Los niños dormían. Probablemente. En cualquier caso, no había ningún ruido.
Estaban cansados del fin de semana en el lago y ahora dormían y estaban satisfechos y contentos de los largos días de vacaciones que tenían por delante.
Marjatta Korvensuo estaba sentada en el sofá, con los brazos alrededor de las piernas, y pensaba en la pálida mujer de la pantalla.
En realidad, había puesto el programa de Hämäläinen para relajarse, pero entonces había visto a esa mujer entre los invitados, la madre de la muchacha asesinada entonces, Pia Lehtinen. Había dicho cosas que no lograba sacarse de la cabeza. No habría podido repetir ni una de sus palabras, pero se le había quedado grabado el timbre de su voz y el silencio del público, y las largas pausas que se producían tras sus intervenciones.
El televisor seguía aún en marcha. Las noticias de la noche. Pusieron la foto de la chica desaparecida y, durante unos instantes, imágenes de una rueda de prensa.
Marjatta sintió el impulso de ir a ver a los niños, pero se obligó a quedarse sentada. Los niños dormían tan tranquilos en sus camas. Durante un momento pensó en llamar otra vez a Timo, para charlar con él un par de minutos sobre el programa que acababa de ver. Timo sabía escuchar y, muchas veces, las cosas parecían diferentes cuando él las situaba, con su manera tranquila de hablar, en otra perspectiva.
Pero lo más probable es que estuviera ya dormido.
La presidenta de Finlandia se hallaba aún en viaje oficial por Alemania. Estaba de pie ante un atril bajo los fogonazos de los flashes.
Marjatta se levantó para cerciorarse una vez más de que estaba echado el cerrojo.
Siempre lo hacía cuando Timo estaba fuera. Cogió luego una manta de lana y decidió dormir en el sofá, frente al televisor.