13
Kris permaneció inmóvil unos instantes cuando Klaggath abrió la puerta de la limusina y observó con atención el muelle de carga situado frente al aparcamiento de la terminal del ascensor espacial público. Pudo distinguir el nombre de media decena de compañías en los camiones allí emplazados. Nelly, ¿has memorizado esos nombres?
Sí, señora.
—Gracias, inspector. Ha sido un día muy largo. Pienso ponerle fin en cuanto entre. ¿Qué tal si usted y su equipo se ahorran los paseos de subida y bajada por la judía mágica?
—Ningún problema, Alteza.
—Entonces, noblesse oblige, es hora de que les deje volver a casa.
El policía rió entre dientes.
—No nos quiere cerca, ¿verdad?
Kris tragó saliva. ¿Tan transparente soy?
—Estoy orgullosa de lo duro que han trabajado hoy y confío en que seguirán esforzándose así durante los próximos días. ¿Por qué agotar un recurso limitado?
—En ese caso, lo haremos a su modo. No obstante, me cercioraré de que suba sin contratiempos a su transbordador y de que la estén esperando cuando llegue arriba.
—Será suficiente.
Cuando el coche inició el ascenso, Jack se inclinó sobre Kris.
—¿De qué iba todo eso?
—Dime, Jack, como agente de seguridad. ¿Qué harías tú si me oyeses planear un crimen?
—Dudo que dejase de hacer lo que siempre he hecho cada vez que te metes en algo así: intentar mantenerte a salvo y fuera de la cárcel.
—Te lo agradezco, pero ¿crees que Klaggath se mostraría tan permisivo?
—Tiene el mismo sentido del humor que yo. ¿Por qué no?
—Entonces digamos que prefiero no incluirlo, ¿de acuerdo?
—Aguafiestas. ¿Qué tienes en mente?
—¿Qué tal si nos dejas eso a Nelly y a mí?
—Toda la diversión es para vosotras —dijo Jack, que se reclinó en su asiento y, como de costumbre, continuó vigilando el entorno trescientos sesenta grados a su alrededor al mismo tiempo.
¿Se te ha ocurrido algo?, intervino Nelly.
La tiara que me compró madre; ¿de cuánto metal inteligente crees que está compuesta?
Cuatrocientos doce gramos.
¿Cuántos micros de vigilancia armados estimas que podrías hacer a partir de ella?
Depende de las capacidades que quisieras que tuviesen.
Vídeo con captura fotográfica, interceptación de mensajes de espectro completo y la capacidad de defenderse si los atacan los micrófonos que hemos encontrado.
¿Para interior o exterior?
Exterior.
Estoy accediendo al pronóstico de mañana. Los vientos soplarán entre cinco y diez metros por segundo, desde el oeste. Oponerse a su fuerza podría consumir mucha energía. Eso aumenta la estructura básica.
¿Y si los libero en contra del viento y dejo que atraviesen su objetivo?
Eso eliminaría ese requisito. Supongamos que puedo proporcionarte entre doscientos y trescientos micros. ¿A por qué objetivo iríamos?
Proyecta las plantas de los fabricantes que envían productos a los astilleros. Sobre todo los que proporcionan los componentes más grandes.
Se encuentran todos en un radio de treinta kilómetros respecto del elevador.
—Estás muy callada —le dijo Tom—. ¿Te ha comido la lengua el gato?
—A veces, después de un día largo y agotador, lo único que una chica desea es un poco de silencio y tranquilidad —contestó Kris mientras Nelly trazaba una ruta que cubriese todos los objetivos principales.
Esa servirá, pensó Kris antes de liberar un suspiro. Parecía que el siguiente también sería un día muy ajetreado.
Apenas hubo entrado Kris en la suite, Abby la asaltó. La asistente tuvo la delicadeza suficiente como para no quitarle la ropa interior mojada hasta que no se la llevó fuera de la vista de los demás. Kris tampoco opuso mucha resistencia cuando Abby la metió en la bañera llena de agua caliente. Acomodada bajo el manto de espuma y relajada por los chorros de agua, Kris exhaló un suspiro de satisfacción. Por fortuna, Abby prefirió no importunarla con las banalidades del día; en su lugar, se mantuvo ocupada recorriendo el baño en silencio, encendiendo velas y preparando la ropa. «Aromaterapia», lo llamaba.
