Capítulo 15

15

«Imagino que le pagan bien»

—¿Qué pasa, Vlad? ¿Por qué me miras?

—No puedo creer lo que acabo de oír. ¿Una yendi? ¿Estás seguro?

—Por supuesto. ¿Por qué?

—Morrolan, ¿cuántos yendis se necesitan para afilar una espada?

Me miró con los ojos entornados.

—Dímelo.

—Tres. Uno para afilar la espada, y uno para embrollar el asunto.

—Entiendo —rió—. No está mal. ¿Qué tiene eso que ver con nuestra situación?

—No lo sé exactamente, pero… Donde hay un yendi, hay un complot. Un complot tortuoso. Retorcido, confuso, como éste al que nos enfrentamos. No sé cuál es el objetivo, pero ésa, la Hechicera Verde, ha estado merodeando cerca de nosotros desde que todo empezó. Ha estado cerca de ti, de mí, de Miera, e indirectamente cerca de Norathar, Cawti y Sethra. De todos nosotros. No puede ser un accidente.

»Y por si fuera poco, parece una athyra. Estamos sentados aquí, intentando encontrar a un athyra que no existe, y ahora descubrimos a una yendi que parece una athyra y que ha estado presente todo el tiempo. ¿Y crees que no tiene nada que ver con esto?

—Comprendo. Creo que hablaré con ella y… ¿Perdón?

—No hables con ella. No la informes, todavía. Nuestra única ventaja sobre ella es que ignora nuestras sospechas. No la perdamos hasta saber qué busca.

—Ummm. Es axiomático que sólo un yendi es capaz de desentrañar una intriga yendi.

—Tal vez, pero parafraseando a lord Lairon e’N’vaar, quizá yo use axiomas diferentes.

Morrolan meditó unos momentos.

—Muy bien, Vlad. ¿Cuál es tu plan?

—Aún no lo tengo. Primero, quiero reflexionar sobre lo que sabemos y ver si le extraemos algún sentido.

—Muy bien.

—Cawti, ¿por qué no vas a buscar a Aliera y Norathar?

Asintió.

—Puede que necesites ayuda —dijo Morrolan, y los dos se marcharon.

Estuve pensando durante una media hora, hasta que los cuatro volvieron, junto con Sethra.

—Bien —dijo Miera—, ¿qué has pensado?

—Nada —contesté—. Pero no me he rendido aún.

—Fantástico —dijo Norathar.

—Sentaos —sugerí.

Todos acercaron butacas a mí. Me sentí como si hubiera vuelto a la oficina, rodeado de mis protectores, que esperaban órdenes.

¿Vladimir?

¿Sí Cawti?

Morrolan ha hablado a Aliera de la Hechicera Verde. No pensé en aconsejarle lo contrario.

Maldita sea. Muy bien. O la Hechicera ha sido advertida, o Aliera no está implicada. En cualquier caso, empiezo a dudar que Aliera esté detrás de esto. Ya veremos.

—En primer lugar —dije—, lady Norathar puede…

—Deja lo de «lady», Vlad.

Me quedé sorprendido.

—Gracias. —Vi que Cawti le dirigía una sonrisa y comprendí—. Bien, Norathar, ¿estás segura de que no puedes decimos cómo descubriste lo que hizo Laris?

—Sí —contestó.

—De acuerdo, pero piensa en ello. Si fue la Hechicera Verde…

—No lo fue.

—Fuera quien friese, esta persona podría estar trabajando con la Hechicera Verde, o quizá esté siendo manipulada por ella. Ojalá pudieras decirnos quién fue.

—Lo siento, pero creo que no serviría de nada.

—¿De veras piensas que la Hechicera Verde está detrás de todo esto? —preguntó Cawti.

—Digamos que es una intuición. No lo sabremos con seguridad hasta descubrir qué persiguen.

Cawti asintió.

—Intentemos ordenar los acontecimientos —continué—. En primer lugar, antes del Interregnum, alguien decide que no quiere a lord K’laiyer en posesión del Orbe. Quizá esta persona sea la Hechicera Verde, o la Hechicera Verde trabaja para él, ¿de acuerdo?

Todos asintieron.

—Bien, el primer movimiento de él, o ella, es hacer pasar a Norathar como bastarda. Naturalmente, la reacción de K’laiyer es combatir y, cuando combate con Sethra, pierde, por supuesto. Durante la batalla, se encargan de que K’laiyer termine muerto. Eso convierte a Adron en heredero. Hasta el momento, todo va de perlas. O era eso lo que deseaban, o no tuvieron tiempo de ocuparse de él. Porque luego viene el Desastre de Adron, y doscientos y pico años de Interregnum. Aun así, no pasa nada. Después, Morrolan se convierte en heredero. Y sigue sin pasar nada.

