6.
El experimento del profesor Aldini

Tal vez un cadáver pudiera ser vuelto a la vida; en todo caso, los desarrollos del galvanismo habían dado indicios para pensar en ello.

MARY SHELLEY, Frankenstein, «Introducción», tercera edición, 1831

Había tres lecturas predilectas en las casas: La Biblia, El progreso del peregrino de Bunyan y las entregas mensuales del Newgate Calendar, que publicaba noticias de la cárcel. El Newgate Calendar tenía sus joyas. El primer número de 1803 anunciaba la historia de George Forster:

Ejecutado en Newgate, el 18 de enero de 1803, por el asesinato de su mujer e hijo, a quienes ahogó en el Canal de Paddington, seguido de una curiosa reseña del experimento galvánico llevado a cabo con su cuerpo.

«Para terminar más rápido con sus sufrimientos», los amigos, escondidos bajo el cadalso, apuraron la muerte de Forster tirándole de las piernas. El señor Keate, del Colegio Real de Cirujanos, hizo bajar el cuerpo y lo dejó en una celda, a una temperatura de un grado bajo cero.

La pobreza y los problemas conyugales impedían la convivencia del matrimonio Forster pero no sus relaciones. La señora Forster visitaba a su marido todos los sábados en una pensión. Un domingo a la mañana, salió con su marido y su hijo. Fueron de gira por los pubs. Cuando se iba del Westbourne Green, la señora Forster dijo, llorando: «Es la última vez que vengo». Cubrió a su bebé con una capa negra, salió con su marido y nunca volvió.

George Forster fue condenado a que lo colgaran del cuello en la horca hasta morir y a que su cuerpo fuera entregado para su disección, según provee la ley aplicada al caso.

Pero no abrieron su cadáver. El señor Keate no le hizo la incisión protocolar en el pecho para ceder el bisturí al médico y sus estudiantes, como era habitual. Se lo mandaron al profesor Giovanni Aldini, especialista en galvanismo, aplicaciones de corriente para avivar melancólicos, diseño e iluminación de faros.

El señor Pass, portero principal del anfiteatro de Anatomía —y proveedor clandestino de cuerpos para sus médicos— recibió el cuerpo de George Forster. En el centro del auditorio, el profesor Aldini había instalado sus generadores de energía galvánica. La sala estaba llena de gente.

El profesor Aldini le dijo al señor Pass que rodeara el cuerpo de Forster con las láminas de zinc, cobre y plata que había traído de Italia. Agarró unas varas y las hundió en la cintura del cuerpo de Forster. El profesor Aldini metió una de las varas en la boca del cadáver. Después, en cada oreja.

La mandíbula empezó a temblar. Los músculos que la rodeaban se contrajeron terriblemente. Se abrió el ojo izquierdo.

Aldini metió otra vara en la axila. La mano del cadáver del asesino tembló y se cerró. Aldini metió una vara en el recto del cadáver de George Foster. «Algunos pensaron que el desgraciado estaba por resucitar». Esa noche, en su casa, el señor Pass, portero del anfiteatro del Colegio Real de Cirujanos, tuvo un infarto y murió «de un ataque de pánico».

«Quiero aprender a comandar los poderes vitales», dijo Aldini.

Las Danzas de las Convulsiones Tónicas se pusieron de moda en Europa. En 1804, en Prusia, un edicto real prohibió «la exhibición pública de experimentos galvánicos con cuerpos humanos y cabezas de animales». Alguien tenía que frenar el abuso. La curiosidad de la gente se había desbocado: más les daban, más querían ver. En 1805, Aldini tuvo que irse de Inglaterra por orden de las autoridades.

Mary siguió los pasos de Aldini. Once años después, tomó la posta de la resurrección eléctrica.