A Kris le gustó. Dejó que la calidez del agua fluyese hasta sus rincones más fríos de su cuerpo y que la fuerza de los chorros le masajease los músculos rígidos. Un buen final para un mal día. Ojalá mañana terminase así de bien.
Cuando Nelly anunció que todos los micros extraños de las habitaciones habían sido destruidos o inutilizados, Kris pidió una toalla. Seca y envuelta en un albornoz esponjoso, salió en busca de Jack.
—Cielo, necesito que me hagas un favor.
El agente de seguridad levantó la vista con cansancio del tablero de ajedrez donde estaba midiendo su habilidad frente a Tom.
—Si me has ascendido a cielo es que estoy en un buen lío. De acuerdo, cariño, ¿qué quieres?
Kris le hizo una mueca por permitirse aquel guiño. «Cariño» era el término que empleaban padre y madre y estaba tan vacío como el espacio que había entre ellos.
—Supongo que Klaggath tendrá una mujer o dos en esta planta haciéndose pasar por camareras. ¿Podrías arreglarlo con alguna de ellas para conseguir otro uniforme? Necesito vestirme de camarera.
—¿Para qué?
—Cuestión de invisibilidad. O bien Penny o bien yo tendremos que salir mañana y no queremos que nos reconozcan cuando lo hagamos. —Kris ya tenía decidido salir ella, pero Jack se mostraría más cooperativo si la decisión final se posponía unas horas más.
Jack se levantó con su aire de «te estás equivocando» pero Tom apartó los ojos del tablero y decidió intervenir.
—¿Qué tienes pensado hacer?
—Aquí la información es un bien escaso. Ahora entiendo por qué. Aun así, necesitamos averiguar muchas más cosas de las que sabemos. De vuelta a casa consulté unas cuantas ideas con Nelly. Cree que podría convertir esa estúpida tiara en varios centenares de microespías. En diminutos vagabundos de corto alcance pero muy eficaces. Supongo que una de las chicas tendríamos que darnos una vuelta mañana por un par de polígonos industriales. Con suerte, mañana a esta hora sabremos mucho más sobre qué está ocurriendo aquí.
—Así presentarán cargos contra nosotros para dar y tomar por espionaje industrial —añadió Jack con sequedad.
—Para que te acusen primero te tienen que coger, como acostumbra a decir mi querido padre. —Kris sonrió como si nunca le hubiera importado.
—No es buena idea.
—Jack, siempre dices lo mismo cuando se me ocurre una idea.
—No te extrañes, Kris, no suelen serlo —admitió Tommy.
Kris mantuvo una silla entre Jack y ella.
—Basta de tonterías. Necesitamos conseguir información. Si se te ocurre una idea mejor, te escucho.
Jack la escudriñó con gesto grave.
—El problema es, Tom, que piensa de una forma muy lógica. —Eso sí que era una sorpresa.
—Siempre lo hace, Jack. Lo que ocurre es que siempre se le ocurre la forma más lógica de que la maten a ella y a los que tenga cerca.
Kris le dio la vuelta a la silla y se sentó.
—Estamos atrapados. No hay ninguna salida aparente. Y no la encontraremos si nos quedamos de brazos cruzados. La información es poder. Hagámonos un poco poderosos.
—Odio cuando haces eso —dijo Tom—. Cuando tienes toda la razón pero no piensas bien las cosas. Jack, ¿va a conseguirle ese uniforme?
—No será necesario —comentó Abby desde el dormitorio—. Ayer me hice con uno.
—¿Le importaría explicarnos por qué una persona honrada como usted está en posesión de una propiedad robada? —dijo Jack.
Abby se asomó a la puerta con un uniforme marrón en la mano.
—Soy una mujer trabajadora, caballeros. Tengo derecho a disfrutar de una noche libre de vez en cuando. Si quiero salir sin llamar mucho la atención, es asunto mío. Hice un trato amistoso con una de las camareras. Nosotras las trabajadoras nos entendemos bien —bufó resoplando por la nariz.
