Capítulo 7

7

«1 par botas montar negras: quitar mancha rojiza.punta bota derecha…»

No recuerdo haberme despertado. Contemplé el techo durante mucho rato, sin llegar a verlo. La conciencia de ciertas sensaciones aumentó gradualmente: el hilo suave de sábanas finas, el perfume del cabello de Cawti junto a mi cara, su mano seca y cálida en la mía. Me toqué con la otra mano, me palpé la cara y el cuerpo, parpadeé. La cola de Loiosh estaba enrollada alrededor de mi cuello, ligera como una pluma y escamosa.

¿Jefe?

Vacilante.

Sí, Loiosh. Estoy aquí.

Apoyé la cabeza contra su mejilla. Olí la mañana de Adrilankha gracias a la brisa que penetraba por la ventana. Me humedecí los labios, cerré los ojos, los abrí. Los recuerdos regresaron, afilados como una aguja. Me encogí, y luego me puse a temblar. Al cabo de un momento me volví hacia Cawti. Estaba despierta y me miraba. Tenía los ojos enrojecidos.

—Algunos hacemos cualquier cosa por despertar compasión —dije. Mi voz se quebró. Cawti me apretó la mano.

Al cabo de unos instantes, rió en voz baja.

—Estoy buscando una forma de decir «¿Te encuentras bien?» que no suene como si tuvieran que llevarte a otro lugar.

Apreté su mano. Loiosh se agitó y voló alrededor de la habitación. Rocza se removió y siseó.

—Si te refieres a la posibilidad de que vaya a suicidarme, la respuesta es no —dije—. No has dormido, ¿verdad? —Hizo un gesto que tomé como una afirmación—. Tal vez te convendría. —Me miró con sus ojos enrojecidos—. Esto no sirve de nada, ¿sabes?

—Lo sé —contestó, y su voz se rompió—. ¿Quieres hablar de ello?

—¿De lo que…, de lo que pasó ayer? No, está demasiado reciente. ¿Qué me diste? Era un veneno, ¿verdad?

—¿En el té? Sí. Siolín, pero sólo una dosis pequeña, para que durmieras.

Asentí. Se acercó a mí y la abracé. Contemplé el techo un rato más. Estaba hecho de tablas, y Cawti lo había pintado de verde claro. «¿Verde?», había preguntado en su momento. «Representa la madurez y la fertilidad», me explicó. «Ajá», contesté, y nos dedicamos a otras cosas. Ahora sólo parecía verde, pero ella me estaba abrazando. Deducid lo que os dé la gana.

Me levanté y me ocupé de los asuntos matutinos. Cuando volví, Cawti estaba durmiendo. Salí con Loiosh, fui un rato al local de Kigg y bebí klava. Cuando salí de casa, miré con mucho cuidado a mi alrededor. Nunca me atacaban cuando estaba preparado; siempre sucede en el momento más inesperado. Es extraño, sólo por la cantidad de tiempo que espero ser atacado. Me pregunté cómo sería no tener que preocuparse de eso. Si aquellos orientales triunfaran y su sueño se convirtiera en realidad, podría suceder, pero a mí me daría igual. Era incapaz de recordar una época en que no vigilara mi entorno con la mayor atención posible. Incluso cuando era joven, había muchos chicos que detestaban a los orientales. No podía cambiar, pasara lo que pasara. Aun así…

Creo que tienes demasiadas cosas en la cabeza, jefe.

Asentí.

Estoy de acuerdo, cantarada. Dime de qué debo pasar.

Eh.

Vale.

Acerca de esos orientales…, del grupo de Kelly…

¿Sí?

Si no tuvieras que preocuparte por la vida de Cawti, o por Herth, ¿qué sentirías hacia ellos?

¿Cómo voy a saberlo?

¿Qué sentirías si Cawti fuera del grupo?

Una buena pregunta. La medité.

Creo que no tengo muy buena opinión de un grupo tan aferrado a sus ideales que pasa de la gente.

Pero sobre Cawti…

Sí. No lo sé, Loiosh. No he tenido la oportunidad de averiguar qué hay en juego. ¿Cuánto tiempo tardaré? ¿La voy a ver? ¿Va a darles dinero? ¿Cuánto? Ignoro demasiadas cosas. Tendría que habérmelo contado.