Les miré. Todos me observaban con atención. Continué.

—Durante más de doscientos cuarenta y pico años después del Interregnum, no pasa nada. Sea quien sea el intrigante, si aún está vivo, no se opone a Morrolan. Pero después, hace tres años, Miera hace acto de aparición. Al cabo de un año, Baritt, uno de los presuntos conspiradores, es asesinado. Dos años después, Norathar cae en una trampa, muere, es revivificada y, de pronto, se convierte en heredera. En ese punto nos encontramos, a mi modo de ver.

O Miera no había percibido ninguna implicación en su contra, o era una actriz consumada. Parecía abismada en sus pensamientos, pero nada afectada por lo que yo había dicho.

—Vlad —dijo Norathar—, ¿existe alguna posibilidad de que la Hechicera Verde conozca lo bastante bien a Miera para saber que seríamos revivificadas?

—Er… ¿Te refieres a que incluso eso formaba parte de su plan? No lo sé.

Me volví hacia Aliera.

Se mordisqueó el labio un momento, y luego se encogió de hombros.

—Todo es posible con una yendi —dijo.

—Eso no —intervino Morrolan. Todos nos volvimos hacia él—. Olvidáis que yo también estaba allí. Si suponéis que lo preparó para que Miera matara, y luego revivificara, a Norathar, también debía saber que yo acompañaría a Miera. No estoy dispuesto a creer que fuera capaz de predecir exactamente dónde apareceríamos después de la teleportación; además, si yo hubiera estado más cerca de Norathar que Aliera, habría utilizado a Varanegra.

Norathar palideció. Yo tragué saliva y sentí un nudo en la boca del estómago. Si Varanegra hubiera matado a Norathar, nada ni nadie habría podido revivificarla, ni habría renacido, como creen los dragaeranos que ocurre a cualquiera que no va a los Senderos de los Muertos, y a algunos que sí. Me pregunté si Miera habría podido prepararlo. ¿Estaría implicado también Morrolan?

Te estás volviendo paranoico, jefe.

Los riesgos del oficio, Loiosh.

Carraspeé y dije:

—Podemos dar por sentado que esperaban la muerte permanente de Norathar.

Los demás se mostraron de acuerdo.

—Ahora —seguí—, ocupémonos de Laris. Es posible que esté escondido, y bien protegido, pero está perdiendo dinero y corriendo graves peligros al no matarme. ¿Por qué?

—Imagino que le pagan bien —dijo Cawti.

—Tendrán que pagarle mucho para correr un riesgo tan grande.

Cawti se encogió de hombros.

—Quizá les debe un favor, o algo por el estilo.

—Un gran favor. Además, sospecho que asesinó a Baritt como pago de… Espera un momento.

Todos me miraron.

—¿Sí, Vlad? —dijo por fin Morrolan.

Me volví hacia Cawti.

—¿Qué sabes de la historia de Laris?

—Un poco. Cuando estaba estudiando, topé con referencias a él de vez en cuando, de la época en que los dos trabajabais para Welok el Cuchillo. También oigo cosas en ocasiones, claro.

—¿Sabes que se encargó de dirigir la guerra de Welok contra el Garfio?

Norathar y ella asintieron.

—Yo estuve implicada —admitió Norathar.

—¿Por qué Welok le dejó dirigir la guerra? ¿Cómo ganó? No tenía la menor experiencia en aquel tiempo.

Cawti y Norathar me estudiaron.

—¿La Hechicera Verde? —preguntó Norathar.

—Da la impresión de que Laris tenía influencia sobre Welok, o sabía cómo manipularle. Tal vez nuestra amiga hechicera se encargó de eso último y le ayudó a ganar la guerra.

—¿Crees que la Hechicera dirige la guerra contra ti? —preguntó Cawti.

—Tal vez. Me encontré con Laris, y me impresionó. No creo que actúe engañado pero podría equivocarme. Por otra parte, es posible que la hechicera sepa algo sobre él y le obligue a hacer lo que ella quiera. Sobre todo si le asegura la victoria final, o lo afirma.

—Si ella le tiene en un puño —dijo Norathar—, ¿por qué Laris no la mata?

Como jhereg, todavía era una dragón.

—Por diversos motivos —contesté—. Quizá no sepa quién es. Quizá la influencia no desaparecería con su muerte. Quizá no puede acceder a ella. No lo sé.

—¿Alguna idea de por qué le domina? —preguntó Cawti. Fruncí el ceño.