—Esto no me gusta —dijo Jack.
—Llamada entrante —anunció Nelly.
—En pantalla —ordenó Kris.
—¿Está Tommy Lien disponible en este número? —preguntó un hombre vestido con ropa blanca de médico.
—Sí —contestó Tommy, que se levantó de un respingo y se colocó frente a la pantalla.
—La señorita Penelope Pasley me pidió que lo llamara. Se encuentra bien, pero le han dado una paliza y mañana no estará disponible.
—¿Cómo que le han dado una paliza? —exclamaron Kris y Tommy.
—Ingresó en el Hospital Central de Heidelburg hace media hora con una posible conmoción cerebral y múltiples laceraciones y contusiones. Es posible que también sufriera otro tipo de asaltos. La Policía está tomando declaraciones. Necesitará un reposo prolongado.
—Dígale a Penny que salgo para allá —le pidió Tommy.
Kris ya estaba en marcha.
—Nelly, avisa a Klaggath. Dile que el día aún no ha terminado y que lo necesitamos en el Hospital Central.
A primera vista costaba encontrar una zona del cuerpo de Penny que no estuviera ennegrecida o amoratada. Sin embargo, cuando Kris hizo pasar a su equipo a la habitación del hospital en la que descansaba, la reacción instintiva de la oficial fue taparse con una sábana para que no vieran sus heridas.
El «¿Quién le ha hecho esto?» que formuló Kris quedó amortiguado por la carrera de Tom hacia la cama de Penny, junto a la que profirió un «Santa madre de Dios». Quiso acariciarla, pero en el último instante retiró la mano, temeroso de que el menor roce pudiera acrecentar su sufrimiento. Penny dejó caer la sábana y posó su mano vendada sobre la de Tom.
—Supongo que me crucé con los tipos equivocados —dijo Penny sin mover apenas los labios. La herida que tenía en la boca se abrió y comenzó a sangrar. Kris tomó una torunda de algodón que había sobre la mesita de la cama y le limpió la sangre con cuidado, la mano temblorosa de pura rabia.
—Eh, Tommy, no te pongas tan pálido. No me siento tan mal como parece. —Sus palabras sonaban bien, pero la mueca de dolor que se le escapó al pronunciarlas les impidió aportar cualquier tipo de consuelo.
—No hables, cariño —le susurró Tom—. No hace falta que digas nada. Estamos aquí para ayudarte. Tú descansa.
Cuando la oficial obedeció la orden del teniente de corbeta y dejó descansar la cabeza en la almohada, la bata que llevaba se abrió y dejó ver un pecho amoratado y cosido. Kris estiró la sábana para tapar a Penny. Cuando se dio media vuelta vio a Jack, que observaba la escena con gesto hermético, y a Klaggath, que llegaba en ese momento.
—¿Quién ha hecho esto? —le preguntó al policía.
—Será mejor que hablemos fuera —dijo el inspector.
Kris y Jack salieron de la habitación, donde Tom permaneció sujetándole la mano con delicadeza a Penny. La puerta aún no se había cerrado cuando Kris insistió.
—Cuéntenoslo todo.
—Un grupo de cinco o seis asaltantes la agredió a menos de una manzana de distancia de su apartamento y la arrastró hasta un callejón. No hubo testigos aparte de Penny. Un hombre que salió a tirar la basura la encontró inconsciente. Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido entre que la dejamos y que la encontraron, estimo que pasaría inconsciente alrededor de una hora.
—¿Está muy grave? —preguntó Jack.
—La conmoción cerebral es lo más preocupante. El cráneo está intacto, pero no sabemos qué daños puede haber sufrido el cerebro. Recibió golpes prácticamente por todo el cuerpo.
—¿Qué les ha contado sobre sus atacantes? —inquirió el agente de seguridad.
—Gritaban «Basura bastionesca» y ese tipo de epítetos. La atacaron por representar a su Gobierno.
—¿No por pertenecer a nuestro equipo?
—Es imposible saberlo —le respondió el policía al agente.
—Se acercó demasiado a una maldita Longknife —susurró Kris.
—Es pronto para decir eso —insistió el inspector.