Bebí más klava y pensé en otras cosas. Cuando salí del local, procedí con suma cautela.

Cuando entré en la oficina, no dediqué mucho tiempo a saludar a Kragar y Melestav. Fui directo al sótano. Junto al laboratorio hay una habitación grande y vacía, con muchas lámparas. Las encendí. Desenvainé el espadín, saludé a mi sombra y ataqué.

Parada. ¿Qué me había pasado anoche?

Adelante, atrás. Era peor que decirme que era un dragaerano reencarnado. O diferente, al menos.

Adelante, estocada al flanco, atrás. Tal vez debería olvidar que había intentado suicidarme. Claro que tal vez podría intentarlo de nuevo, con éxito. Quizá habría sido mejor haberlo conseguido.

Adelante, estocada a la mejilla, estocada al cuello, atrás. Chorradas. Por otra parte, nadie podía negar que había querido suicidarme anoche; lo había intentado. Costaba creerlo.

Parada al flanco, parada a la cabeza, atrás, estocada a la pierna, estocada al pecho. Pero el dolor…, aquel increíble dolor. Todo había terminado. Tenía que acabar con Herth antes de que él acabara conmigo, independientemente de lo que Cawti sintiera por mí, y ni siquiera me pagaban por ello. Daba igual. Debía asegurarme de que Herth nunca volviera a hacerme aquello. Nunca.

Atrás, parar estocada, finta, parada, adelante, estocada al cuello. No soy el típico suicida. Hay muchos asesinos a quienes da igual vivir o morir, pero yo no soy uno de ésos. O nunca lo había sido. Olvidadlo. Podría pasarme el resto de la vida intentando decidir el significado de mi acción. Había cosas que hacer, y todas esas masturbaciones mentales no conducían a nada. Tenía que matar a Herth, y punto.

Saludo. Ojalá no tuviera que hacerlo.

Ojalá hubiera instalado un baño allí abajo, por cierto.

—Kragar.

—¿Sí?

—Estoy harto de andar a tontas y a locas.

—Estupendo. Ya era hora.

—Cierra el pico. Quiero toda clase de detalles sobre Herth. O sea, todo. Quiero saber el color favorito de su amante, y la frecuencia con que se lava el pelo. Quiero saber cuánta pimienta le echa a la sopa. Quiero saber la frecuencia con que echa un…

—De acuerdo, jefe. Me pondré al trabajo.

¿Podrás liquidarle antes de que le pase algo a Cawti?

No lo sé. No sé si a Cawti va a pasarle algo, pero no podemos arriesgarnos. Tendré que…

Hice una pausa cuando se me ocurrió otra idea. La deseché y regresó. Tal vez podía ser útil.

Si lo descubre, no le hará ninguna gracia, jefe.

¡Por los dedos de Verra, Loiosh! No le ha gustado nada de lo que he hecho desde que empezó este follón. ¿Y qué? ¿Se te ocurre alguna otra idea?

Creo que no.

Ni a mí tampoco. Tendría que haberlo hecho hace días. No me he parado a pensar. ¿Está Rocza con ella en este momento?

Loiosh guardó silencio unos segundos.

Sí.

Pues vamos.

¿Vas a procurarte protección?

De repente, sentí náuseas cuando recordé el día anterior.

Esta vez no voy a precipitarme como un ciego.

¿No?

Me pareció una pregunta tan retórica que no contesté.

Me teleporté directamente a mi oficina, por si alguien me esperaba fuera. El distrito oriental se me antojaba cada vez más familiar, a medida que pasaba más tiempo en él. Abrigaba sentimientos encontrados al respecto.

¿Está en movimiento?, pregunté.

Lo estaba, jefe. Paró hace un rato.

¿Estamos muy lejos?

Podría plantarme allí volando en cinco minutos.

Fantástico. ¿Estamos muy lejos?

A una media hora.

Respiré hondo y me retorcí como el sentido del humor de Verra, y pasó una buena media hora, en efecto, antes de que nos encontráramos cerca de un extenso parque. Un parque lleno de gente. Había miles de personas, en su mayoría humanas. Me quedé boquiabierto. La última vez que había visto a tanta gente reunida fue en un campo de batalla. No me había gustado.

