Capítulo 52

Hasta navidad

—¿Piensas de verdad salir de viaje? —inquirió el capitán de caballería Von Senden. Con su uniforme gris verdoso y las altas botas de montar ofrecía otro aspecto. Ni rastro de calcetines de seda—. Esta tarde me presentaré en mi regimiento. ¡Se va a declarar la guerra con total seguridad, y tú pretendes salir de viaje!

—Precisamente ahora que se acerca la guerra me gustaría volver a mi vieja tierra.

—¿Y qué vas a hacer allí? Te asombrará comprobar lo ajena que te resulta tu tierra. Tu tierra es ahora Berlín.

—¿Lo cree de verdad, señor capitán de caballería?

—¡Por supuesto! Chico, cuando pienso cómo apareciste hace cuatro o cinco años en la obra, cubierto de carbonilla, con un capacho de carbón en las manos y unos viejos pantalones de pana… ¡Aún estoy viendo esos pantalones! ¿Te acuerdas?

Karl Siebrecht asintió.

—Eran de mi padre.

—Ni tú mismo te reconocerías. Ahora te has convertido en un elegante hombre de negocios. Ese traje seguro que ha sido hecho a medida.

—El señor Gollmer pensó… Su sastre… —dijo un poco abochornado Karl.

—¡Y el señor Gollmer tenía toda la razón! Pero has experimentado cambios trascendentales, y tus provincianos compatriotas no habrán cambiado nada. Caminarás entre ellos tan ajeno como si fueran selenitas. Esta es tu tierra. Berlín es tu casa. Esta ciudad te ha convertido en lo que eres hoy.

—Lo sé. Pero me gustaría volver a ver todo aquello. Casi nunca lo recuerdo, las estaciones, las calles y las maletas, forman parte de mi vida. Pero de pronto, cuando regreso a casa por las noches un poco cansado, y durante todo el camino alumbran las farolas de gas ante edificios desconocidos, me viene a la memoria una casa, y el huerto trasero, y un cobertizo oscuro con gallinas… Y entonces siento la necesidad de viajar allí, como si tuviera que compararlo con aquello en lo que me he convertido en la actualidad. ¿De verdad no habrá allí nada que me ate y me sujete?

—¡Ve, hijito, ve! Seguramente no volveremos a vernos hasta después de la guerra. Creo que no durará mucho; seis, ocho semanas… En cualquier caso, seguro que en Navidad estaremos en casa. ¡Así que hasta Navidad, Karl!

—Hasta Navidad, señor Von Senden.