En el invierno de 2000, y tras ayudar a Lance Armstrong a ganar su segundo Tour de Francia, Kevin Livingstone dejó el US Postal para aceptar una oferta multimillonaria del Telekom, el equipo de Jan Ullrich. Según palabras posteriores de Rudy Pevenage, su director el fichaje tenía como objetivo encontrar una ayuda para su líder en la montaña… e intentar averiguar qué demonios estaban tomando los del Postal para ir al ritmo al que iban. En general, 2000 había sido una exhibición norteamericana, con Hamilton y Armstrong haciendo doblete en la Dauphiné Libéré y el sprinter Frankie Andreu tirando del pelotón en etapas de alta montaña del Tour.
Cuando su esposa, Betsy, le vio en la televisión, llevando un ritmo que jamás en su vida había alcanzado, ya pasados los treinta años de edad, le obligó a jurarle que no estaba tomando ninguna sustancia ilegal. Frankie no pudo hacerlo, puesto que iba hasta las cejas de testosterona y minidosis de EPO, ya habituales para todos los corredores del Postal y no solo para el «equipo A» de los primeros años. Aquel sería el último año de Andreu junto a Armstrong.
En su lugar llegaron al US Postal una serie de corredores provenientes de equipos españoles. Tenía sentido: un director belga pero con mujer española y residente en nuestro país, un médico español, un preparador físico español, medio equipo viviendo en Girona… Solo faltaba que se unieran los corredores patrios para hacer del US Postal un equipo tan estadounidense como hispano.
Los corredores elegidos fueron Roberto Heras, José Luis Rubiera y el colombiano Víctor Hugo Peña. Según el testimonio de Hamilton, su integración en el equipo fue inmediata pese a una cierta timidez inicial. Una integración completa, además, en todos los sentidos. Hamilton afirma haberse inyectado EPO junto con Heras y bromear con él acerca de las transfusiones de sangre. En el informe de la USADA se habla del corredor de Béjar como «RIDER 7», es decir, «Corredor 7», porque los ciclistas que no han querido colaborar con la investigación —y estaban en su derecho— no aparecen con su nombre y apellidos en el informe, sino que reciben un código. En ocasiones, el código es difícil de identificar, pero ganadores de la Vuelta a España que después dieran positivo por EPO no había muchos en el US Postal de ese año.
Heras era una estrella internacional después de su triunfo en la Vuelta a España y su gran Tour de 2000. Procedía del Kelme de Álvaro Pino y Eufemiano Fuentes, donde había triunfado como escalador. Al poco de fichar por el Postal, compró una casa en Girona y se unió al grupo de estadounidenses y asimilados que se preparaban para las carreras en la ciudad catalana. El periplo de Heras en el equipo fue moderadamente exitoso: encabezaba el trenecito de los Postal a toda velocidad cuando llegaba el Alpe d’Huez de turno y se aseguraba ser jefe de filas en la Vuelta a España, que volvió a ganar en 2003 por escasos segundos de ventaja sobre el sorprendente corredor de la ONCE Isidro Nozal, quien tiempo después sería apartado de la competición por registrar un valor de hematocrito superior al legal del 50 por ciento.
Rubiera no era una estrella sino un gregario de lujo. Lo había sido de Fernando Escartín, de Óscar Sevilla, del propio Roberto Heras y ahora pasaría a serlo de Armstrong. Chechu, un hombre muy querido entre la afición asturiana y española, desempeñó a la perfección su papel de escudero durante ocho largas temporadas. Acompañó a Lance en sus triunfos de 2001, 2002, 2003, 2004 y 2005 y aún aguantó un par de años más en el Discovery Channel antes de acabar en el Astaná de Bruyneel y el propio Armstrong en 2008 y 2009.
Por último, el colombiano Víctor Hugo Peña valía para un roto y para un descosido: buen rodador, aceptable escalador y contrarrelojista… Era el único de esta hornada que no venía del Kelme sino del Vitalicio Seguros. Su gran premio en el Postal fue vestir el maillot amarillo del Tour durante unos días en 2003, después de la contrarreloj por equipos.
La experiencia salió tan bien que Bruyneel no se quedó ahí y contrató posteriormente a Manolo Beltrán, otro escalador con conciencia de gregario, y a Benjamín Noval, asturiano como Rubiera, que llegó ya en 2004 e hizo la transición de ayudante de Armstrong en su último Tour a mano derecha de Contador en el Discovery de 2007 y, posteriormente, en el Astaná y el Saxo Bank.
