A la fuerza ahorcan. A Floyd Landis nunca se le habría ocurrido denunciar lo que pasaba en el US Postal cuando corría en ese equipo y era parte activa de la trama de dopaje. Tampoco protestó cuando Del Moral le preparaba los compuestos con los que ganaría el Tour de 2006. Incluso después de dar positivo y de que le quitaran la victoria, el menonita se lo tomó con calma: lo negó todo, aceptó los fondos que familiares y amigos habían reunido para preparar su defensa, y paseó su inocencia por todos los medios de comunicación.
En una entrevista con Paul Kimmage, otro prestigioso periodista deportivo anglosajón, Landis narra así cómo reaccionó tras el positivo: «Les pregunté a los abogados de Phonak qué podía hacer y me dijeron: “No podemos representarte porque representamos a Andy Rhin [el propietario del equipo]”, así que hablé con mi compañero Miguel Ángel Perdiguero, que hizo el Tour conmigo, y me dijo: “Conozco a unos abogados españoles que salvaron a Íñigo Landaluze de un positivo por testosterona en la Dauphiné, deberías hablar con ellos”. Me dijeron que fuera a Madrid, así que me fui a Madrid».
El tímido Landis se encontró al llegar a Madrid con los consejos habituales: «Niégalo todo y di que la testosterona la produces de manera natural». Landis estaba aturdido, ni siquiera sabían cuáles eran los resultados exactos del test y ya estaban buscando explicaciones alternativas. Lo pusieron delante de un enorme grupo de periodistas y le obligaron a leer un comunicado en un inglés que el norteamericano califica como «propio del traductor de Google». No volvió a colaborar con ellos. Fue sancionado por dos años y ya no pudo encontrar un equipo competitivo tras su sanción. Rabioso, no le quedó más remedio que confesarlo todo. «En mi cabeza no había diferencia entre decir “No lo hice” y contar una media verdad como la de David Millar, en plan: “Lo hice una vez y esperaba que me pillaran, y fui tan tonto que me olvidé de tirar la jeringuilla”.»
Antes de Landis ya teníamos multitud de indicios y testimonios, pero ninguno tan potente; tras el escándalo Festina, Willy Voet y Bruno Roussell escribieron sendos libros sobre el dopaje masivo en los años noventa, vinculando directamente a equipos, masajistas y médicos españoles en el proceso. Ninguno de sus libros se tradujo siquiera al español. Aparte de Christophe Bassons en 1999, Betsy Andreu tampoco se calló la boca pese a que el trabajo de su marido dependía de ello, y contó a quien quiso escucharla que el propio Armstrong había confesado que se dopaba incluso antes de contraer el cáncer.
A partir de 2001 la cosa se disparó, especialmente tras salir a la luz la relación entre Michele Ferrari y el estadounidense. Filippo Simeoni declaró contra Ferrari en el juicio que se celebró en Italia y Armstrong no se lo perdonó fácilmente. Tres años después, en uno de los momentos más infames de la historia del ciclismo y con el Tour de 2004, el sexto consecutivo, ya en el bolsillo, Armstrong se dedicó a marcar personalmente a Simeoni para que no consiguiera escaparse del pelotón. Fue un momento surrealista: Simeoni se metía en los distintos grupos de fugados y detrás de él aparecía imperial el maillot amarillo.
Para mayor surrealismo, según cuenta Landis, Johan Bruyneel pidió por el pinganillo al resto de los compañeros que tiraran a bloque para atrapar a Simeoni y al propio Armstrong. Floyd contestó: «Que le jodan, no voy a hacer el ridículo, no voy a tirar para atrapar a mi propio líder de equipo, al líder de la carrera, nos está avergonzando a todos». Se fue a cola de pelotón y ahí pasó el resto de la persecución. Aquel fue su último año en el US Postal.
Cuando L’Équipe hizo público el positivo de Armstrong por cortisona en el prólogo de 1999, David Walsh contactó con Emma O’Reilly, su masajista personal en aquel Tour, y esta le confesó de primera mano que Armstrong no tenía autorización médica para utilizar ese producto. Walsh lo publicó y Lance, en una rueda de prensa multitudinaria, acusó a O’Reilly de rencorosa y mala profesional e insinuó que mantenía relaciones sexuales con sus pacientes, es decir, los miembros del equipo. Nadie le respaldó en las acusaciones. Nadie defendió tampoco explícitamente a O’Reilly. Ley del silencio.
Para Lance, todos eran unos frustrados vengativos, envidiosos de su éxito. A todos los podía tumbar con sus tentáculos periodísticos o empresariales, incluso políticos. Trató de hundir la carrera profesional y la vida personal de Greg LeMond, humilló a Landis insinuando que era un desequilibrado y amenazó por SMS a la mujer de Leipheimer. Tyler Hamilton tuvo un encontronazo personal con él en un bar cerca de Austin, que acabó con amenazas, insultos y su expulsión inmediata del local, cuyo dueño, por supuesto, era amigo de Lance.
Los corredores en activo, salvo Manzano —y así le fue—, siempre han procurado estar calladitos, pero una vez retirados se ve que la confesión es más fácil; leyendo el testimonio de Landis ante la USADA y la citada entrevista con Kimmage, da la sensación de que a Floyd le mueve un cierto sentimiento de injusticia. Algo así como: «Yo lo hice pero vosotros también, y no voy a pagar yo solo por esto». Hay un momento impresionante en el que Landis afirma que Óscar Pereiro, vencedor final del Tour de 2006, y él hablaban con total naturalidad de las drogas que tomaban y de las que les quedaban. Cada uno sabría lo que tomaba el otro… porque habían corrido juntos el año anterior en el Phonak. Estas declaraciones nunca han sido probadas y Pereiro, por supuesto, las ha negado.
Lo dicho: antes de Landis hubo otros whistle-blowers, pero ninguno que hubiera sido desposeído de un Tour de Francia. Eso lo llevaba todo a otro nivel. Hamilton también testificó e hizo público su testimonio. Pronto encontraron apoyo en Leipheimer, Danielson, Vande Velde… y sobre todo en el agente Jeff Novitzky, el mismo que dirigió la investigación federal del caso Balco y que llevó a buena parte de los mejores velocistas estadounidenses al estrado o a prisión. De todo eso hablaremos más adelante. La pregunta ahora mismo es: ¿habría sucedido todo eso si Armstrong no hubiera decidido rizar el rizo y volver a la competición en 2009?