Hubo otras mujeres que influyeron en la vida de Mussolini, pero no en calidad de amantes o esposas. Ellas fueron sus hijas Edda y Anna María y su hermana Edvige.
Edda, la preferida del padre, era enérgica, emprendedora e inquieta, y no callaba ante éste ni ante otras personalidades italianas o alemanas. En su casa la llamaban por ello “Sandokán”, e incluso algunos la tachaban de maschiaccio (“marimacho”). No soportó el colegio de “niñas bien” y debieron retirarla de él. Fue una de las primeras italianas en llevar pantalones y bikini; le gustaban los juegos de azar, fumar y hasta le ponía cuernos al marido (y él a ella). “Fui capaz de someter a Italia, pero nunca podré someter a mi hija”, decía el Duce. Ella era una de las pocas personas filoalemanas que había en Italia —Ciano lo era muy poco— y apoyó en todo momento la política de su padre.
En 1930 Edda se había casado con Gian Galeazzo Ciano, con quien tuvo tres hijos. Ciano comenzaba su fulgurante carrera política. Cuando junto a otros éste votó contra Mussolini el 25 de julio de 1943 en el Gran Consejo Fascista, fue acusado de alta traición y condenado a muerte en el proceso de Verona. La propia Rachele conminó a su esposo a tener mano dura con “los traidores”, pero Edda se enfrentó furibundamente a su padre (y a su madre) para intentar salvar a su marido, quien finalmente fue fusilado al año siguiente. Su cuñada Mónica opinó entonces que ésa era la gran diferencia entre madre e hija. Lógicamente, Edda no volvió a hablar con Rachele hasta muchos años más tarde, cuando reunió a toda la familia cerca de Nápoles y le propuso hacer las paces. Doña Rachele aceptó, la abrazó y besó, pero siempre estuvo presente en Edda el recuerdo de que había sido ella quien había hecho matar al marido. Y nadie pudo intervenir para salvarlo porque en realidad todos habían querido ese destino para Ciano. De su madre, Edda dijo: “Ella defendió a su hombre; yo defendí al mío”.
Cuando Italia ocupó Albania (1939), el puerto de Saranda fue rebautizado como Porto Edda, hasta 1944. Durante la Segunda Guerra Mundial recibió la Medalla de Plata al Valor Militar por su intensa labor como enfermera de la Cruz Roja en los frentes griego y ruso.
Tras el fusilamiento de Mussolini y el fin de la guerra fue extraditada a Italia, cuyo gobierno la desterró a la isla de Lípari y luego la amnistió. “Edda, la hija preferida del Duce, siempre dijo que al único hombre al que había amado en su vida había sido su padre, y es verdad”, asegura Mónica Mussolini. Se dice también que en Lípari tuvo relaciones amorosas con un oficial de las tropas de montaña comunista y partisano. Está enterrada en Liorna, junto a su marido.
En cuanto a donna Rachele, en los años de la RSI propugnó “mano dura para mantener el orden”. Tras la guerra fue confinada a la isla de Ischia con sus hijos Romano y Anna María hasta 1948, y con el retorno de los restos del Duce a Predappio se instaló en Villa Carpena (Forlì), hoy museo, con su gallinero y su huerto, cobrando una pequeña pensión desde 1975.
Anna María Mussolini, la menor del Duce, a los siete años sufrió una poliomielitis vírica que le causó problemas toda la vida y provocó depresiones en el padre, que casi lo llevan a dejar el poder. Tras la ejecución de éste el Comité de Liberación Nacional la detuvo y desterró a la isla de Ischia con su madre y un hermano. En la posguerra no utilizó el apellido familiar cuando en los años cincuenta trabajó en la RAI (radio italiana) en programas de arte y música. Y cuando su seudónimo fue descubierto, se alejó de la actividad.
Mussolini tenía dos hermanos: Edvige y Arnaldo. Ella (1888-1957) era una mujer tranquila y bondadosa —parecida al padre herrero, según parece— que llegó a tener alguna influencia sobre el Duce. En 1940 logró evitar la condena del escritor no fascista Dino Segre (llamado “Pitigrilli”), trató de convencer a su hermano de que hiciera menos severas las medidas antisemitas (1938) e incluso llegó a ayudar a muchas familias judías. Su hijo, Giuseppe Mancini, fue un mando subalterno en la Legión Tagliamento del ejército fascista de Mussolini, en la RSI, durante la guerra civil italiana, y fue capturado y muerto por los partisanos el 28 de abril de 1945. Muy ligada a Benito, conservó unos controvertidos (y quizá falsos) Diarios de Mussolini, a quien describió como intimista, melancólico, contrario a entrar en la guerra —lo cual era cierto—, “acomplejado” ante Hitler e “indiferente hacia los judíos”.