Como era habitual en el US Postal, donde los gregarios iban mejor que muchos jefes de fila de otros equipos, todos obtuvieron buenos resultados, con clasificaciones entre los diez o quince primeros de la general pese a enlazar etapas y etapas tirando durante kilómetros. Su ausencia en las declaraciones del informe de la USADA se vuelve escandalosa por momentos. No hay ni una sola referencia a estos corredores pese a que en el informe se deja claro que la reunión con Ferrari en Austin coincidió con su llegada al equipo y que tanto Landis como Hamilton aseguran que era imposible correr en el US Postal sin doparse. El hecho de que no aparezcan apenas en la decisión razonada de la Agencia Antidopaje Estadounidense ha servido a su vez para correr un tupido velo en la prensa deportiva española, como si ellos nunca hubieran corrido en ese equipo.
En cuanto a sus carreras fuera del US Postal y su relación con el dopaje, cabe apuntar que Roberto Heras, tras pasar por las manos de Fuentes y Del Moral, acabó dando positivo en 2005 por EPO, cuando la Vuelta a España de aquel año ya era suya. Tras la sanción decidió retirarse, aunque recientemente la justicia ordinaria le ha devuelto el triunfo por un defecto de forma. Su nombre también estuvo vinculado a la Operación Puerto, como veremos más tarde.
Rubiera no se separó nunca de Bruyneel y nunca dio positivo a lo largo de su carrera, pese a que la USADA afirma que pagaba a Ferrari por sus «consejos», pero a Beltrán sí que lo cazaron en 2008 por EPO antes incluso de que empezara el Tour, cuando ya había fichado por el Liquigas buscando un buen final a su carrera. El año anterior, a los treinta y seis, había sido una de las atracciones de la Vuelta, acabando en un sorprendente noveno lugar. La posterior sanción de dos años acabó con su vida profesional.
Los últimos en llegar, ya tras la retirada de Armstrong, fueron Alberto Contador y Haimar Zubeldia. Contador era una joven estrella con excelentes resultados que se había criado en la ONCE y el Liberty de Manolo Saiz, y cuyo nombre había aparecido y desaparecido varias veces de los informes de la Operación Puerto. Tras un 2006 espantoso, Bruyneel fichó a Ivan Basso, el protegido de Armstrong, como sucesor del texano, pero la justicia deportiva italiana sancionó al ganador del Giro precisamente por su implicación con el doctor Fuentes y Johan se quedó sin líder para el Tour. Hincapie y Leipheimer, que volvía a casa tras unos años en el Rabobank, parecían las referencias de ese equipo en 2007, pero Contador sorprendió a todos con un excelente Tour de Francia, imponiéndose en la general tras el abandono obligado de Rasmussen por problemas relacionados, cómo no, con la lucha antidopaje.
Los médicos de aquel Discovery Channel y del posterior Astaná eran los mismos que los que acabaron la etapa del US Postal: Pedro Celaya y el omnipresente cuidador Pepe Martí. Celaya había sustituido a Del Moral en 2004, después de que Armstrong culpara al médico valenciano de su bajo rendimiento en el Tour de 2003, el único de los siete que estuvo mínimamente competido.
Contador daría positivo en 2010, ya lejos del manto protector de Bruyneel y Armstrong, por unos picogramos de clembuterol repetidos en varios análisis a lo largo del Tour, especialmente después de la segunda jornada de descanso. El corredor y su entorno alegaron una intoxicación alimentaria mientras la Agencia Mundial Antidopaje insinuaba la posibilidad de una autotransfusión mal hecha. Después de casi año y medio de lucha jurídica, el Tribunal de Arbitraje Deportivo mantuvo el positivo y la sanción correspondiente de dos años, al considerar que ninguna de las dos partes había podido demostrar con un mínimo de verosimilitud objetiva sus teorías. Contador perdió así el Tour de 2010 y el Giro de 2011.
El último fue Haimar Zubeldia, quien llegó ya en 2008, tras una irregular trayectoria de muchos años en el Euskaltel-Euskadi de Jesús Losa, donde alternó grandes clasificaciones en el Tour con actuaciones muy por debajo de su nivel, como le sucedía a Ibán Mayo (aunque, a diferencia de Mayo, Zubeldia nunca dio positivo en ningún control). Tras la escisión de Astaná en 2009, prefirió marcharse con el núcleo duro —Bruyneel, Armstrong, Celaya…— al RadioShack, donde aún milita. El año pasado, con treinta y cinco ya cumplidos, consiguió ser sexto en el Tour.
Todos ellos han estado involucrados en la «mayor trama de fraude organizado de la historia del deporte», pero ninguno ha querido colaborar con la investigación. En España ni siquiera se ha abierto una al respecto. Lo más parecido que tenemos es ese desmadre llamado «Operación Puerto», cuya vista oral, de enero a marzo de 2013, es decir, siete años después de la detención de Fuentes y compañía, sigue siendo una incógnita.