—Pero es lo más probable. —Kris se tragó una risita seca—. Inspector, sáquela de aquí. Quiero que esté a salvo arriba, en mi suite.
—Aquí está segura —señaló el policía con firme profesionalidad.
—¿Puede jurar que mañana no ocurrirá nada que la ponga en peligro, pese a todas las medidas de seguridad que usted pueda tomar?
Klaggath se mordió el labio inferior.
—Esta mañana creía que todos ustedes estaban seguros. —Suspiró—. Hablaré con el doctor.
—Avisaré a Penny —dijo Kris. En la habitación, Tom acariciaba con cuidado el pelo de la oficial—. Penny, ¿le importa si la sacamos de aquí? Quiero tener cerca a todo mi equipo.
—Si no le supone un inconveniente. Alteza, me gustaría tener cerca a Tom.
—Creo que podremos arreglarlo —dijo Kris, que les ofreció a sus amigos la sonrisa alentadora que esperaban de ella antes de dejarlos solos de nuevo. Encontró a Klaggath en el pasillo, donde estaba discutiendo con dos mujeres vestidas de blanco.
—Hay que mantenerla en observación —informó una de ellas.
—Ha pasado muy mala noche —añadió la otra.
—Eso es bastante obvio —dijo Kris con tono cortante—. Klaggath, ¿puede asignarle una enfermera a tiempo completo?
—Ya he llamado a una. Se reunirá con nosotros en el elevador.
Kris miró a las dos doctoras y puso la más regia de sus sonrisas.
—La teniente Pasley desea abandonar el hospital. Lo hemos preparado todo para atenderla en el Hilton de Alta Turántica.
La doctora más veterana frunció los labios, indecisa.
—Necesita atención a tiempo completo.
—Se la proporcionaremos.
—Ha recibido golpes muy graves —señaló la otra.
—La Marina sabe cuidar de sus miembros —afirmó Kris con rotundidad.
—Esta noche no lo han hecho tan bien —observó la más joven.
—No volveremos a cometer el mismo error —aseguró Kris mirando a Klaggath. El inspector asintió.
—Si desea marcharse, no podemos impedírselo —convino por fin la doctora veterana—. Les proporcionaremos algunos medicamentos de la farmacia para los próximos días y les indicaremos cómo atenderla. Si su estado cambia en modo alguno, la llevarán a un médico de inmediato.
—Así lo haremos —dijo Kris.
Una hora más tarde, con Penny en una silla de ruedas y empujada por Tom, que se asustaba cada vez que ella tomaba aire, como si a él le doliera el doble, completaron la huida. Klaggath no había movilizado solo a su destacamento habitual, sino también a varios policías de uniforme que se encargaron de comprobar hasta la última calle.
De regreso al Hilton, solo surgió un asunto más. El embajador Middenmite llamó para lamentar el hecho de no haber visto a Kris por la mañana en el yate presidencial y para pedirle que compensase todos los contactos que no había hecho, todos los apretones de manos que no había dado y todos los besos de cortesía que se había perdido asistiendo a un baile al día siguiente. El tipo no se había enterado de nada.
—Sí, allí estaré —espetó Kris para terminar la llamada.
En la suite la enfermera comenzó a ocuparse de Penny, aunque Abby parecía igual de capaz e incluso se diría que guardaba más material médico en sus baúles que la enfermera en su bolsa de viaje. Acomodaron a Penny en la habitación de Tom para que entre este y la enfermera estuviera atendida de manera continuada. Tom no apartó la vista de ella en ningún momento; ella no retiró su mano de la de él. Y Kris sabía que les estaba dando lo que más deseaban: la cercanía que establecería un vínculo sobre el que podrían leerse las palabras «Para siempre». Creo que tendré que ir buscándome otro traje de dama de honor. Suspiró. Debería habérselo dicho a Tom. ¿Qué? ¿Que lo amo? ¿Seguro? ¿Lo he amado alguna vez? ¿Importa eso ahora?
Regresó a su dormitorio como una buena amiga y apagó la luz. Le indicó a Nelly que la despertase a las cinco de la madrugada, se tendió boca arriba y trató de olvidarse de todo.