Capítulo XXV

EL FINAL DEL BUCLE

«Todo lo que no acabes lo llevarás a cuestas el resto de tu vida».

(Escuchado por un asesino en serie

a una de las muchas voces que le hablan en su cabeza).

Estoy triste pero aliviado. Sé que es contradictorio, pero es así como me siento. No he podido ir a Alemania. He perdido el dinero del pasaje. Hemos tirado mucho dinero esta chica y yo. Rompiendo cosas, no acudiendo a eventos que pagamos por anticipado por culpa de discusiones sin sentido, yendo y viniendo con los coches para no resolver nada… Lo de menos es el dinero, ya, pero ahora que me veo solo me vendría bien tenerlo. Tengo un par de actuaciones dentro de dos semanas y espero que el público sea generoso.

Acaba de sonar mi móvil. Es un mensaje de ella.

Javier, estamos hechos el uno para el otro.

Le diré a Josué lo que me pides. Pero vuelve a casa.

Es la primera vez que tengo miedo en mi vida. Miedo de verdad. ¿Y si vuelvo y todo es una trampa? La Utopía que yo conocía jamás hubiera dicho a la policía que le pegué. Vale que estuviera en shock, pero ¿eso no lo hace todo más inmanejable? Si no puedes confiar en la razón de la persona que más amas, ¿qué te queda? ¿Y si está intentando entablar una conversación para que yo mande algún mensaje que me comprometa de cara al juicio pendiente? Tengo ganas de abrazarla. Tengo ganas de estar con ella. Pero ahora la ley tiene algo que decir de nuestra unión. Tengo ganas de dormir. De desaparecer. De borrar las últimas horas. ¿Cómo se puede convertir en un sueño lo que ya ha pasado, pero te ha dejado cicatrices en la piel? Podría hacer una última llamada, pero Rebeca me ha advertido de las complicaciones que me puede provocar eso.

¿Por qué no me manda una señal mi Dios a través de su Virgen para aclararme si es ella el ángel que me prometió en los calabozos?

Otro mensaje.

¿Qué clase de amor es este? Unos días me ama y otros me odia y desea mi muerte. Me ha torturado anunciándome todos los polvos que ha echado con todos los hombres. Ya casi no me duele nada de lo que pueda hacerme. Los golpes han hecho callo en la piel de mi corazón y, a pesar de todo, sigo amándola y sigo manteniendo mi miedo a que pueda terminar en la cárcel por esta relación.

Tengo la impresión de haber aprendido todo lo que tenía que aprender sobre el amor. El resumen es fácil. No sirvo. Es demasiado exigente. Si de verdad quieres dedicar tu vida a amar a una mujer, debes renunciar a demasiada parte de ti, y soy lo único que tengo. Claro que quiero vivir en pareja, pero dudo que encuentre a una mujer tan puta como yo. ¿Es lícito emparejarte aún a sabiendas de que no darás la talla? ¿Te convierte en buena persona planteártelo? ¿Entonces? Si eres buena persona, ¿por qué no vas a ser buena pareja?

El mensaje que me acaba de enviar dice:

Javier, me gustaría ir a verte en tu próxima actuación.

Solo si me das permiso. No quiero hacerte más daño.

Pero como artista no quisiera perderte de vista.

Espero que no lo consideres acoso.

Silencio en mi cabeza.

Voy a llamarla. La llamaré como artista, no como novio. Así no infrinjo nada de lo que le dije a Rebeca. Tal vez este mensaje sea la señal que me envía Dios. Sería una pena que me pasara inadvertida. Tal vez podamos empezar como empezamos aquel día: ella como fan y yo como músico.

Y sea definitivamente el ángel que me anunció la Virgen.

¿Qué es eso que se oye? ¿Una risa o un llanto?

¿Abuela?