tyhm.

—Ya he visto tu nombre antes. Tú preparas certificados de descendencia y linaje.

—Así es.

Así que el consejo realmente estaba descendiendo en la escala social, ¿no? Ni siquiera habían enviado al hijo de un miembro del consejo.

—¿Quién te envía, Saxton?

—El lugarteniente de un hombre muerto.

Wrath no tenía idea de cómo habría interpretado la glymera la muerte de Montrag y tampoco le importaba. Siempre y cuando el mensaje hubiese llegado a todos los que formaban parte de la conspiración.

—¿Por qué no dices lo que has venido a decir?

El macho puso el maletín sobre la mesa y abrió el herraje dorado. Tan pronto como lo hizo, Rehv sacó su espada roja y clavó la punta contra la garganta blanca del desgraciado. Saxton se quedó paralizado y miró a su alrededor sin mover la cabeza.

—Te aconsejo que te muevas lentamente, hijo —murmuró Wrath—. Hay demasiados buenos tiradores en este salón y tú eres el blanco favorito de todos.

Esa voz profunda y equilibrada volvió a sonar con tono de precaución.

—Por eso le dije que teníamos que hacer esto.

—Hacer ¿qué? —Esta vez el que habló fue Rhage, siempre el más impulsivo. A pesar de la espada de Rehv, Hollywood parecía listo para saltar sobre Gatsby, tuviera o no un arma en ese maletín de cuero.

Saxton miró a Rhage y luego volvió a concentrarse en Wrath.

—Al día siguiente del asesinato de Montrag…

—Interesante elección de palabras —dijo Wrath, arrastrando las palabras, mientras se preguntaba cuánto sabría exactamente ese tipo.

—Por supuesto que fue un asesinato. Cuando acabas muerto en un combate, por lo general todavía conservas tus ojos en el cráneo.

Rehv sonrió, mostrando un conjunto de dagas dentales que hacían juego con su espada.

—Eso depende de la persona que te mate.

—Sigue —dijo Wrath—. Y, Rehv, por favor tranquilízate con esa aguja tuya, si no te molesta.

El symphath retrocedió un poco, pero mantuvo el arma empuñada y Saxton lo miró antes de continuar.

—La noche que Montrag fue asesinado, mi jefe recibió esto. —Saxton abrió su maletín y sacó un sobre de manila—. Se lo envió Montrag.

El tipo puso el sobre sobre la mesa, para mostrar que el sello de lacre estaba intacto, y dio un paso atrás.

Wrath miró el sobre.

—V, ¿tendrías la bondad de hacer los honores?

V se acercó y recogió el sobre con la mano enguantada. Luego se oyó que rasgaban el papel, y luego un susurro de hojas que se deslizaban una sobre otra.

Silencio.

V volvió a guardar los documentos, se metió el sobre entre el cinturón, en la parte baja de la espalda, y se quedó mirando fijamente a Gatsby.

—¿Debemos suponer que no lo has leído?

—No lo hice. Y mi jefe tampoco. Nadie lo ha visto, pues la cadena de custodia cayó sobre mi jefe y yo.

—¿Cadena de custodia? ¿Entonces eres abogado y no sólo asistente jurídico?

—Estoy estudiando para ser abogado, según la tradición de las Leyes Antiguas.

V se inclinó hacia delante y enseñó los colmillos.

—¿Estás completamente seguro de que no has leído eso?

Saxton se quedó mirando al hermano por un momento, como si estuviera fascinado por los tatuajes que V tenía en la sien. Después de un minuto, negó con la cabeza y dijo con esa voz de bajo:

—No estoy interesado en formar parte de la lista de gente que ha aparecido muerta y sin ojos sobre sus alfombras. Y mi jefe tampoco. El documento fue lacrado por el mismo Montrag. Lo que sea que haya puesto ahí no ha sido leído desde que él lo selló personalmente con cera hirviendo.

—¿Cómo sabes que fue Montrag quien lo envió?

—Porque es su letra. Lo sé porque he visto muchas notas suyas en documentos. Además, fue entregado por su criado personal, por solicitud del mismo Montrag.

Mientras Saxton hablaba, Wrath leyó las emociones del macho con mucho cuidado, respirando lentamente por la nariz. Nada de engaños. Tenía la conciencia limpia. El chico parecía sentirse atraído hacia V, pero, aparte de eso, no había nada más. Ni siquiera miedo. Era precavido, pero estaba tranquilo.

—Si estás mintiendo —dijo V con voz suave—, lo averiguaremos y te encontraremos.

—No lo dudo ni por un segundo.

—Mira, parece que el abogado ha resultado ser inteligente. —Vishous volvió a su lugar en la fila y su mano regresó a la culata de su pistola.

Wrath quería saber qué había en el sobre, pero se imaginó que no sería apropiado revelar el contenido en presencia de desconocidos.

—Entonces, ¿dónde están tu jefe y sus amigos, Saxton?

—Ninguno de ellos va a venir. —Saxton miró las sillas vacías—. Todos están aterrados. Después de lo que le ocurrió a Montrag, están encerrados en sus casas y allí se van a quedar.

Bien, pensó Wrath. Si la glymera mostraba su talento para ser un puñado de cobardes, él tendría una preocupación menos.

—Gracias por venir, hijo.

Saxton interpretó esas palabras como lo que eran, cerró su maletín, hizo una venia y dio media vuelta para marcharse.

—¿Hijo?

Saxton se detuvo y giró sobre sus talones.

—¿Sí, milord?

—Tuviste que convencer a tu jefe para que hiciera esto, ¿verdad? Para que nos entregara el sobre sin haberlo leído. —Un silencio discreto fue la respuesta—. Entonces, eres buen consejero y te creo. Al parecer, ni tú ni tu jefe habéis visto lo que hay ahí. Pero te doy un consejo. Yo buscaría un nuevo empleo. Las cosas van a empeorar antes de que puedan mejorar y la desesperación hace que hasta la gente más honorable haga cualquier tontería. Ya te han mandado una vez a la boca del lobo. Y volverán a hacerlo.

Saxton sonrió.

—Si alguna vez necesita un abogado, por favor, llámeme. Después de todo el entrenamiento en herencias y derechos patrimoniales que he tenido desde el verano, estoy pensando independizarme.

Luego hizo otra venia y se fue con iAm, con la cabeza en alto y paso firme.

—¿Qué tienes ahí, V? —preguntó Wrath en voz baja.

—Nada bueno, milord. Nada bueno.

Antes de que la vista de Wrath volviera a su estado normal y otra vez lo viera todo borroso y desenfocado, lo último que alcanzó a ver con claridad fue la manera en que los ojos de hielo de V se clavaron en Rehvenge.