Después del triunfo bolchevique, Stalin fue nombrado Comisario de las Nacionalidades. María Kuzakova, que había sido su casera durante un confinamiento en la región de Arkángel, se había convertido en su amante y había tenido un hijo con él, Constantín, le escribió pidiéndole ayuda material, pero Stalin nunca respondió. Entonces la mujer viajó a Petrogrado y se presentó en la oficina de Lenin, donde trabajaba Nadia, quien finalmente consiguió una pensión para la madre del niño.
En abril de 1918 Stalin fue enviado a la estratégica ciudad de Tsarytsin, sobre el río Volga, a enfrentarse en la guerra civil con el Ejército Blanco, que alentaba el regreso del zarismo. Allí su figura cobró relevancia cuando consiguió derrotar al enemigo, por lo que la ciudad pasó a llamarse Stalingrado. A los dieciséis años, Nadia había sido secretaria de Lenin, y cuando marchó hacia Tsarytsin Stalin se la llevó a ella y a su hermano mayor, Fiodor. Pero Nadia no iba sólo como secretaria mecanógrafa de Stalin, sino que además cuidaba de su ropa, de su comida y de su cama. Este papel subsidiario debería haber servido de advertencia para la muchacha.
Nadezhda Alliluyeva, Nadia, había nacido en Tiflis el 22 de septiembre de 1901. Era la cuarta hija de un matrimonio revolucionario. Reyes Blanc explica que el padre, Sergei Alliluyev, “siempre estaba dispuesto a dejar el trabajo y volcarse a la acción. Se convirtió en un bolchevique cabal, un profesional de la revolución dispuesto a sacrificar su vida por ella, curtido en peleas, interrogatorios y cárceles. Su madre, Olga Fedorenko, era de origen alemán, y no sólo era una belleza, sino una mujer con gran atractivo sexual y aficionada a ejercerlo. Con trece años se había fugado con Sergei, que entonces era un pobre trabajador, provocando las iras de su padre pequeñoburgués”.
Desde niña Nadia estuvo comprometida en aportar su esfuerzo a la lucha revolucionaria, pero siempre se sintió mortificada por el papel auxiliar, femenino, que le adjudicaban los dos hombres a quienes ella más admiraba en el mundo.
Iosif Stalin y su segunda esposa, Nadezhda Alliluyeva, a finales de 1920.
Olga Romanovna cree que “Nadezhda probablemente fue la única a quien él amó de verdad alguna vez. Y fue la única persona que podía contradecirle, que velaba por su propia dignidad. Alrededor la gente se torcía ante él, pero esa mujer no se dejó ni humillar ni corromper. A sus catorce años, siendo una adolescente, llevaba adelante a esa ridícula familia, digo ridícula porque su madre era muy enamoradiza, y con el grito ‘¡Quiero libertad! ¡Quiero vivir!’ se ausentaba de la casa cada tanto con un nuevo amante. La niña asumía todas las responsabilidades, y no era fácil: debía calentar la casa con leña, conseguir carbón para la cocina, hacer las compras abonando con unos cupones, lavar, limpiar. Ella maduró muy rápido y le apareció muy temprano este sentimiento de responsabilidad. Después fue el romance con Stalin; Nadia lo amaba mucho, se enamoró de él y se entregó por completo a ese amor. Por eso su desilusión cuando se dio cuenta de que él no era lo que ella creía”.
Romanovna recuerda que, “al momento de iniciar el romance con Nadezhda, Stalin tenía otra relación paralela con una maestra de Petersburgo. Así que era un hombre con mucho amor para dar a muchas mujeres, un vicioso; lo digo porque durante su presidio tuvo un romance con una niña de catorce años. Su complejo eran las jovencitas. Esa niña tuvo un hijo con él, mientras que él se escapó de ella. Dicen que existe un nieto que vive en algún lado de Siberia y es muy buena persona”.