—Podría ser cualquier cosa. Yo diría que él asesinó a Baritt, y la hechicera tiene pruebas, lo cual sería muy fácil si ella le hubiera impulsado a cometer el asesinato, digamos como favor a cambio de la ayuda contra el Garfio.

—Podría ser —dijo Cawti. Norathar asintió.

—Estas especulaciones son muy entretenidas —dijo Morrolan—, pero no veo de qué sirven.

—Tratamos de entender qué están haciendo —dije—. Cada detalle que aportamos ayuda a esclarecer el enigma.

—Tal vez —dijo Morrolan—, pero me gustaría saber tu opinión sobre por qué la Hechicera Verde hace esto.

—¿Qué?

—No sé muy bien qué está haciendo…

—Exacto.

Asintió lentamente.

—De acuerdo. Entiendo.

Me volví hacia Sethra, que no había abierto la boca en todo el rato.

—¿Tienes alguna idea, o intuición?

—No exactamente, pero empiezo a sospechar que la respuesta se encuentra antes del Interregnum, la primera vez que esta conspiración se reveló. ¿Qué perseguían, con exactitud?

—Sí —dije—. Deberíamos investigarlo.

Miré a Norathar. Daba la impresión de que le dolían las muelas. Bien, no podía culparla.

—El motivo de ese primer acto parece claro, al menos —dijo Cawti—. Fue un intento de apoderarse del Orbe.

Negué con la cabeza.

—Me han dicho que ningún dragón desea el Orbe.

—¿Y Adron? —preguntó Cawti, y miró a Miera. Miera sonrió.

—Cierto, pero mi padre no deseaba en realidad el Orbe; se vio obligado a intentar conseguirlo por su sentido del deber.

La miré fijamente.

—Espera un momento. ¿Tu padre conocía a la Hechicera Verde?

Miera pareció sorprenderse.

—Yo… creo que se conocían, sí, pero si piensas que ml padre era el cerebro del asunto…

—Yo no diría que pienso eso; sólo estoy indagando.

Me miró, y sus ojos viraron a un gris acerado.

—Si crees que debes…

—Creo que debo. ¿Se conocían muy bien?

—Se veían a menudo, y a Sethra, en la Montaña Dzur. Pregúntale a Sethra. Ella lo sabe mejor que yo.

Me volví hacia Sethra.

—¿Y bien?

—Dudo que Adron impulsara una conspiración de este tipo. No era su estilo. Además, Baritt y él se llevaban muy bien.

—Eso no demuestra nada —repliqué—. En todo caso, aumenta las posibilidades en su contra. ¿Se llevaba muy bien con la Hechicera Verde?

Sethra cerró los ojos, como si le costara recordar.

—En aquellos tiempos, todos nos llevábamos bien. De todos modos, Adron nunca fue muy amigo de la Hechicera.

—Por lo tanto —dije—, si Adron consideraba su deber apoderarse del Orbe, tal vez también consideró su deber ser el siguiente emperador dragón.

—No lo creo —dijo con brusquedad Aliera, cada vez más enfurecida. Me puse a reír. Se levantó, con ojos inflamados—. ¿Te importa contarme el chiste, Vlad?

—No puedo evitar que se me antoje divertido. Estamos hablando de un tipo que, al intentar apoderarse del Orbe, desintegró la mitad del imperio dragaerano, creó un Mar de Caos donde estaba la mayor ciudad del Imperio, mató a no sé cuántos millones de personas, y tú te enfadas porque me pregunto si falsificó unas pruebas para facilitar su camino.

Cawti también se puso a reír. Al parecer, ninguno de los demás lo consideró divertido, lo cual aumentó todavía más la comicidad del asunto y, por un momento, casi sufrí un ataque de histeria.

—Eso es diferente —dijo Miera—. Esto implica engañar a Sethra, que es una amiga. En la Casa del Dragón existe algo llamado honor.

Sus palabras me calmaron, aunque parezca extraño. No es que fuera menos divertido, pero al mismo tiempo también resultaba triste. Cawti no tardó en serenarse.

—Bien, Miera —dije—. Quizá él no lo hizo, pero pudo ser la Hechicera Verde sin que él lo supiera, ¿no?

Miera volvió a sentarse y resopló.

—Lo dudo.

—Entonces, ¿cómo se llevaban Adron y el padre de Norathar, K’laiyer?

Miera se encogió de hombros y desvió la vista con altivez. Me volví hacia Sethra. Parecía incómoda.

—Recuerdo que tenían desacuerdos. No eran enemigos, pero tenían desacuerdos.