Respiré hondo y empecé a abrirme paso entre la muchedumbre. Loiosh se removió (Por aquí. Bien, ahora otra vez a la derecha. Por allí). Loiosh procuró que Rocza no captara su presencia en la zona. Supongo que se habría sentido desdichado, pero creo que prefirió tomarlo como un juego. Yo procuré que Cawti no se enterara de que me encontraba en la zona, y no me lo tomé como un juego.

La vi, de pie sobre una plataforma que parecía atraer la atención de todo el mundo. Estaba escudriñando la multitud, aunque la mayoría de la gente que la miraba no se enteraba. Al principio, pensé que me estaba mirando, pero luego comprendí y reí por lo bajo. Kelly se encontraba de pie en la parte delantera de la plataforma, y clamaba con voz tonante sobre el miedo de «ellos» a «nosotros», y Cawti hacía las veces de guardaespaldas. Fantástico. Avancé hacia la plataforma y sacudí la cabeza. Quería hacer las veces de guardaespaldas de Cawti, sin que me viera. Vigilaba que nadie trepara a la plataforma… En otras palabras, vigilaba que nadie hiciera lo que yo intentaba.

Cuando me di cuenta, paré en seco, a unos doce metros de distancia, y observé. No puedo deciros de qué iba el discurso; no lo escuchaba. Kelly no convirtió a la muchedumbre en una turba rugiente, pero la gente parecía interesada, y reía de vez en cuando. Me sentí perdido. Nunca había estado entre un grupo tan numeroso de gente, mientras intentaba decidir si un miembro del grupo iba a matar a otro. Supongo que hay formas y formas de hacerlo, pero las desconozco. De vez en cuando, echaba un vistazo a la plataforma, pero no pasaba nada. Capté algunas frases del discurso de Kelly, cosas como «necesidad histórica» y «no vamos a mecerles en nuestras rodillas». Aparte de Kelly, también estaba Gregory, Natalia, varios orientales y algunos tecklas que no reconocí. Daban la impresión de estar interesados en las palabras de Kelly.

Por fin, la muchedumbre se dispersó con gran regocijo. Intenté quedarme lo más cerca de Cawti sin que me vieran. Estaba bastante lejos. Se formaron grupos alrededor de todos los presentes en la plataforma, excepto Cawti. Gravitaba alrededor de Kelly. A medida que los espectadores se iban dispersando, vigilé que alguien no se quedara rezagado como yo, pero no ocurrió.

Al cabo de media hora, Kelly, Gregory y Natalia abandonaron la zona. Reinaba una tranquilidad absoluta. Les seguí. Volvieron a casa de Kelly y desaparecieron en el interior. Esperé. Hacía buen tiempo, cosa que agradecí. Detesto acechar con frío o lluvia.

El problema era que tenía demasiado tiempo para pensar, y tenía demasiadas cosas en qué pensar.

Había intentado suicidarme. ¿Por qué? Era la primera vez que me torturaban, desde luego, pero ya me habían arrancado información en ocasiones anteriores. ¿Tan diferente era? Pensé en el dolor y me oí chillar y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

En las ocasiones anteriores, cuando me habían obligado a confesar información, no había perdido el control. Había sido capaz de jugar con ellos, de revelar minucias y callar lo importante. Esta vez había cantado a modo. De acuerdo, pero la explicación no bastaba. No soy el típico suicida. ¿No lo soy? ¿Qué me pasa, Verra?

Loiosh, sigue vigilando la casa, dije al cabo de un rato. Voy a ver a noish-pa.

No, jefe. Sin mí, no.

¿Qué? ¿Por qué no?

Herth continúa buscándote.

Oh. Sí.

Cawti salió de la casa al cabo de unas horas. Estaba anocheciendo. Se encaminó a casa. La seguí. Rocza, que iba posada sobre su hombro, miró en derredor suyo algunas veces, nerviosa, y Loiosh sugirió que nos retrasáramos un poco, cosa que hicimos. Fue muy excitante. Estuve dando vueltas durante una hora, más o menos, y al final volví a casa. Cawti y yo no nos dijimos gran cosa, pero la sorprendí mirándome algunas veces con expresión preocupada.

