3.
Viaje de la madre

No puedo creer que dejaré de existir, que este espíritu activo, incansable, animado de alegrías y de penas, terminará convertido en polvo organizado.

MARY WOLLSTONECRAFT

Enterraron a Mary Wollstonecraft Godwin —defensora de los derechos de la mujer, revolucionaria— en el cementerio de Saint Pancras. Mucho tiempo después, enterraron a su lado al padre de Mary, el pensador, editor y escritor William Godwin. Pero en 1851 desalojaron las tumbas del cementerio para que pasaran las vías del tren y mudaron los ataúdes a Bornemouth, a la tumba de Mary.

A nadie le habrá llamado la atención ver los dos cajones atados, sobre una carreta, por el camino. Los cuerpos viajaban mucho en esa época. Iban en sus ataúdes o en bolsas cuando no tenían cajones. Eran años de cementerios alterados, ciudades rebasadas, planeamiento urbano. Las carretas también transportaban cajones por razones menos burocráticas: había un tráfico activo de cuerpos humanos, legalizado desde hacía unos años, iniciado hacía mucho tiempo por la sociedad clandestina de cirujanos y ladrones de cadáveres. Después de hacer su trabajo específico en el cementerio, los ladrones de tumbas vendían los cuerpos a los hospitales y a las escuelas locales de medicina, pero había que abastecer otras ciudades sin llamar la atención. Los despachaban con carteles que decían LIBROS o PIANO. A veces los metían en barriles y los hacían pasar por cerveza. A los cajones de los padres de Mary no tuvieron que disfrazarlos ni de libros ni de pianos. Su viaje era un asunto de familia. De todas formas, ya resultaban inservibles para cualquier autopsia. Esos cuerpos, muertos hacía tanto tiempo, ya ni siquiera eran cuerpos. Los subieron a una carreta y se los llevaron. Pero en Londres, en el cementerio de Saint Pancras, todavía hay una lápida que dice:

MARY WOLLSTONECRAFT GODWIN

AUTORA DE UNA REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER

NACIDA EL 27 DE ABRIL DE 1759

MURIÓ EL 10 DE SEPTIEMBRE DE 1797

Y abajo, tierra sobre la tierra. Es una tumba sin fundamento.

Los turistas, convencidos de que la madre de Mary Shelley está ahí, le sacan fotos a una tumba vacía.

Podría escribirse una biografía de estos cadáveres.