Clara, la que eligió la muerte

Pero fue Claretta Petacci la amante total, la que más tiempo y más a gusto estuvo con él, la que lo siguió hasta la muerte.

Las relaciones efímeras de Mussolini, según Chessa, “pasan por un vínculo machista, carente de intelectualidad, con las mujeres que encuentra a diario, casi por esa idea muy de la época de compulsividad en el encuentro sexual. Por otro lado, tenemos a las amantes […], que son todas de cierta […] calidad moral, intelectual, cultural, personal. Y con ellas mantiene relaciones verdaderas, auténticas, de confianza. Y luego tenemos a su mujer. Pero ¿qué es lo que intenta hacer Clara Petacci al relacionarse con Mussolini? Ella quiere asumir, desde la posición en la que se encuentra, un rol de tal importancia en la vida de él como para poder algún día sustituir realmente a Rachele”.

De todos modos, Clara, casi treinta años más joven que él, era el perfecto ejemplo de la mujer que vive supeditada al varón y cuyo prestigio sólo aumenta en la medida en que se incrementa el de él, pero que al mismo tiempo ejerce cierto poder sobre éste. “Si hoy estamos hablando de Clara Petacci —concluye Chessa—, es porque acompañó a la muerte a su hombre; si no, no sabríamos quién era esa mujer”.

Claretta se enamoró del Duce a los catorce años, cuando quedó sobrecogida tras uno de los atentados (que fueron cinco o seis) que él sufrió. El ya Duce no sabía que la joven tenía en su habitación recortes y fotografías de él, era como la típica adolescente que vive fascinada con el cantante o el actor de moda. El caso es que ella le quería fanáticamente desde siempre. Por fin lo encontró un día de abril de 1932, cuando con veinte años iba en coche a Ostia y de repente un gran automóvil negro les adelantó y Clara vio que iba conducido por Mussolini. Pidió a su chofer que lo siguiera y que le alcanzara, cosa que por fin hizo gracias a que el Duce se detuvo momentáneamente en una rotonda. Cuando Clara lo abordó él quedó absolutamente absorto con la belleza de esta mujer morena, guapa, de intensos ojos negros y un cuerpo exuberante. En ese momento comenzó una historia que duró trece años, y que para ella fue “la razón de vivir”, pues lo amaría de verdad, y casi seguramente él a ella. Una historia que sólo acabó con las balas de sus ejecutores.