Entran CÉSAR leyendo una carta, AGRIPA y MECENAS con su ejército.
CÉSAR
Me llama crío, y censura cual si tuviera
poder para echarme de Egipto. Azota
a mi emisario y me reta a singular combate,
César contra Antonio. Sepa mi viejo matón
que tengo muchas formas de morir;
mientras, me río de su reto.
MECENAS
No dude César que cuando rabia
un grande como él, es que está acosado
y ve la muerte. No le des respiro
y aprovecha su demencia. La ira
nunca supo vigilarse.
CÉSAR
Avisad a nuestros primeros jefes
que mañana tendremos ya la última
de todas las batallas. Hay en nuestras filas
soldados que hace poco servían a Antonio,
bastantes para apresarlo. Que lo hagan,
y festín para las tropas: estamos bien provistos
y merecen el derroche. ¡Pobre Antonio!
Salen.
Entran ANTONIO, CLEOPATRA, ENOBARBO, CARMIA, EIRA, ALEXAS y otros.
ANTONIO
¿No quiere pelear conmigo?
ENOBARBO
No.
ANTONIO
¿Por qué no?
ENOBARBO
Estima que, con veinte veces mejor suerte,
hace veinte contra uno.
ANTONIO
Soldado, mañana lucharé
por mar y tierra. Viviré, o en baño de sangre
haré que reviva mi honor moribundo.
¿Tú lucharás bien?
ENOBARBO
Correré gritando: «¡Todo o nada!»
ANTONIO
¡Muy bien! ¡Vamos! ¡Llamad a mis sirvientes!
La cena de esta noche será pródiga.
Entran tres o cuatro sirvientes.
Dame la mano. Has sido muy honrado;
y tú, y tú, y tú. Me habéis servido bien,
y a mí me han servido reyes.
CLEOPATRA [aparte a ENOBARBO]
¿Qué significa esto?
ENOBARBO [aparte a CLEOPATRA]
Es uno de esos gestos raros
que el dolor dispara desde el alma.
ANTONIO
Tú también eres honrado. Ojalá
pudiera yo partirme en cuantos sois
y vosotros apiñados os hicierais
un Antonio, para yo poder serviros
cual vosotros habéis hecho.
TODOS
¡Los dioses no lo quieran!
ANTONIO
Bueno, amigos, servidme esta noche.
No me escatiméis las copas, y tratadme
como cuando mi imperio estaba a mi servicio
y obedecía mis órdenes.
CLEOPATRA [aparte a ENOBARBO]
¿Qué se propone?
ENOBARBO [aparte a CLEOPATRA]
Hacer llorar a sus criados.
ANTONIO
Atendedme esta noche.
Tal vez sea el final de vuestro empleo.
Quizá ya no volváis a verme, o me veáis
como un espectro desgarrado. Puede que mañana
sirváis a otro señor. Os miro ahora
como el que se despide. Buenos amigos,
yo no os echo, sino que, como un amo
ligado a un buen servicio, me quedo hasta la muerte.
Atendedme dos horas esta noche, nada más,
y los dioses os lo premien.
ENOBARBO
¿Qué te propones, señor, entristeciéndolos?
Mira, están llorando, y yo, bobo de mí,
estoy lloroso. ¡Qué vergüenza!
¡No nos cambies en mujeres!
ANTONIO
¡Bah, bah! Que me embrujen si era ése
mi propósito. ¡Crezca hierba de la gracia
donde caigan esas gotas! Amigos míos,
les dais un sentido muy penoso a mis palabras.
Deseaba daros gozo, dejar arder
las luces esta noche. Amigos del alma,
mañana espero salir bien, y he de llevaros
donde más que una muerte con honor
me aguarda una vida victoriosa. Vamos,
¡a la cena, y ahogad preocupaciones!
Salen.
Entran SOLDADOS.
SOLDADO 1.°
Hermano, buenas noches. Mañana es el día.
SOLDADO 2.°
El que decidirá. Buena suerte.
¿No has oído nada extraño por las calles?
SOLDADO 1.°
Nada. ¿Qué hay de nuevo?
SOLDADO 2.°
Quizá sea un rumor. Buenas noches.
SOLDADO 1.°
En fin, buenas noches.
Entran más SOLDADOS.
SOLDADO 2.°
Buena guardia, soldados.
SOLDADO 3.°
Igualmente. Buenas noches, buenas noches.
Se sitúan en los rincones del escenario.
