Hitler había conocido a Eva en 1929 en el estudio de su amigo y fotógrafo Heinrich Hoffman, donde ella trabajaba como ayudante. A partir de entonces se vieron bastante, pero todos los indicios parecen apuntar a que se hicieron amantes apenas seis meses después del suicidio de la sobrina de Hitler, Geli. En ese momento Eva tenía veinte años, y Hitler, cuarenta y tres.
De Boer recuerda: “Heinrich Hoffman estaba siempre con él cuando se sacaba fotos y le decía cómo ubicarse. Eva era una de sus asistentes, y trabajaba aquí, en el local muniqués de Amalienstr, donde se vieron por primera vez. Cuando Hitler entró a la tienda de Hoffman ella no sabía quién era, aunque él ya era famoso en la política en Múnich y Alemania. Eva Braun salió a buscar cerveza y queso, y lo hicieron sentir cómodo. Luego de esto empezaron a verse más seguido”.
La relación con Eva era clandestina, y al igual que Geli ella permaneció cuasi secuestrada. La fotografía fue una de las pocas actividades que pudo desarrollar y era una buena fotógrafa. Con un teleobjetivo y desde una ventana registró a muchos de los grandes hombres que visitaban a Hitler, como por ejemplo el cardenal Eugenio Pacelli —quien luego sería Pío XII—, el Agha Khan, los duques de Windsor, el premier británico Neville Chamberlain y el ex presidente norteamericano Herbert Hoover, entre otros. Incluso produjo fotos y películas donde mostraba al líder como un hombre preocupado y agradable, material con el que hizo mucho dinero al vendérselo luego a Heinrich Hoffman.
Görtemaker asegura que en su libro buscó “mirar detrás de los mitos y leyendas que siguen girando en torno a las vidas privadas de Adolf Hitler y Eva Braun. Es muy difícil juzgar acerca del costado emocional de la relación, porque las fuentes primarias son muy escasas. Hay algunas postales y cartas de Eva Braun y ninguna de Hitler, ningún documento privado que revele o ilumine la naturaleza de este vínculo tan particular, así que el problema es que tenemos que confiar en las palabras de otros y luego analizar qué dijeron, preguntarse quién dijo qué, por qué y cuándo”.
Para Görtemaker, “Eva era tan culta como Hitler, quien vio en ella alguien de su entorno social. Tenían casi la misma educación, así que ella disfrutaba de la lectura, de la música, de las películas y del teatro tanto como él”.
Al principio Eva se sintió muchas veces postergada, de ahí sus dos intentos de suicidio; pero después adquirió una relevancia en la intimidad de Hitler que ninguna otra mujer había llegado a alcanzar. Aunque él siempre la mantuvo al margen de su actividad oficial, Eva era la compañera de su vida privada y él le concedía múltiples caprichos: por ejemplo, viajó por Alemania, Austria, Noruega e Italia, donde fue agasajada por el conde Ciano, yerno de Mussolini y ministro de Asuntos Exteriores, quien la llamaba “la bella rubia”. Eva disfrutaba mucho esquiando en invierno, nadando en verano y haciendo gimnasia y excursiones por la montaña durante todo el año. También le gustaba beber y fumar —con gran enfado de Hitler, que era vegetariano y abstemio—, y sobre todo bailar y lucir hermosos trajes.
Solar considera que los intentos de suicidio de Eva Braun fueron calculados. “Buscaba atraer la atención de Hitler, que había quedado muy conmocionado con la muerte de su sobrina. Pero finalmente Eva logró su objetivo y con creces, porque fue a la muerte con él en Berlín, aunque yo no creo que haya tenido un objetivo relacionado con la trascendencia histórica, porque se trataba de una muchacha de un pensamiento muy elemental. Creo que era una señora estupenda desde muchos puntos de vista, incluido el físico, y además debía de ser una amante muy afectuosa, muy simpática, muy alegre. Tenía muchas virtudes, pero no descollaba intelectualmente”.
El 28 de mayo de 1935 Eva le envió a Hitler una nota, que explica en parte su relación. A propósito de esa nota, ella considera: “Acabo de mandarle la carta crucial. Pregunta: ¿le concederá él alguna importancia? Veremos. Si no obtengo respuesta antes de esta noche, tomaré veinticinco píldoras y pasaré al otro mundo en un dulce sueño. Me ha dicho tan a menudo que está locamente enamorado de mí…, pero ¿qué significa esto cuando no he recibido ni una sola palabra suya durante tres meses? Si todo este tiempo ha estado inmerso en la política, ya sería hora de que descansara un poco. ¿Qué ocurrió el año pasado? Italia y Röhm le dieron muchos problemas, pero a pesar de ello, encontró tiempo para mí. Tal vez la situación actual es incomparablemente más difícil, pero unas pocas palabras cariñosas enviadas a través de los Hoffman no le hubieran distraído mucho. […] Tengo miedo de que haya algo detrás de todo esto. Yo no tengo la culpa; no la tengo en absoluto. Quizás hay otra mujer, […]. Pero hay tantas mujeres. ¿Existe otra explicación? No puedo encontrarla. […]”.
Con Geli salían a cenar casi todas las noches a restaurantes y compartía su mesa gente del partido, que la conocía muy bien. Eran siempre varias personas y todo el mundo estaba encantado con ella, porque era extraordinariamente alegre y se armaba un buen ambiente. Tal vez el parentesco entre tío y sobrina le permitía a Hitler pasearla sin mayores preocupaciones acerca de qué pensaría la gente de la relación. En cambio, a Eva la escondió porque era una pareja clandestina. Sin embargo, todo fue distinto cuando comenzó el ocaso del Tercer Reich y él empezó a ser condescendiente y a permitir que Eva ejerciera como la señora de la casa en el Berghof, lugar de descanso y segunda residencia gubernamental de Hitler. Todos los que la conocieron en esa etapa aseguraron que era muy buena administradora, amable y organizada, y que cuando ella estaba se comía bien.
Adolf Hitler, Frau Morell, Eva Braun.
Eva adoraba las fiestas; le hubiese encantado acompañarle a la ópera, a las recepciones en la cancillería o a las organizadas por los diversos ministerios e instituciones, pero Hitler deseaba aparecer solo, inaccesible en su torre de marfil, lo cual le rodeaba de misterio e infundía respeto y temor. Él siempre estaba actuando, y no deseaba en ese ámbito tener a alguien a su lado; quizá por eso la mantuvo en la penumbra, con absurdas disculpas: “Effie, tú no estás hecha para esa vida mundana… ¡No sabes lo que hay ahí fuera! Tú eres demasiado preciosa para mí como para exponerte a la maledicencia y envidia que pululan por esos sitios. ¡Berlín es una ciudad corrupta! Tú eres bella y sencilla como una flor, demasiado hermosa para un mundo que es un estercolero”.
Sin embargo, Hitler le confesó a Hermann Göring en una oportunidad: “Eva es demasiado joven, demasiado inexperta, para ser la primera dama. Sin embargo, es la única mujer de mi vida, y después de la guerra, cuando me jubile, será mi esposa”.