5

Timo Korvensuo conducía su coche. Alrededor de la ciudad. Una y otra vez.

Permanecer en movimiento. Dejarse llevar por la corriente. Pararse en los semáforos.

Tamborilear con los diez dedos sobre el volante, sin parar, con prisa, con una desconocida meta ante sí.

Una vez confundió el significado de los colores en el semáforo y tuvo que sortear a un descapotable. «Yo tenía el disco en rojo, gilipollas», murmuró, antes de darse cuenta de su error, unos segundos más tarde.

En algún momento aparcó y llamó a Marjatta.

Habían ido al cine. Marjatta le dijo que la película era demasiado brutal para un niño de ocho años. Aku estaba de muy buen humor.

Korvensuo sintió la tela de su camisa contra la piel. Fresca y húmeda. Aku imitó la voz de una bruja que tenía un papel importante en la película.

—No te va a pasar nada —dijo Aku con una voz estridente y gutural—, absolutamente naaaadaaaa.

—Ésa es la que me va a causar pesadillas —dijo Marjatta mientras Aku se reía.

—Oye… —empezó a decir Timo Korvensuo.

—Me guuusta muuuchooo el pequeeeeñooo Akuuuu —graznó Aku.

—¿Has dicho algo? —preguntó Marjatta.

—Quítale a Aku el teléfono, haz el favor —dijo Korvensuo.

—Papá tiene miedo de las brujas —se quejó Aku.

—Ahora se ha enfadado —dijo Marjatta.

—Lo siento… pásamelo otra vez.

Pero Aku ya no quería, quería ir a comer pizza.

—¿Qué es lo que ibas a decirme? —preguntó Marjatta.

—Eh…, se me ha olvidado. Nada importante, seguro… ¿Era la bruja de la película de verdad tan horrible?

—No sólo la bruja, toda la película era una especie de gabinete de los horrores.

Con fuentes de sangre y todo lo que uno se pueda imaginar.

—Ajá —dijo Korvensuo.

—¿Qué es esa cita tan extraña que tienes allí? —preguntó Marjatta.

—¿Por qué extraña?

—¿Sabes ya si vuelves mañana o no?

—Sí, lo más tarde pasado mañana —respondió Korvensuo—. Quiero ir a visitar un proyecto con las mismas características que la colonia…, la que se construirá en Helsinki. ¿Entiendes?

—Pues claro que entiendo.

—Lo más tarde pasado mañana estaré allí —dijo Korvensuo.

—No creassss que escaparássss tannn facilmenteeeee —dijo Aku—, mocoooosoooo.

—Te llamo luego otra vez, por la noche —dijo Korvensuo, y, durante unos minutos, todo pareció volver a la normalidad.

Se quedó allí sentado, en silencio, barajando la idea de volver a casa y sorprender a Marjatta. Y a los niños. Estar de repente en la puerta. Ver la cara que pone Aku para imitar a la bruja. Oír respirar a Marjatta. Estar tumbado en la cama despierto. Dormir.

Soñar.

Se inclinó de repente y arrancó el coche.

Condujo sin titubeos. Conocía el camino.