El día siguiente fue bastante parecido. Se fue de casa y yo la seguí mientras iba vendiendo periódicos (uno nuevo, por lo que vi; el titular decía algo sobre los caseros) y hablando con desconocidos. Examiné con detenimiento a los desconocidos, sobre todo cuando eran dragaeranos. Me puse en contacto con Kragar para saber cómo le iba, y me dijo que estaba en ello. Luego, le dejé en paz. Sólo le había molestado por culpa de una creciente sensación de frustración.

¿Frustración? Claro. Seguía a Cawti desesperadamente, con la intención de proteger su vida, a sabiendas de que era inútil. No estaba seguro de que fueran a matar a un oriental, y no existían motivos para pensar que fuera Cawti, y tampoco podía hacer gran cosa, para ser sincero. Los asesinos actúan por sorpresa, pero si los asesinos pueden sorprender a su víctima, también es posible que puedan sorprender a un guardaespaldas situado a unos seis o nueve metros de distancia. Intentar proteger a Cawti casi era un ejercicio inútil. Claro que tampoco podía hacer otra cosa, excepto pensar, y ya me había cansado de pensar.

Jefe.

Miré en la dirección que había llamado la atención de Loiosh. Era la esquina de un edificio grande de color pardo, el típico que alberga apartamentos para varias familias.

¿Qué pasa?

He visto a alguien ahí, alto como un dragaerano.

Vigilé un rato, pero no capté más movimientos. Cawti se había parado junto a un carro de verduras, acompañada de Sheryl, e intercambiaba comentarios con el vendedor de vez en cuando. Durante media hora, me dediqué a vigilar a Cawti y observar la esquina, alternativamente, hasta que me cansé y volví a vigilar a mi mujer, mientras Loiosh se ocupaba de la esquina. Por fin, Cawti y Sheryl se marcharon y me acerqué al edificio que yo consideraba su cuartel general, aunque Cawti lo llamaba la casa de Kelly. Intenté averiguar si las seguían, pero no lo pude verificar.

Cawti entró, seguida de Sheryl. Encontré un lugar desde el que podía vigilar la puerta sin que me vieran. Empezaba a conocer la puerta mejor de lo que deseaba. Al menos, me alegraba de que Cawti fuera incapaz de teleportarse.

Anochecía, cuando un dragaerano ataviado con los colores jheregs entró por la puerta con chulería. Verifiqué mis armas y le seguí a toda prisa, pero volvió a salir antes de que yo hubiera recorrido la mitad de la calle. Di media vuelta, con aire indiferente, y no se fijó en mí. Cuando volví a mirar, vi que se alejaba a buen paso. Pensé en seguirle, pero lo máximo que conseguiría sería confirmar que Herth le había enviado. ¿Y qué?

Debía ser un mensajero, decidí. O tal vez un hechicero que había matado a todos los presentes en la casa. O… En aquel momento, Cawti, Paresh y Natalia salieron como si tuvieran prisa. Les seguí. Se dirigieron hacia el noreste, o sea, el centro de la ciudad (el distrito de los orientales es Adrilankha Sur, la parte oeste del centro de Adrilankha. Sacad vuestras propias conclusiones, si os apetece).

Antes de cruzar la frontera invisible del terreno dragaerano (una calle llamada de los Carpintería), se desviaron y siguieron un par de calles transversales. Por fin, se detuvieron y congregaron alrededor de algo tirado en el suelo. Cawti se arrodilló, mientras los demás se mantenían en pie. Paresh empezó a mirar en torno suyo. Avancé hacia ellos y Paresh me vio. Se enderezó a toda prisa y alzó la mano, como si fuera a lanzar alguna hechicería, y Rompehechizos cayó en mi mano. No hizo nada, empero, y me acerqué lo bastante para que me reconocieran a la pálida luz rojo anaranjada, así como para ver a Cawti arrodillada junto a un cadáver. Levantó la vista.

