15.
La respuesta de Cooper

Eres mi creador pero yo soy tu amo.

MARY SHELLEY, Frankenstein, primera edición, 1818

A Sir Astley Cooper le debemos la descripción de algunas estructuras anatómicas, el descubrimiento de varias enfermedades y un documento que describe la relación de médicos y resurreccionistas en la época de Frankenstein. Entre los papeles de Sir Astley Cooper, su sobrino y biógrafo, Bransby Cooper, encontró esta carta:

Señor:

Me he enterado de que compra, a cuenta, cuerpos de personas y los paga en cuotas semanales. Conozco a una pobre mujer que está interesada y me he tomado la libertad de escribirle para saber si la información que recibí es correcta.

Un humilde servidor

Sir Astley escribió en el reverso:

Merece que lo cuelguen por hacer un ofrecimiento de tal grado de insensibilidad.

AC

El hecho de que la carta y su respuesta no puedan separarse porque están escritas en la misma hoja es significativo. De un lado de la hoja, el vendedor de cadáveres futuros. Hacía de puente entre el anatomista y las personas dispuestas a hipotecar su cuerpo para la disección. Del otro lado de la hoja, Sir Astley Cooper, director de una escuela de Anatomía, que necesitaba, como todos los cirujanos, cuerpos humanos para investigar y dar clases. Entre los dos lados de la carta, la pobre mujer.

Cooper necesita los servicios de los ladrones de cuerpos y de estos consignatarios de cadáveres a cuenta pero su necesidad le molesta. Reconoce el profesionalismo de los resurreccionistas pero aclara que negocia con ellos porque no tiene opción.

Lo llamaban Rey de los Resurreccionistas pero el título le daba vergüenza.

Hacía relativamente poco tiempo que el gremio de los barberos y el de los cirujanos se habían separado. Los cirujanos pertenecían, para la gente, al nivel más bajo de la medicina. Sir Astley Cooper era el Rey de los Resurreccionistas pero también era el Rey de los Médicos. Se ocupó personalmente de exigir reconocimiento.

Si ustedes no contaran más que con médicos ignorantes, serían los primeros en sufrir en sus manos. La escasez de sujetos (cadáveres para diseccionar) los convertirá en las infelices víctimas de cirugías planeadas y llevadas a cabo en la más absoluta ignorancia,

le dijo a los miembros del Comité de Investigación cuando se abrió una causa sobre la compra y venta de cuerpos para clases de Anatomía.

Lo único que consigue la ley es que aumenten los precios de los sujetos. No evita su exhumación. La ley no protege a nadie. Sólo sube los precios.

Cuerpos humanos en términos de precios e inflación. ¿Había una dignidad de los cuerpos sin vida, tenían derechos los cadáveres, podía ponerse a la vida como valor absoluto, por encima de todo? ¿No era exagerado el apego de las personas a un cuerpo que ya no era más que una cosa, estrictamente hablando? ¿No era más que una cosa? Cuando los precios de los cuerpos aumentaron demasiado, también aumentaron los aranceles de las escuelas de Anatomía y los alumnos prefirieron estudiar en Francia, donde las academias tenían suficientes cuerpos para disecciones. Los dueños de las escuelas de Anatomía de Inglaterra estaban preocupados.

En la biografía de su tío, Bransby Cooper explicó las relaciones de su tío con los ladrones de tumbas:

Tengo que probar que en ese tiempo los miembros de la profesión se veían forzados, por necesidad y con repugnancia, a recurrir a semejantes personas (…) Mi tío, por su posición y su influencia, salió muchas veces en ayuda de ellos cuando se metían en problemas y ellos llegaron a considerarlo como su jefe. Por eso su nombre quedó asociado a ellos.

Es llamativo que hable de repugnancia. El doctor Cooper también se refería a los resurreccionistas en esos términos. Es la palabra preferida del doctor Frankenstein cuando habla de su criatura. Ante el miedo, una quiere escapar pero el asqueado, en vez de escapar, da vuelta la cara. Se acercó mucho y tranquiliza su conciencia sintiendo asco. La historia del doctor Frankenstein es trágica pero él siente, sobre todo, repugnancia.

Durante mi primer experimento, el entusiasmo frenético del que estaba poseído me ocultó muchos aspectos repugnantes, absorbida la mente por la ansiedad del triunfo y ciegos los ojos a tantos horrores. Pero en mi segunda creación trabajaba a sangre fría, desfalleciendo, muchas veces, asqueado de lo que tenía entre manos,

cuenta el doctor Víctor Frankenstein, antes de que Astley Cooper hiciera pública su repugnancia y sus negocios con los resurreccionistas.

Astley Cooper dijo:

La ley no impide que obtengamos el cuerpo de cualquier individuo que consideramos necesario. No hay persona, sea cual sea su situación, cuyo cuerpo no podamos conseguir para diseccionar.

Frases como esa aterraban a la gente.

Cooper y su mujer fueron blancos de un panfleto. Los cirujanos podían dar el ejemplo. Como condición para obtener la licencia, los estudiantes tendrían que donar sus cuerpos. Lo mismo debía regir para los anatomistas en funciones y sus parientes, por extensión.

Los cirujanos sindicados reclamaron a la Justicia la apertura de nuevos canales de suministro de cadáveres. En 1832 se sancionó el Acta de Anatomía que entregaba a la Medicina los cuerpos de las personas que murieran en asilos, hospitales y cárceles, en la calle o en los suburbios, y no fueran reclamadas por nadie en un lapso de dos días.

Sir Astley Cooper murió en 1841, cuando ya no había ladrones de tumbas porque gracias al Acta de Anatomía, los hospitales y las academias estaban bien provistas de cuerpos de marginales, que nunca faltaban en la ciudad. De todos modos, lo enterraron siguiendo sus instrucciones. Guardaron su cuerpo adentro de un cajón, que metieron adentro de otro y otro.