SOLDADO 2.°
Nosotros aquí. Si mañana
triunfa nuestra flota, a buen seguro
que sabrán afirmarse los de tierra.
SOLDADO 1.°
Es buena tropa, y arrojada.
Música de oboes bajo el escenario.
SOLDADO 2.°
¡Chss…! ¿Qué es ese ruido?
SOLDADO 1.°
¡Escucha!
SOLDADO 2.°
¿Oyes?
SOLDADO 1.°
Música en el aire.
SOLDADO 3.°
Bajo tierra.
SOLDADO 4.°
Es buena señal, ¿no?
SOLDADO 3.°
No.
SOLDADO 1.°
¡Callad! ¿Qué significa?
SOLDADO 2.°
Que el dios Hércules amado por Antonio
ahora le abandona[51].
SOLDADO 1.°
Ven. A ver si los otros centinelas
lo han oído.
SOLDADO 2.°
¿Qué hay, amigos?
Hablan entre sí.
TODOS
¿Qué hay, qué hay? ¿Oís esto?
SOLDADO 1.°
Sí. ¿No es pasmoso?
SOLDADO 3.°
¿Lo oís, amigos? ¿Lo oís?
SOLDADO 1.°
Seguid el ruido hasta el límite del puesto.
Veamos dónde acaba.
TODOS
Conforme. Es asombroso.
Salen.
Entran ANTONIO y CLEOPATRA con [CARMIA y] acompañamiento.
ANTONIO
¡Eros! ¡Mi armadura, Eros!
CLEOPATRA
Duerme un poco.
ANTONIO
No, mi bien. ¡Eros! ¡Mi armadura, Eros!
Entra EROS.
Vamos, amigo, ponme ese hierro.
Si hoy la suerte no nos es propicia,
será por desafiarla. Vamos.
CLEOPATRA
Voy a ayudarte. ¿Para qué es esto?
ANTONIO
¡Ah, deja, deja! Tú ya me armas
el ánimo. Así, no; así, así.
CLEOPATRA
Pues voy a ayudarte. Será así.
ANTONIO
Muy bien; ahora venceremos.
¿Lo ves, amigo? Anda a ponerte la armadura.
EROS
Voy, señor.
CLEOPATRA
¿No está bien abrochada?
ANTONIO
De maravilla. Quien la desabroche
antes que por reposar yo me la quite,
tendrá tormenta. Eros, estás torpe;
como escudero, mi reina es más hábil. ¡Vamos!
¡Ah, amor! Si hoy me vieras combatir
y entendieses la regia ocupación,
verías a un buen operario.
Entra un SOLDADO en armas.
¡Buenos días! ¡Bienvenido!
Por tu imagen conoces tu deber guerrero.
Madrugamos si nos gusta la tarea
y a ella vamos con placer.
SOLDADO
Señor, aunque sea temprano,
a las puertas os esperan a millares
vestidos ya de hierro.
Aclamaciones. Clarines.
Entran CAPITANES y SOLDADOS.
CAPITÁN
Hermosa mañana. Buenos días, general.
TODOS
Buenos días, general.
ANTONIO
Amaneció bien, muchachos.
La mañana, como el ánimo del joven
ansioso de honor, empieza pronto.—
Bien, bien. Vamos, dame eso. Así, muy bien.
Adiós, mi dama. Cualquiera que sea mi suerte,
éste es beso de soldado. Reprensible
sería y deshonroso empeñarse
en vulgares ceremonias. Te dejo ya
como un hombre de acero.— Los que queráis luchar,
seguidme; yo os conduciré. Adiós.
Salen [todos menos CLEOPATRA y CARMIA].
CARMIA
¿Deseas retirarte a tu cámara?
CLEOPATRA
Acompáñame.
Va con brío. ¡Ojalá esta guerra acabe
entre César y él en singular combate!
Entonces Antonio… Pero ahora… ¡Vamos!
Salen.
Trompetas. Entran ANTONIO, EROS [y un SOLDADO].
SOLDADO
¡Los dioses den hoy el triunfo a Antonio!
ANTONIO
¡Ojalá que tú y tus cicatrices
me hubieseis convencido de luchar por tierra!
SOLDADO
De haber sido así, los reyes desertores
y el que te ha abandonado esta mañana
aún te seguirían los pasos.
ANTONIO
¿Quién ha desertado esta mañana?
SOLDADO
Quien siempre iba contigo. Llama a Enobarbo,
que no te oirá, o dirá desde el campo de César:
«No soy de los tuyos.»