—¡Pues claro que tenían desacuerdos! —exclamó Aliera—. Mi padre creía que los dragones debían apoderarse del trono, y K’laiyer no.

Sethra asintió.

—Eso era lo principal —dijo—. No se pusieron de acuerdo en la inmediatez del problema.

—¿Qué problema?

—La decadencia del emperador. Los emperadores fénix siempre se sumen en la decadencia al final de su reinado, excepto cada decimoséptimo Ciclo, cuando un fénix renace, como Zerika. Como sucedió al final del Gran Ciclo, diecisiete Ciclos, fue especialmente grave. Daba la impresión de que el Imperio se estaba desmoronando, los orientales invadían la frontera oriental, y Adron pensaba que el emperador debía abdicar o ser depuesto.

—¿Y K’laiyer no?

—No. Me recalcó, recuerdo, que las «invasiones» tenían lugar en territorios poblados básicamente por orientales. Dijo que era su tierra, y que no había motivos para impedir que la recuperaran.

—Creo que este tipo me habría caído bien —dije.

—Tal vez —dijo Sethra—. Era muy agradable. Creo que habría sido un buen emperador.

—Tengo la impresión —dije, mirando a Miera— de que Adron fue…

—Creo que es hora de cenar —interrumpió Morrolan—. Podríamos continuar después.

Sonreí, asentí, me levanté y ofrecí a Cawti mi brazo. Ella lo tomó y nos encaminamos hacia el comedor pequeño. Esperaba que la comida fuera más fácil de digerir que la última.

Lo cual me llevó a recordar aquel ágape. Lo cual me llevó a recordar los días que había pasado en la Montaña Dzur. Casi todos los recuerdos eran muy placenteros.

Pero recordé una conversación… No podía tener nada que ver con esto. ¿Podía? ¿Todo, para eso? Claro que los dragaeranos son muy dragaeranos.

—Esperad un momento.

Morrolan suspiró y giró en redondo.

—¿Sí, Vlad?

—Es que…

—¿No puedes esperar?

—Er… Entremos y tomemos asiento mientras yo pienso un poco.

Mi mente corría como un gato centauro. Creo que tropecé con algunas personas y paredes mientras localizaba mi sitio.

Observé que estábamos sentados en los mismos lugares de la otra vez. Un criado trajo vino. Bebí un poco sin degustarlo.

—Bueno, Vlad —dijo Morrolan en tono resignado—. ¿Qué pasa?

—Creo que sé quién está detrás de esto, y por qué.

De pronto, atraje la atención de todo el mundo.

—Continúa —dijo Morrolan.

—Es muy complicado, por Verra, pero un plan de la Hechicera Verde, ¿cómo no iba a serlo?

—Bien, ¿quién es?

—Lo explicaré así: voy a suponer que, hace unos dos o tres anos, la Hechicera Verde se enemistó con cierta persona de la que había sido muy amiga hasta entonces.

Me volví hacia Sethra.

—¿Estoy en lo cierto?

Pareció perpleja. De pronto, sus fosas nasales y ojos sé dilataron. Al cabo de un momento, asintió.

—Pues ya está.

—¿Qué, Vlad? —dijo Morrolan, sin perder la calma.

Te gusta mantener a todo el mundo pendiente de tus palabras, ¿eh, jefe?

Cierra el pico, Loiosh.

—Bien, lo diré así: supongamos que Norathar acaba de morir. A manos de Morrolan y Miera. Fin del problema. Por lo tanto, el legítimo heredero del trono está descartado, ¿verdad? ¿Quién es el siguiente?

—Aliera —dijo Morrolan.

—Exacto, pero sale a la luz la información de que estuvo implicada en una guerra jhereg. Entonces, ¿qué?

—Mmmmm —dijo Morrolan—. El consejo podría…

—Supongamos, además, que el consejo está siendo manipulado. Tal vez un poco, tal vez mucho, pero alguien mueve los hilos.

—Muy bien, Aliera ya no es la heredera, si es eso lo que quieres.

—Exacto. Y tú también, Morrolan, por la misma lógica. ¿Quién es el siguiente?

Se miraron entre sí.

—No lo sé —dijo Aliera por fin.

—Ni yo, pero, en cierto sentido, no importa. Estoy seguro de que la Hechicera Verde lo sabe. Es probable que ese heredero ni siquiera esté implicado; se trata de alguien cuya política es de sobra conocida. Ningún dragón quiere ser heredero, decís vosotros. ¿Qué quiere ser todo dragón?

—Señor de la Guerra —dijo Miera sin vacilar.

