Ser hija de Stalin

Svetlana recordaba el poco amor que le brindaba su madre y el cariño que recibía del padre. Contó en su libro que Nadia jamás le hizo una caricia porque “temía que se me mimara en exceso, pues a mí, en verdad, ya me quería, me acariciaba y me mimaba mi padre”.

Pero esos recuerdos cariñosos terminan a finales de la década de 1930, cuando la locura asesina de su padre hizo que fuesen desapareciendo las personas que la rodeaban, familiares y amigas, una a una en la paranoia que dominó a Stalin. Svetlana decía: “Yo había sido una mala hija, mi padre había sido un mal padre que, a pesar de todo, me quería, como también yo lo quería a él”. Aunque, tras la muerte de su madre, “se inició un decenio durante el cual mi padre fue y procuró ser un buen padre”, las relaciones entre ambos se deterioraron definitivamente cuando ella se hizo adulta. En su última entrevista, concedida pocos meses antes de fallecer, Svetlana dijo: “Mi padre me rompió la vida”.

Burdonsky recuerda a su tía Svletana, “con quien hasta sus últimos días nos hablábamos y ella venía a visitarnos antes de su viaje a los Estados Unidos y después tras su vuelta. Nos veíamos todo el tiempo. Svetlana guardaba recuerdos muy tiernos de la mamá, muy sentimentales. Y me parece que su carácter se parecía mucho al de mi abuela. Aunque todos los Alliluyev siempre decían que Stalin podía ser a menudo cariñoso, podía dedicarle tiempo a alguien, podía ser hasta gracioso, lo cierto es que Nadia no lo era nunca. Ella era una persona más bien seca, cerrada, muy prolija en todo, pero creo que… Hay varios tipos de percepción, diferentes maneras de percibir las cosas, y ella lo veía todo con una mirada trágica, sin importar las circunstancias. Dicen que fue una fiel comunista, pero no, no era así, aunque sí creía en algunos de los tantos ideales que promulgaba la revolución, sin importar si después tuvieron éxito o no. Las personas cercanas a Svletana reconocen que todo lo que acontecía por fuera de las paredes de Kremlin, y que no respondía al ideal, a ella le dolía mucho”.

Sergei Brilev, analista político ruso, considera que “Rusia sigue siendo un imperio. Es el país más grande del mundo, y es inevitable que existan actitudes imperiales incluso en la conducta interna. Es un país de una tradición imperial, y por el tamaño sigue siendo una nación con un pasado y algunas costumbres de esa naturaleza”.

El nieto de Stalin evita frecuentar a nostálgicos del stalinismo. “Yo trato con gente de mi círculo de artistas, gente de teatro, y con ello me basta. Por supuesto que hay mítines y extremistas estalinistas, siempre existieron y seguirán existiendo, es algo normal, pero yo paso de largo, no hago ni caso a todo eso. Si Stalin hubiera vivido más y yo me hubiera hecho adulto antes de su muerte, puedo asegurar que nunca lo habría defendido. Es un tema complicado y largo de hablar, un tema que me ha interesado especialmente en los últimos tiempos. Antes yo decía ‘Que se vaya todo bien al diablo, que la gente haga lo que quiera, yo nunca fui seguidor de Stalin’. Pero ahora están saliendo a la luz muchos documentos, y no sólo los que son condenatorios de Stalin, sino también otros, que describen el tiempo en que vivió y lo que le rodeaba. Empecé a entenderle más, y hasta comenzó a interesarme su tragedia como individuo”.