ANTONIO
Pero, ¿qué dices?
SOLDADO
Señor, está con César.
EROS
Señor, no se ha llevado
ni sus cofres ni tesoros.
ANTONIO
¿Se ha ido?
SOLDADO
Sin duda.
ANTONIO
Eros, ve a mandarle sus tesoros. Vamos.
Que no quede nada, te lo ordeno. Envíale
—yo firmaré— gentiles saludos.
Dile que espero que no tendrá motivo
para cambiar de amo. ¡Ah, mi suerte
ha corrompido a gente honrada! Corre. ¡Enobarbo!
Salen.
Clarines. Entran AGRIPA y CÉSAR, con ENOBARBO y DOLABELA.
CÉSAR
En marcha, Agripa; inicia la batalla.
Quiero que se aprese a Antonio vivo.
Hazlo saber.
AGRIPA
Sí, César.
[Sale.]
CÉSAR
Se acerca el tiempo de la paz universal[52].
Si el día es próspero, el mundo tripartito
llevará olivo en abundancia.
Entra un MENSAJERO.
MENSAJERO
Antonio ha llegado al campo.
CÉSAR
Decidle a Agripa que a los desertores
los ponga en la vanguardia, que parezca
que Antonio emplea su furia contra sí.
Salen [todos menos ENOBARBO].
ENOBARBO
Alexas desertó: estaba en Judea
por asuntos de Antonio. Allí convenció
al gran Herodes de que se pasara a César
y dejase a Antonio. César le ha pagado
con la horca. A Canidio y los demás
que desertaron les han dado empleos,
pero no de confianza. Yo he obrado mal,
y me acuso con tanto dolor que
he perdido la alegría.
Entra un SOLDADO de César.
SOLDADO
Enobarbo, Antonio te manda
todos tus tesoros, con un presente añadido.
El mensajero vino a mi puesto y ahora está
descargando las mulas en tu tienda.
ENOBARBO
Te los regalo.
SOLDADO
No te burles, Enobarbo; es verdad.
Deberías escoltar al emisario
hasta el final de nuestras líneas.
Lo habría hecho yo, mas tengo mi tarea.
Tu emperador sigue siendo un Júpiter.
Sale.
ENOBARBO
Soy el único infame de la tierra,
estoy convencido. ¡Ah, Antonio,
mina generosa, cómo habrías pagado
un servicio fiel cuando coronas
con oro mi bajeza! Se me hincha el corazón.
Si el pesar no lo revienta, habrá un remedio
más rápido; aunque creo que el pesar ya basta.
¿Yo combatirte? No, buscaré
una zanja en que morir. La más sucia
es la mejor para mis últimas horas.
Sale.
Fragor de combate. Tambores y trompetas. Entra AGRIPA [con otros].
AGRIPA
¡Retirada! Nos hemos confiado.
César está en un aprieto. La acometida
supera lo previsto.
Salen.
Fragor de combate[53]. Entran ANTONIO y ESCARO herido.
ESCARO
¡Mi buen emperador, esto es pelear!
De hacerlo así al principio, los habríamos
rechazado con la cabeza vendada.
ANTONIO
Te estás desangrando.
ESCARO
Tenía una herida aquí como una te
y ahora es una hache.
[Toque de retreta] a lo lejos.
ANTONIO
Se retiran.
ESCARO
Les daremos caza hasta las letrinas.
Me queda sitio para otros seis tajos.
Entra EROS.
EROS
Señor, están vencidos; la ventaja
nos dará una gran victoria.
ESCARO
Vamos a marcarles las espaldas
y atraparlos como a liebres, por detrás.
Al que huye divierte zurrarle.
ANTONIO
Un premio te daré por alentarnos
y diez por ese arrojo. ¡Ven conmigo!
ESCARO
Te sigo renqueando.
Salen.
Clarines y tambores. Vuelve a entrar ANTONIO[54], marchando, con ESCARO y otros.
ANTONIO
Los hemos rechazado hasta su campo. Corra alguien
a contarle a la reina nuestra hazaña.
[Sale un SOLDADO.]
Mañana, antes que lo vea el sol, verteremos
la sangre que ha escapado. A todos, gracias
por ser tan denodados y no sólo
luchar en buen servicio, sino hacer
vuestra mi causa. Habéis sido unos Héctores.
Entrad en la ciudad; abrazad mujer, amigos.