—Exacto. Morrolan, ¿por qué no envías a buscar esa lista, si ya está preparada?

—Pero… De acuerdo. —Se concentró un momento—. Ya viene.

—¿Qué lista? —preguntó Sethra.

—Pedí a Morrolan que reuniera los nombres de todas las personas susceptibles de haber recomendado al mago athyra que colaboró en el análisis.

»Bien, si Morrolan o Miera fueran emperador, cada uno habría designado al otro Señor de la Guerra, con lo cual los dos sobrabais. Norathar era inofensiva antes, pero tal como están ahora las cosas, era mejor eliminarla.

»Antes del Interregnum, era obvio quién sería Señor de la Guerra si Adrón era proclamado emperador, de modo…

—¿Quién? —preguntó Cawti.

—Ya llegaré. En cualquier caso, sin que él lo supiera, se acordó que sería el heredero. Cuando fracasó, el fénix retuvo el poder, de manera que se resolvió el problema inmediato. Después, Morrolan se convirtió en heredero, lo cual estaba bien…

—Sí…, hasta la llegada inesperada de Aliera. Entonces, la persona que habría sido Señor de la Guerra bajo tus órdenes quedó descartada. Peor aún, la política de Miera era incorrecta. Los dos debíais desaparecer. Baritt, que hasta aquel momento había colaborado, se echó atrás. Él también tenía que ser eliminado.

»Por tanto, el futuro Señor de la Guerra y la Hechicera Verde, que era una buena amiga y una yendi al mismo tiempo, forjaron nuevos planes. Lo primero que hicieron fue fingir pelearse, para que nadie les vinculara.

»El plan tardó dos años en madurar, un trabajo rápido para un yendi. El hecho de que los dos fuerais amigos míos, y que yo ascendiera en la casa Jhereg con tanta celeridad, debió ayudar un poco.

»Primero, matarían a Norathar.

—¿Por qué? —preguntó Morrolan.

—Porque Miera buscaba por todas partes a alguien que fuera heredero del dragón en su lugar. No haría nada a propósito para que el consejo la descalificara; no lo consideraba honroso. Pero Intentaba encontrar a alguien con «genes más puros», o lo que interese más a los dragones. Lo cual la conduciría, al final, a los e’Lanya.

—Así fue —dijo Miera—. Ya estaba investigando el paradero de Norathar, por si me guiaba hacia otro pariente.

Asentí.

—Por lo tanto tenían que matarla, porque, en cuanto Aliera la encontrara, se daría cuenta de que era pura.

—Bien —dijo Morrolan—. Continúa.

—La idea consistía en matar a Norathar y desacreditaros a los dos por ayudarme. Sospechó que alguien cometió un error pues tendrían que haberos avisado antes. No creo que quisieran hilar tan fino, pero funcionó, en cualquier caso, hasta que Miera lo estropeó todo cuando revivió a Norathar. Entonces, tuvieron que improvisar. Lo primero que hicieron fue poner a prueba a Norathar, por si podía serles útil como emperatriz.

—¿Cómo? —preguntó Norathar.

—¿No recuerdas que la Hechicera Verde te preguntó qué opinabas de los planes para invadir Oriente? En aquel momento, no pensé nada especial, pero…

—¡Tienes razón!

—Sí, y si hubieras dicho que estabas a favor, habrían parado en aquel mismo momento, me habrían liquidado y encontrado una forma de convencerte para que nombraras al Señor de la Guerra apropiado. Puesto que tu política era equivocada, te advirtieron sobre Laris para que corrieras a matarle, pues ya no les sirve, y te descalificaras como heredera.

Cawti sacudió la cabeza.

-Pero ¿por qué continuaron con los falsos intentos de asesinato, Vladimir?

En respuesta, me volví hacia Norathar.

—Si se hubieran producido dos atentados fallidos contra mi vida, ¿habrías creído que te habían montado una trampa, incluso después de que te lo dijeran?

Norathar entornó los ojos, y luego negó con la cabeza. Cawti asintió.

En aquel momento, justo a tiempo, llegó un criado con una hoja de papel. Lo entregó a Morrolan.

Morrolan le echó un vistazo.

—Busca el nombre de la persona a la que hubieras nombrado Señor de la Guerra si Miera no hubiera aparecido.

Lo hizo, y se quedó boquiabierto. Sethra se inclinó sobre Miera y cogió la hoja de la mano muerta de Morrolan. La miró, cabeceó y la tiró sobre la mesa, con una mirada tan fría como la hoja de Llamahelada.

—Habría preferido que ella intentara matarme —dijo.

Había nueve hombres en la lista. El tercero era el de Sethra la Menor.