Paresh estaba tenso, y los músculos de su cuello se destacaban. Natalia sólo parecía levemente interesada, y algo fatalista. Cawti me miró sin pestañear.

—¿Qué tienes que ver con esto? —preguntó Paresh.

—Nada —contesté, con la expresión de no permitirle ninguna pregunta más por el estilo. Asintió en lugar de insistir, lo cual me decepcionó a medias.

—¿Qué haces aquí, Vlad? —preguntó Cawti.

En lugar de contestar, me acerqué al cadáver. Miré, aparté la vista, volví a mirar, más rato. En otro tiempo, había sido Sheryl. La habían golpeado hasta matarla. No era posible revivificarla. Habían roto cada pierna por la rodilla, por encima y por abajo. Habían roto cada brazo por el codo. Las contusiones a cada lado de la cara, lo que quedaba de ella, eran iguales. Le habían hundido el cráneo. Etcétera. Como profesional, calculé que el proceso había durado varias horas. Y si no eres capaz de hacer

cálculos profesionales, ¿de qué te sirve ser un profesional? Aparté la vista de nuevo.

—¿Qué haces aquí, Vlad? —repitió Cawti.

—Te estaba siguiendo.

Me miró y asintió.

—¿Has visto algo? —preguntó como para sí.

—Loiosh puede que viera a alguien mientras estabais en el mercado, pero después entraste en casa de Kelly y me limité a vigilar la puerta.

—¿No se te ocurrió avisar a nadie?

Parpadeé. ¿Avisar a alguien? ¿A uno de ellos? Bien, supongo que era lógico.

—No se me ocurrió.

Me miró, y luego desvió la vista. Paresh casi me estaba traspasando con la mirada. Natalia me daba la espalda, pero cuando la miré con atención, vi que estaba temblando de rabia. Las manos de Cawti se habían convertido en puños, las cerraba y abría rítmicamente. Yo también empezaba a sentirme rabioso. No deseaban mi presencia; no me habían pedido que vigilara a Sheryl, desde luego. Ahora estaban a punto de estallar porque no lo había hecho. Era suficiente para…

No están enfadados contigo, jefe.

¿Eh?

Están furiosos con Herth, y tal vez con ellos mismos por haberlo permitido.

¡Cómo habrían podido evitarlo?

A mí que me registren.

Me volví hacia Paresh, que estaba más cerca.

—¿Cómo habríais podido evitarlo?

Se limitó a sacudir la cabeza. Sin embargo, Natalia contestó con voz tensa, como si apenas pudiera hablar.

—Podríamos haber fortalecido el movimiento antes, y no se hubieran atrevido. A estas alturas, nos tendrían miedo.

No era el momento de explicar mi opinión sobre el asunto. Ayudé a transportar el cadáver de Sheryl a casa de Kelly. Nos dedicaron muy pocas miradas mientras avanzábamos por las calles oscuras. Supongo que eso dice algo. Los tres se comportaban como si yo tuviera que sentirme honrado por poder colaborar. No hice ningún comentario. Dejamos el cadáver en el vestíbulo, mientras ellos entraban y yo me iba sin decir nada.

Mientras me dirigía a casa de noish-pa, me asaltó el temor irracional de que le encontrara asesinado. Os ahorraré la intriga y diré que estaba bien, pero es interesante que me sintiera de aquella manera.

—¿Quién es? —preguntó cuando sonaron las campanillas.

—Vlad —contesté.

Nos abrazamos y me senté al lado de Ambrus. Noish-pa se atareó en preparar té y hablar acerca del nuevo comerciante de especias que había descubierto, el cual todavía mezclaba absenta con agua mentolada durante una quincena, como es debido (una quincena, por si os interesa, son tres semanas menos un día. Si pensáis que es un período de tiempo peculiar, no os culparé).

Cuando el té estuvo preparado y paladeado, y después de presentar mis saludos respetuosos a Ambrus, mientras noish-pa hacía lo propio con Loiosh, dijo:

—¿Qué te preocupa, Vladimir?

—Todo, noish-pa.

Me miró con atención.

—No duermes bien.

—No.

—Es una mala señal en nuestra familia.

—Sí.

—¿Qué ha pasado?