Contadles vuestras gestas mientras su alegre llanto
lava vuestra sangre coagulada y sus besos
os sanan las heridas honorables.
Entra CLEOPATRA.
[A ESCARO] Dame la mano.
Voy a encarecerle a esta gran maga tus proezas,
que te bendiga al darte gracias.
[A CLEOPATRA] ¡Luz del mundo,
rodea mi cuello armado! Vestida como estás,
¡salta a mi corazón traspasando mi coraza
y cabalga en mis latidos de victoria!
CLEOPATRA
¡Señor de señores! ¡Valentía infinita!
¿Regresas airoso y sonriente
de la gran trampa del mundo?
ANTONIO
Ruiseñor mío, los hemos rechazado
hasta sus camas. ¡Muchacha! Aunque el gris
algo se mezcle con mi pelo castaño,
mi cerebro aún nutre mis fibras y puede
medirse con los jóvenes. Mira a este hombre.
Tu dulce mano confíale a sus labios.—
Bésala, guerrero.— Hoy ha combatido
como si un dios que odiara al ser humano
encarnado en él matase.
CLEOPATRA
Amigo, te daré una armadura de oro.
Fue de un rey.
ANTONIO
La merece, aunque estuviera engastada
como el carro del gran Febo. Dame la mano.
Marchemos gozosos por Alejandría;
con orgullo portemos los escudos abollados.
Si pudiera acampar en el palacio
toda nuestra hueste, cenaríamos todos
brindando por la suerte de mañana,
que anuncia peligro regio. ¡Que los clarines
la ciudad ensordezcan con su bronce,
se junten con redobles de tambor
y tierra y cielo resuenen entre sí
para aclamar nuestra llegada!
Salen.
Entra el JEFE [de la guardia] con su compañía. Les sigue ENOBARBO.
JEFE
Si de aquí a una hora no viene el relevo,
volveremos al cuerpo de guardia. La noche
está clara y debemos prepararnos
para este combate a las dos de la mañana.
CENTINELA 1.°
Ayer tuvimos un día muy duro.
ENOBARBO
¡Ah, noche, sé testigo…!
CENTINELA 2.°
¿Quién es este hombre?
CENTINELA 1.°
Escóndete y escucha.
ENOBARBO
Sé testigo, ¡ah, luna bendita!,
de que, cuando las crónicas recuerden
con horror a los traidores, el pobre
Enobarbo ante ti se arrepintió.
JEFE
¿Enobarbo?
CENTINELA 2.°
¡Calla! Escucha.
ENOBARBO
¡Ah, reina de la honda melancolía, vierte
sobre mí las brumas malsanas de la noche,
para que la vida, rebelde a mi deseo,
a mí no se aferre! Lanza mi corazón
contra el duro pedernal de mi pecado:
ya seco del dolor se volverá polvo
y acabarán mis viles pensamientos.
¡Ah, Antonio, más noble que ruin mi deserción!
Que me perdone tu persona,
y que el mundo me inscriba en sus anales
como siervo desertor y fugitivo.
¡Ah, Antonio, Antonio!
[Se desploma.]
CENTINELA 1.°
Vamos a hablarle.
JEFE
Habrá que escucharle, pues lo que dice
tal vez incumba a César.
CENTINELA 2.°
Muy bien, pero duerme.
JEFE
O se ha desmayado, pues su plegaria
no fue para dormir.
CENTINELA 1.°
Vamos a acercarnos.
CENTINELA 2.°
Despierta, despierta. Háblanos.
CENTINELA 1.°
¿Nos oyes?
JEFE
El brazo de la muerte le ha agarrado.
Tambores a lo lejos.
¿Oyes? Discretos, los tambores despiertan
al durmiente. Llevémosle al cuerpo de guardia.
Es hombre importante. Nuestra hora ya ha pasado.
CENTINELA 2.°
Vamos. Quizá vuelva en sí.
Salen.
Entran ANTONIO y ESCARO con el ejército.
ANTONIO
Hoy se preparan para el mar;
por tierra no les gustamos.
ESCARO
Ni por mar, señor.
ANTONIO
Yo los combatiría hasta en el fuego
y en el aire. Escucha: la infantería
que se quede con nosotros en los montes
que bordean la ciudad (siguiendo
mis órdenes, la escuadra ya ha zarpado).
Desde lo alto observaremos su firmeza
y su ánimo en la lucha.
Salen.
Entra CÉSAR con su ejército.
