Capítulo 17

17

«1 pañuelo bolsillo: lavar y planchar.»

Al día siguiente, me enteré de que las tropas se habían retirado de Adrilankha Sur. Cawti no había aparecido, pero tampoco lo esperaba.

Para distraer mi mente, fui a dar una vuelta por el barrio. Me empezaba a gustar la sensación de que ya no corría más peligro que antes de que aquella chorrada hubiera empezado. Tal vez no durara mucho, pero la disfrutaría mientras pudiera. Incluso me alejé un poco de mi zona, sólo porque la sensación de caminar era magnífica. Visité un par de posadas en las que no solía entrar, y fue estupendo. Procuré no emborracharme, aunque tampoco habría importado demasiado.

Pasé frente al oráculo que había consultado en una ocasión y pensé en entrar, pero no lo hice. No obstante, me pregunté qué iba a hacer con todo aquel dinero. Estaba claro que no iba a construir un castillo para Cawti. Aunque volviera conmigo, dudaba que lo quisiera. Y la idea de comprar un título más importante de la Casa Jhereg se me antojó ridícula. Sólo quedaba…

Entonces comprendí la solución.

Mi primera reacción fue reír, pero en aquel momento no me podía permitir reír de ninguna idea y, además, quedaría como un idiota si me ponía a reír en mitad de la calle. Sin embargo, cuanto más pensaba en ello, más sensato me parecía. Desde la perspectiva de Herth, quiero decir. Tal como había dicho Kelly, el tipo estaba casi arruinado, lo cual le había permitido seguir con vida y eliminado su necesidad de matarme.

Para mí, todavía era más sencillo. Provocaría muchos problemas administrativos, desde luego, pero no me importaban algunos problemas administrativos. Hummmm. Acabé el paseo sin incidentes.

Dos días después estaba sentado en mi oficina, ocupado en los detalles de que todo volviera a funcionar y otros asuntos. Melestav entró.

—¿Sí?

—Un mensajero de Herth acaba de llegar, jefe.

—Ah, ¿sí? ¿Qué ha dicho?

—Ha dicho «sí». Dijo que tú sabías de qué iba. Está esperando una respuesta.

—Que me aspen. Sí. Sé de qué va.

—¿Instrucciones?

—Sí. Ve a la tesorería y saca cincuenta mil imperiales.

—¿Cincuenta mil?

—Exacto.

—Pero… De acuerdo. Y después ¿qué?

—Se los das al mensajero. Encárgate de que le escolten hasta la oficina de Herth.

—De acuerdo, jefe. Lo que tú digas.

—Después vuelve aquí. Hay mucho que hacer. Dile a Kragar que venga.

—De acuerdo.

—Ya estoy aquí.

—¿Eh? Oh.

—¿Qué ha pasado?

—Lo que queríamos. Tenemos la prostitución, que deberemos cerrar o limpiar, el negocio de los matones, que clausuraremos, y los garitos, peristas y demás cosillas, que dejaremos en paz.

—¿Quieres decir que ha salido bien?

—Sí. Acabamos de comprar Adrilankha Sur.

* * *

Aquella noche llegué tarde a casa, y encontré a Cawti dormida en el sofá. La contemplé. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su cara delgada y orgullosa. Sus pómulos sobresalían a la luz de la única lámpara, y sus finas cejas estaban fruncidas mientras dormía, como si estuviera perpleja por algo que un sueño le estaba comunicando.

Aún era hermosa, por dentro y por fuera. Mirarla dolía. La sacudí con dulzura. Abrió los ojos, sonrió y se incorporó.

—Hola, Vlad.

Me senté a su lado, pero no demasiado cerca.

—Hola —dije.

Parpadeó para ahuyentar el sueño.

—Tuve una larga conversación con noish-pa —dijo al cabo de un momento—. Supongo que era eso lo que querías, ¿no?

—Sabía que yo no podía hablar contigo. Confiaba en que él sabría decir las cosas que yo no podía.

Asintió.

—¿Quieres hablar de ello? —pregunté.

—No estoy segura. Lo que te dije hace mucho tiempo, acerca de lo desdichado que eres y por qué, es cierto,

—Sí.

—Y creo que lo que hago, trabajar con Kelly, es correcto, y voy a seguir haciéndolo.

—Sí.

—Pero tampoco es la respuesta a todas las preguntas. Cuando decidí que lo haría, pensé que lo solucionaría todo, y te traté con injusticia. Lo siento. El resto de la vida no se detiene a causa de mis actividades. Trabajo con Kelly porque es mi deber, pero no se acaba ahí. También tengo un deber hacia ti.

Bajé la vista.

—No quiero que vuelvas porque lo consideres tu deber —dije.

Suspiró.

—Te comprendo. No, no es eso. El problema es que tenías razón, tendría que habértelo contado, pero no me decidí, por miedo a poner en peligro nuestra unión. ¿Me comprendes?

La miré fijamente. ¿Sabéis que nunca se me había ocurrido? O sea, sabía que me sentía atemorizado e inseguro, pero nunca pensé que ella sintiera lo mismo.

—Te quiero —dije.

Hizo un gesto con la mano, me acerqué y la rodeé con mi brazo.

—¿Vas a volver? —pregunté al cabo de un rato.

—No sé si debo. Aún hay mucho trabajo que hacer.

Pensé en mi última adquisición y lancé una risita.

—No tienes ni idea de cuánto.

—¿Hum?

—Acabo de comprar Adrilankha Sur.

Se sobresaltó.

—¿Has comprado Adrilankha Sur? ¿A Herth?

—Sí.

Sacudió la cabeza.

—Sí, creo que hemos de hablar largo y tendido.

—Cawti, eso ha salvado mi vida. ¿No te…?

—Ahora no.

No dije nada.

—Ahora estoy comprometida —dijo un momento después—. Con Kelly, con los orientales, con los tecklas. Aún no sé qué piensas al respecto.

—Ni yo tampoco. No sé si será más fácil o difícil averiguarlo si vuelves a vivir aquí. Sólo sé que te echo de menos, que es duro dormir sin ti.

Asintió.

—En ese caso, volveré, si quieres, y trataremos de averiguarlo.

—Quiero.

No lo celebramos, pero seguimos abrazados, y para mí era como una celebración, y las lágrimas que derramé sobre su hombro me sentaron tan bien como la risa de un hombre condenado, inesperadamente libre.

Lo cual, en cierta manera, me describía muy bien en aquel momento.