—¿Te acuerdas de aquel tipo, Franz, al que asesinaron?

Asintió.

—Bien —dije—, han matado a una chica. Estaba presente cuando encontraron su cadáver, hace un rato.

Meneó la cabeza.

—¿Cawti sigue con esa gente?

Asentí.

—Es algo más que eso, noish-pa. Son como niños que han encontrado una daga Morganti. No saben lo que hacen. Perseveran en su intento como si pudieran oponerse a todos los jheregs, por no hablar del propio Imperio. No me importaría si Cawti se mantuviera al margen, pero no puedo protegerla eternamente. Estaba frente a su lugar de encuentro, cuando apareció el mensajero para comunicarles dónde podían encontrar el cadáver, supongo. Igual habría podido ser un hechicero y destruido toda la casa, con todos los que estaban dentro. Conozco al tipo que maneja los hilos; no le habría costado nada hacerlo. Parece que no lo entienden, y soy incapaz de convencerles.

Después de mi resumen, noish-pa se removió en su silla, con aspecto pensativo.

—¿Dices que conoces a ese hombre, el que mueve los hilos?

—Poco, pero le conozco.

—Si es capaz de hacerlo, ¿por qué se retiene?

—El esfuerzo no vale la pena, todavía. Cuesta dinero, y no quiere gastar más del que tiene.

Asintió.

—Me han dicho que ayer celebraron un mitin.

—¿Qué? Ah, sí. En un parque, cerca de aquí.

—Sí. Hubo una manifestación. Pasó por aquí. Había mucha gente.

—Sí. —Pensé en lo que había visto en el parque—. Varios miles, como mínimo. ¿Y qué? ¿Qué pueden conseguir?

—Tal vez deberías hablar otra vez con ese tal Kelly, tratar de convencerle.

—Tal vez.

—Nunca te había visto tan desdichado, Vladimir —dijo, al cabo de unos instantes.

—Supongo que, de una forma u otra, es mi trabajo. Nos atenemos a unas reglas, ¿sabes? Si nos dejas en paz, te dejamos en paz. Si resulta perjudicado alguien que no pertenece a la organización, significa que metió las narices donde no debía. No es culpa nuestra, así de sencillo. Eso es lo que ha pasado con la gente de Kelly: se ha metido donde no debía. Pero eso no es cierto. Es que… No lo sé. Condenados sean a las mazmorras de Verra, en cualquier caso. A veces, tengo ganas de terminar el trabajo de Herth en su lugar, y a veces me gustaría…, no sé qué. Ni siquiera tengo auténticas ganas de cargarme a Herth. Estoy demasiado metido en esto. Tendría que contratar a alguien para que hiciera el trabajo por mí, pero no puedo. ¿No lo entiendes? He de…

Parpadeé. Estaba divagando. Hacía rato que había perdido a noish-pa. Me pregunté qué pensaría de todo aquello.

Me miró con expresión sombría. Loiosh se posó sobre mi hombro y lo apretó. Bebí más té.

—¿Y Cawti? —preguntó noish-pa.

—No lo sé. Tal vez piensa lo mismo, y por eso se encontró con esa gente. Me mató, ya lo sabes.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—Nos conocimos gracias a eso. La contrataron para asesinarme, y lo hizo. Yo nunca he matado a un or…, a un humano. Ella sí. Y ahora actúa como si… Da igual.

Me examinó, y supongo que recordó nuestra última conversación, a juzgar por su siguiente pregunta.

—¿Desde cuándo haces esto, Vladimir? Matar gente, me refiero.

Parecía verdaderamente interesado en la respuesta.

—Años —contesté.

Asintió.

—Quizá haya llegado el momento de que reflexiones al respecto.

—Supón que me alistara en la Guardia del Fénix, si me aceptaran. De una forma u otra, es matar a gente por dinero. O que me alistara en el ejército privado de algún Señor Dragón. ¿Cuál es la diferencia?

—Quizá no existe ninguna. No puedo contestarte, Vlad. Sólo digo que quizá haya llegado el momento de que reflexiones al respecto.

—Sí. Ya lo estoy reflexionando.

Sirvió más té, bebí y, al cabo de un rato, volví a casa.