CÉSAR
Si no nos atacan, quietos en tierra;
creo que así estaremos, pues su mejor gente
va en las galeras. ¡A los valles,
y mantened las mejores posiciones!
Salen.
Fragor de batalla naval a lo lejos. Entran ANTONIO y ESCARO.
ANTONIO
Aún no han chocado. Voy a observarlo todo
desde ese pino. Pronto te informaré
del cariz de la batalla.
Sale.
ESCARO
Las golondrinas anidaron
en las naves de Cleopatra. Los augures
dicen que no entienden; están sombríos
y no osan pronunciarse. Antonio
está brioso y abatido, y por rachas
su fortuna dispar le da esperanza y miedo
de lo que tiene y no tiene.
Entra ANTONIO.
ANTONIO
¡Todo perdido! Esta inmunda egipcia
me ha traicionado. Mi escuadra se entrega
al enemigo; lanzan sus gorros al aire
y beben como amigos reencontrados.
¡Triple puta! Me has vendido a este novicio
y mi pecho guerrea sólo contra ti.
¡Diles que huyan todos! Vengado de mi hechizo,
habré acabado. ¡Diles que huyan! ¡Corre!
[Sale ESCARO.]
¡Ah, sol! Ya nunca te veré salir.
La fortuna y Antonio ya se alejan;
aquí nos despedimos. ¡Acabar así! Amigos
que me seguían cual perrillos, a los que nunca
negué nada, ahora babean de golosinas
sobre César floreciente, y está descortezado
el pino que se alzaba sobre ellos. ¡Traicionarme!
¡Perfidia de Egipto! Esta cruel hechicera,
cuyos ojos guiaban y traían mis ejércitos,
cuyo amor era mi laurel y mi fin último,
como buena gitana me enreda en su juego
hasta el fondo de mi ruina.— ¡Eh, Eros, Eros!
Entra CLEOPATRA.
¡Atrás, maleficio!
CLEOPATRA
¿Por qué Antonio se lanza así contra su amor?
ANTONIO
¡Fuera o te daré lo que mereces
y mancharé el triunfo de César![55] ¡Que te alce
a la vista de la plebe atronadora!
Ve tras su carro cual la gran infamia
de tu sexo; que te exhiban como a un monstruo
para goce de míseros e idiotas
y la sufrida Octavia te arañe bien el rostro
con las uñas afiladas.
Sale CLEOPATRA.
Menos mal que te has ido, si vivir
no es un mal. Mejor que cayeras en mi saña,
pues una muerte evita muchas. —¡Eh, Eros!—
Llevo puesta la túnica de Neso[56]. ¡Enséñame
tu furia, antepasado Hércules!
A Licas colgaré en los cuernos de la luna
y con las manos que empuñaron la gran maza
destruiré mi noble ser. La bruja ha de morir.
Me ha vendido a ese crío romano, y yo
he caído en su enredo. Morirá. — ¡Eh, Eros!
Sale.
Entran CLEOPATRA, CARMIA, EIRA y MARDIÓN.
CLEOPATRA
¡Mujeres, ayudadme! Está más furioso
que Telamón por su escudo[57]; el jabalí
de Tesalia nunca estuvo tan rabioso[58].
CARMIA
¡Al mausoleo![59] Enciérrate allí
y avísale de que has muerto. Partirse
cuerpo y alma no es más desgarrador
que perder la grandeza.
CLEOPATRA
¡Al mausoleo! Mardión,
ve a decirle que me he dado la muerte;
que lo último que he dicho ha sido «Antonio»,
y en tono lastimero. Corre, Mardión,
y hazme saber cómo reacciona. ¡Al mausoleo!
Salen.
Entran ANTONIO y EROS.
ANTONIO
Eros, ¿todavía me ves?
EROS
Sí, noble señor.
ANTONIO
A veces vemos una nube que es como un dragón,
un vapor que parece un león o un oso,
un castillo con sus torres, un peñón colgante,
un monte recortado, un promontorio azul
con árboles que se inclinan ante el mundo
y con aire burlan nuestros ojos. Tú lo has visto:
son escenas del oscuro anochecer.
EROS
Sí, mi señor.
ANTONIO
Si ahora es un caballo, en un soplo
la nube se disgrega y se confunde
como el agua hace con el agua.
EROS
Cierto, señor.
ANTONIO
Buen Eros, muchacho, tu capitán es ahora
un cuerpo así. Aún soy Antonio, mas, amigo,
no puedo retener forma visible.
Entré en guerra por Cleopatra, pero ella
—creí tener su corazón como ella tenía el mío,
que, cuando era mío, se había ganado un millón más,
y todos ya perdidos—; ella, Eros,
baraja para César y trampea con mi gloria
para darle el triunfo a un enemigo.
No llores, gentil Eros. Quedo yo
para yo mismo matarme.
Entra MARDIÓN.
¡Ah, tu vil señora!
¡Me ha dejado sin espada!
MARDIÓN
No, Antonio, ella te amaba y siempre unió
su suerte con la tuya.
ANTONIO
¡Eunuco insolente, fuera! ¡Calla!
Me ha traicionado y va a morir.
MARDIÓN
La deuda de la muerte se paga una vez
y ella la ha saldado. Lo que tú querías
lo han hecho por ti. Lo último que dijo
fue «¡Antonio! ¡Nobilísimo Antonio!»
Y entonces un gemido desgarró
el nombre de Antonio; quedó partido
entre corazón y labios. Dejó el mundo,
y en ella tu nombre sepultado.
ANTONIO
¿Ha muerto, dices?
MARDIÓN
Ha muerto.
ANTONIO
Eros, quítame la coraza. La tarea del día
ha terminado, y tenemos que dormir.—
Con salir vivo ya estás bien pagado. ¡Vete!
Sale MARDIÓN.
¡Vamos, quítamela! —
Ni el escudo de Áyax, de siete pieles, me protege
el corazón de un golpe así. ¡Pecho, rómpete!
Corazón, ¡sé más fuerte que mi pecho,
revienta tu envoltura! — Eros, date prisa.—
Soldado ya no soy. Adiós, maltrecha coraza,
te llevé con nobleza.— Déjame un momento.
Sale EROS.
Voy a alcanzarte, Cleopatra; imploraré
perdón. Así tiene que ser, pues ahora
toda espera es un tormento. Extinguida ya
la luz, échate y no sigas. Ahora todo empeño
se malogra; hasta la fuerza se enmaraña
al esforzarse. Punto y acabamos.—
¡Eros! — Ya voy, mi reina.— ¡Eros! — ¡Espérame!
Donde las almas yacen sobre flores, iremos
airosos de la mano y los espectros mirarán.
Dido y Eneas perderán su comitiva
y toda la corte será nuestra.— ¡Ven, Eros! ¡Eros!
Entra EROS.
EROS
¿Qué desea mi señor?
ANTONIO
Desde que ha muerto Cleopatra
vivo en tal deshonra que los dioses
detestan mi bajeza. Yo, que con mi acero
cuarteaba el mundo y en la verde espalda de Neptuno
hacía de flotas ciudades, confieso que me falta
el valor de una mujer y la nobleza
de la que con su muerte ha dicho a César:
«Yo soy mi vencedora.» Me juraste, Eros,
que, si al extremo se llegase, y se ha
llegado, de que viera tras de mí
el acoso inexorable de la infamia
y del horror, entonces tú por orden mía
habías de darme muerte. Hazlo; llegó la hora.
A mí no me hieres: derrotas a César.
Vamos, pon sangre en tus mejillas.
EROS
¡Guárdenme los dioses! ¿He de hacer
lo que las flechas de Partia, aunque enemigas,
errando el tiro no pudieron?
ANTONIO
Eros, ¿quieres desde una ventana ver en Roma
a tu señor así, atado, doblada
la cerviz, el semblante aniquilado
por la honda vergüenza, mientras delante de él
el carro de César venturoso marca a fuego
la abyección del que le sigue?
EROS
No quiero verlo.
ANTONIO
Entonces, ven. Una herida ha de curarme.
Desenvaina ese honorable acero
que a tu patria tanto ha honrado.
EROS
¡Señor, dispénsame!
ANTONIO
Cuando te liberé, ¿no me juraste
que lo harías? Pues hazlo de una vez,
o para mí los servicios que has prestado
serán mero accidente. ¡Desenvaina y ven aquí!
EROS
Vuelve entonces ese noble rostro
en que reside la veneración del mundo.
ANTONIO
Muy bien.
EROS
Ya he desenvainado.
ANTONIO
Entonces haz de una vez
lo que te ha hecho desenvainar.
EROS
Querido amo, capitán, emperador,
deja que te diga adiós antes de dar
este golpe sangriento.
ANTONIO
Está dicho. Adiós.
EROS
Adiós, gran amo. ¿Golpeo ya?
ANTONIO
Ya, Eros.
EROS
Pues, ¡hecho!
Se mata.
Así me libro del dolor
de haber dado muerte a Antonio.
ANTONIO
¡Más noble que yo tres veces! Valiente Eros,
me enseñas lo que yo debía hacer
y tú no has podido. Mi reina y Eros
con su bravo ejemplo me aventajan
en las crónicas de honor. Mas yo he de ser
el novio de mi muerte, que a ella corre
como a un lecho de amor. Vamos. Eros,
tu maestro muere tu discípulo. A hacer esto
[Cae sobre su espada.]
me enseñaste tú. ¿Cómo? ¿No muero, no muero?
¡A mí la guardia! ¡Rematadme!
Entran [SOLDADOS de la] guardia [y DERCETO].
SOLDADO 1.°
¿Qué ruido es ése?
ANTONIO
Amigos, no he hecho bien mi trabajo.
¡Ah, terminadlo vosotros!
SOLDADO 2.°
Ha caído el astro.
SOLDADO 1.°
Y el tiempo llega a su fin.
TODOS
¡Llanto y dolor!
ANTONIO
Quien me quiera, que me mate.
SOLDADO 1.°
¡Yo no!
SOLDADO 2.°
¡Ni yo!
SOLDADO 3.°
¡Ni nadie!
Salen todos [menos DERCETO].
DERCETO
Tu muerte y desventura los espanta.
Si llevo a César esta espada y la noticia,
entraré a su servicio.
Entra DIOMEDES.
DIOMEDES
¿Dónde está Antonio?
DERCETO
¡Ahí, Diomedes, ahí!
DIOMEDES
¿Está vivo? ¿Por qué no respondes, eh?
[Sale DERCETO con la espada de Antonio.]
ANTONIO
¿Estás ahí, Diomedes? Desenvaina
y hiere hasta matarme.
DIOMEDES
Mi gran señor,
mi reina Cleopatra me envía a ti.
ANTONIO
¿Cuándo te envió?
DIOMEDES
Ahora, señor.
ANTONIO
¿Dónde está?
DIOMEDES
En el mausoleo encerrada. Presentía
lo que ha ocurrido, pues, cuando vio
que sospechabas sin ningún motivo
que tenía pacto con César y que tu furia
era incurable, te dio aviso de su muerte,
mas, inquieta por su efecto, me ha enviado
a que te diga la verdad. Me temo
que he venido ya muy tarde.
ANTONIO
Muy tarde, Diomedes. Llama a mi guardia.
DIOMEDES
¡Eh, la guardia del emperador! ¡Aquí la guardia!
¡Llama vuestro jefe!
Entran cuatro o cinco [SOLDADOS] de la guardia de Antonio.
ANTONIO
Amigos, llevadme adonde está Cleopatra.
Es el último servicio que os ordeno.
SOLDADO 1.°
¡Ay de nosotros! No podrás sobrevivir
a tus fieles servidores.
TODOS
¡Ah, día de dolor!
ANTONIO
Buenos amigos, no agradéis al infortunio
honrándolo con penas. Si acogemos
lo que viene a castigarnos, lo castigamos
mostrándonos serenos. Levantadme.
Os conduje muchas veces; llevadme ahora,
amigos, y recibid mis gracias.
Salen llevando a ANTONIO.
Entran arriba CLEOPATRA y sus doncellas, con CARMIA y EIRA[60].
CLEOPATRA
¡Carmia, jamás saldré de aquí!
CARMIA
Ten ánimo, señora.
CLEOPATRA
No, no quiero.
Bienvenidos sean horrores y prodigios;
al consuelo, mi desdén. Mi pena,
a la medida de mi causa, es tan grande
como lo que la origina.
Entra DIOMEDES [abajo].
¿Qué hay? ¿Ha muerto?
DIOMEDES
Sobre él pende la muerte, mas aún alienta.
Mira al otro lado de tu mausoleo[61]:
su guardia le ha traído hasta aquí.
Entra [abajo] ANTONIO llevado por la guardia.
CLEOPATRA
¡Ah, sol, arda la ancha esfera en que te mueves![62]
¡Quede en sombras la orilla mudable que es la tierra!
¡Ah, Antonio, Antonio! ¡Ayuda, Carmia! ¡Ayuda, Eira!
¡Ayudad los de abajo! ¡Subidle hasta aquí!
ANTONIO
¡Silencio! El valor de César no ha vencido a Antonio:
el de Antonio ha triunfado sobre sí.
CLEOPATRA
Así ha de ser: que nadie sino Antonio
venza a Antonio, pero, ¡qué dolor!
ANTONIO
Ya muero, reina, muero. Tan sólo
suplico a la muerte que me aguarde
hasta que de un millar de besos yo en tus labios
estampe el pobre último.
CLEOPATRA
No me atrevo, amor.
Perdóname, Antonio, no me atrevo,
no sea que me apresen. Conmigo
no va a engalanarse la escena triunfal
del radiante César. Si daga, tósigo, serpiente
hiere, mata o surte efecto, estoy a salvo.
Tu mujer, Octavia, de ojos pudorosos
y sentencia muda, no tendrá el honor
de mirarme con virtud. Mas ven, ven, Antonio.—
Ayudad, mujeres.— Debemos subirte.—
Ayudad, amigos.
ANTONIO
¡Date prisa, muero!
CLEOPATRA
¡Qué entretenimiento! ¡Y cómo pesa mi señor!
Mi fuerza se ha perdido en el pesar
y da más carga. Tuviera yo el poder de Juno,
Mercurio el alado te llevaría hasta arriba,
al lado de Júpiter.— Un poco más.
Quien sólo desea es bobo. Vamos, vamos, vamos.
Suben a ANTONIO hasta CLEOPATRA[63].
¡Ah, por fin conmigo! Muere luego y vive antes;
revive con besos. Si tal poder tuvieran,
yo mis labios gastaría besando.
TODA LA GUARDIA
¡Triste escena!
ANTONIO
Ya muero, reina, muero.
Dame vino y déjame que hable.
CLEOPATRA
No, deja que hable yo: para renegar tan alto
que la falsa e impúdica Fortuna
por mi ultraje romperá su rueda.
ANTONIO
Escucha, reina mía: con César
procura salvarte con honra. ¡Ah!
CLEOPATRA
Las dos cosas no van juntas.
ANTONIO
Óyeme, mi bien: de los de César
confía sólo en Proculeyo.
CLEOPATRA
Confiaré en mi firmeza y en mis manos;
de César, en nadie.
ANTONIO
No llores ni lamentes la desgracia
que acompaña a mi final; consuélate
trayendo a tu recuerdo mi anterior fortuna,
cuando era el príncipe más grande de este mundo,
el más noble. Y ahora no muero como un ruin,
ni cobardemente entrego el casco
al compatriota: soy un romano vencido
por sí mismo con bravura. Se me va la vida;
no puedo más.
CLEOPATRA
¿Tú quieres morir, el más noble?
¿Ya no cuento para ti? ¿Voy a quedarme
en esta oscura tierra, que sin ti
no es más que una pocilga? ¡Ah, mirad, mujeres!
La corona del mundo se deshace. ¡Mi señor!
[Muere ANTONIO.]
¡Ah, la flor de la guerra está marchita,
caído el estandarte! Niños y muchachas
valen ya por hombres. No queda diferencia,
y no podrá encontrar nada admirable
la visita de la luna.
CARMIA
¡Ah, calma, señora!
[Se desvanece CLEOPATRA.]
EIRA
¡También muere la reina!
CARMIA
¡Señora!
EIRA
¡Señora!
CARMIA
¡Señora, señora, señora!
EIRA
¡Majestad! ¡Emperatriz!
CARMIA
Calla, Eira, calla.
CLEOPATRA
Nada más que una mujer, y sometida
a la misma pasión[64] que la que ordeña
y hace las faenas más humildes. Bien podría
tirar mi cetro a los hirientes dioses,
decirles que este mundo igualaba al de ellos
hasta que robaron nuestra joya. Nada vale:
resignarse es de necios; rebelarse,
de perros rabiosos. Entonces, ¿es pecado
lanzarse a la casa secreta de la muerte
antes que la muerte ose venir? ¿Estáis bien?
¡Vamos, tened ánimo! ¿Qué hay, Carmia?
¡Nobles muchachas! ¡Ah, mujeres! Mirad,
nuestra luz está apagada, no arde. ¡Animaos!
Enterrémosle; hagamos después lo grande y noble
según el alto proceder romano
y la muerte ha de acogernos con orgullo. Venid.
El cuerpo de este gran espíritu está frío.
¡Mujeres, venid! Nuestro solo amparo
es ahora el valor y el final más rápido.
Salen llevando el cadáver de Antonio.